Empezamos con humor porque el tema es muy serio. ¿Recordáis aquel chiste de un catalán que quiere publicar una esquela por su difunta mujer? «Ponga: Montserrat ha muerto». El de la funeraria le dice: «Señor, las cinco primeras palabras son gratis». Y el hombre contesta rápidamente: «¿Ah, sí? Pues ponga: Montserrat muerta. Vendo Opel Corsa».
En el año 2011 un grupo de investigadores de la Universidad de Chicago condujo un curioso experimento sobre el comportamiento social de las ratas. Consistía en observar dos ratas en una arena, una libre y otra encerrada en una jaula. Para sorpresa de los investigadores, después de algunas sesiones de observación, las ratas libres aprendieron a abrir intencionadamente la jaula y liberar a su congénere. Pero aún más asombroso: cuando se las colocó ante dos jaulas, la primera con una rata y la segunda con un trozo de chocolate, las ratas libres escogieron abrir ambas jaulas y, en la mayoría de los casos, compartieron el chocolate. Para los investigadores responsables del experimento la conclusión era irrefutable: las ratas mostraban empatía.
El Procés y la casi independencia de Catalunya han llevado a una eclosión de memes en las redes y a un considerable uso del humor satírico o absurdo en la mayoría de ellos. ¿Qué hace que una situación de alta tensión social y política empuje de manera desmesurada este tipo de mensajes?
El acceso de los ciudadanos a la información pública es un derecho en los países democráticos. Recogen este derecho en su legislación. La publicidad activa es una vía de acceso. La solicitud es la otra. En todos los casos, las administraciones públicas necesitan tener organizados y bien clasificados sus documentos, para garantizar el suministro de información de calidad. Pero, ¿cómo se logra esto?
Hablar de sutilezas a dos días del cacareado choque de trenes del 1-0 puede parecer un contrasentido, pero lo haré. Primero, porque la mejor manera de resolver las propias contradicciones es abordándolas. Y segundo, porque esta metáfora ferroviaria nunca me ha parecido muy acertada para describir el escenario que ha marcado la agenda política catalana y española durante los últimos meses.
En momentos tan dramáticos como un atentado terrorista o una situación de emergencia, la confusión y el miedo, sumados a la inmediatez de las redes sociales parecen campo abonado al engaño, al bulo, a la falsedad. Esto lo sufrimos de manera muy clara en las primeras horas tras el atentado del 17 de agosto en Barcelona y Cambrils, cuando las redes sociales se llenaron no solo de mensajes con información falsa, sino incluso de audios con testimonios tan engañosos como creíbles. Un mes más tarde saltaba la noticia de una mujer detenida por difundir un bulo por WhatsApp sobre la presencia de yihadistas en Málaga. A partir de estas experiencias vuelco unas reflexiones personales sobre las conflictivas asunciones que llevamos a cabo entre ficción, realidad, verdad y credibilidad.
Una de las señales inequívocas de que el verano se acaba y la rutina vuelve es encontrarse el nuevo catálogo de Ikea en el buzón. Y es que esta multinacional sueca, con una trayectoria de más de veinte años en nuestro país, se ha convertido en una de las marcas más queridas por los consumidores de todo el mundo. Este año se han impreso más de doscientos millones de ejemplares del catálogo, diez millones de los cuales se han repartido por toda España, y se ha traducido a veintinueve lenguas.
En el número 4 de la revista ‘SFX’, en la que tengo el placer y honor de colaborar con la columna de opinión Sense of Wonder, publiqué un comentario sobre lo que parecía que podía ser una de las noticias del verano y que tiene que ver con las sinergias entre los distintos medios en el panorama actual del entretenimiento.