De una manera u otra todo el mundo tiene construida una vida digital. Para unos el mundo digital es una extensión de la propia existencia: residen, participan, construyen, están inmersos, absortos. Para otros el mundo digital es un lugar de visita, pasean, lo observan, lo utilizan, se desprenden, lo olvidan. Ya seamos residentes o visitantes, y como en el juego de vida, todos tenemos recelos digitales: saturación informativa, privacidad, pérdida de tiempo, superficialidad. Ahora bien, ¿hasta qué punto nuestras dudas son compartidas por otras personas? Una visión conjunta, ¿nos puede ayudar a gestionar mejor nuestras individualidades y tomar mejores decisiones al respecto?
El científico tiene nuevos retos por delante. Sí, como siempre, pensarán. Y es cierto, cuando no es la crisis (persistente, todavía), es la aparición de las tecnologías de la información y la comunicación. Y, si no, el trabajo colaborativo, el Publish or Perish (ahora ya en determinados cuartiles), el inglés, el espacio europeo, los Horizons... En todo caso, sin embargo, hablando de algunos de los nuevos retos que mencionábamos, hay dos que le obligan, más que otros, a repensar de forma muy relevante su trabajo. Los datos y la ciencia abierta. Y los mencionamos juntos porque cuando se visualizan de forma conjunta es cuando toman el sentido de disrupción que podrían tener. Sí, lo mencionamos diciendo "podrían", pues habrá que comprobar que efectivamente estos posibles cambios son bien asumidos por la comunidad científica.
La utilidad y el futuro de las bibliotecas están en entredicho para algunos. Y ahora que, por culpa de la crisis, los recursos escasean aún más si cabe, ¿para qué invertir en hacer una biblioteca si existe Internet?, ¿realmente son útiles?, ¿para qué sirven? Estas cuestiones, por disparatadas que nos puedan parecer, están en la mente de más de un político y de más de un ciudadano de a pie. Pero sin detenernos a rebatir con sólidos y obvios argumentos el valor que tienen las bibliotecas para la sociedad, dedicaremos este artículo a uno quizás menos reconocido pero que, desgraciadamente, y por las circunstancias que atraviesa nuestro país, está en auge: el valor social.
El estreno de Star Wars: El despertar de la fuerza nos ha ofrecido la oportunidad de pensar en el impacto de la saga creada por George Lucas en la cultura popular contemporánea. La cobertura dada por los medios al estreno, a las primeras reacciones del público y a los resultados iniciales de taquilla ha mostrado hasta qué punto los grandes acontecimientos del mundo del espectáculo siguen siendo socialmente relevantes.
En la sociedad de la economía de la atención en la que estamos viviendo, ya hace un tiempo que el storytelling ha ido ganando adeptos como herramienta de comunicación (Núñez, 2007). Esta disciplina, muy arraigada en los EE. UU. y ampliamente utilizada en múltiples profesiones -que van desde la medicina al periodismo-, ha tenido especial arraigo en la política de ese país, sobre todo desde la elección de Ronald Reagan a principios de los pasados años ochenta (Salmon, 2008).
El humor es una estrategia poderosa en publicidad capaz de minimizar la percepción de la violencia (Blackford et al., 2011), ayudar a romper las resistencias, mejorar la asociación positiva de la marca (Strick et al., 2012), hacer risibles los tabúes (Oudade, 2012), aumentar la notoriedad, memorabilidad e intención de compra (Cifuentes; Sánchez, 2006) y establecer vínculos emocionales y transferencia de afecto a la marca (Cline; Kellaris, 2007; Bassat, 2008). A pesar de ello, la publicidad televisiva en España (2012-2015) no ha empleado especialmente el humor. Con todo, poco a poco se observa que las marcas apuestan por esta estrategia para establecer conexiones emocionales con los millennials, la generación del desencanto, a través de memes, repeticiones y el humor incongruente.
En medio de un panorama cultural incierto en relación al futuro del cine, una cosa sí parece clara: el cine -o por lo menos un cierto tipo de cine- ha vuelto como experiencia social y compartida, encontrando un camino alternativo al de la despersonalización de las multisalas o las opciones estrictamente 'espectacularizantes' como el 3D. Así han surgido iniciativas de éxito, como cines con programación especializada orientada a la creación de una base de público entusiasta, servicios de proyección en salas bajo demanda y la revitalización del cine al aire libre o en espacios singulares. A ello se suma una tendencia emergente que va un paso más allá: el cine como evento inmersivo en directo, como Secret Cinema en Londres o Cine Imersão en Sao Paulo, los cuales han recreado escenarios y momentos históricos de películas como Back To The Future o The Empire Strikes Back para ser vividas por el público.
El director de B2B del Financial Times anima a los ejecutivos a hacer un mejor uso de la información para contribuir a la productividad de las empresas. Oriol Sabala, director general de la productora CPWORKS, en nuestra entrevista, nos lo confirma. El Financial Times y la Special Libraires Association (SLA), en una encuesta realizada a más de 800 profesionales, exploran el valor creciente de la gestión de información en las organizaciones actuales y proponen maneras de afrontar la actual sobreabundancia informativa (o intoxicación digital), ahorrar tiempo y maximizar el valor de la información que nos rodea. Oriol Sabala, sin haber leído el informe, parece que hace caso al Financial Times.
El acto de graduación es, sin duda, uno de los momentos más esperados como el símbolo de culminación de una etapa, y ver las caras de ilusión desde las primeras filas de la platea te contagia emociones. Cada estudiante tiene una historia única, donde el sacrificio y el esfuerzo son sentimientos compartidos. Ahora bien, después de la graduación no se acaba el vínculo con la UOC, ya que se abre la puerta a la Comunidad Alumni; así que una vez graduados: enhorabuena y bienvenidos a Alumni.