El vídeo clip musical ha sido un género que desde siempre me ha interesado por distintos motivos, no sólo por la puesta en imágenes de la música pop, sino especialmente por ser uno de los pocos reductos para la experimentación audiovisual, a mitad de camino en muchos casos entre la publicidad televisiva –el spot– y la vídeo creación, en el sentido más artístico. En la actualidad, a pesar del auge experimentado por el vídeo clip musical en Internet –especialmente en lo referente a la producción audiovisual casera, y montajes semiprofesionales– hay que reconocer que el vídeo clip musical comercial, al más puro estilo MTV, no está en sus mejores momentos. En las listas de reproducción de las cadenas musicales abundan fórmulas preestablecidas y agotadas como la representación de actuaciones, donde se priorizan las coreografías y las actitudes chulescas de los cantantes de hip-hop –en algunos casos acompañados de divas de la altura de Jennifer López o Rihanna– en entornos ostentosos y cargados de dorados que destacan sobre atmósferas oscuras. De todos modos, hay que reconocer que a pesar de esta aparente homogeneidad en los estilos audiovisuales del vídeo clip, hay algunas excepciones que recuerdan los buenos tiempos de este género en los inicios en los años 80, así como su renacimiento en los primeros años 2000.
El gran gurú del marketing, Philip Kotler, ha proclamado su muerte. La del concepto. O más concretamente la del concepto antiguo de la cosa. Dice que parte de la base del marketing tal y como la conocemos está acabada y que es necesario que evolucione en un mundo hiperacelerado. Una advertencia que también vale para el marketing político y sus técnicas. Y la inmensa mayoría de políticos, está claro, todavía no se han dado por enterados. Kotler ya apunta a la fase 3.0, cuando los grandes partidos nos demuestran que en la red todavía no han interiorizado ni el sentido del 2.0. La carrera por las elecciones del 20N es una nueva prueba de ello.
Publicar un artículo no es siempre fácil, pero tampoco lo es revisar los contenidos. Autores y revisores se enfrentan día a día con retos y dificultades relacionadas con la producción científica. Conocer cómo revisar y ser revisado son las claves para conseguir el éxito en el ámbito académico, donde las revistas son la fuente básica para dar a conocer los resultados de las investigaciones y uno de los principales indicadores del crecimiento investigador.
De todos es conocido que desde la eclosión de Internet se ha popularizado el acceso a la información y que las herramientas para la búsqueda y recuperación de información se han sofisticado enormemente. En este escenario las organizaciones se han dado cuenta –o no– que necesitan, más que nunca, monitorizar, vigilar y analizar la información del entorno para tomar mejores decisiones, ser más competitivas e innovadoras, o, sencillamente, para sobrevivir en un mundo cambiante y en constante evolución.
La creatividad es un concepto muy vinculado a la publicidad. Pero, y los que nos dedicamos a las relaciones públicas, ¿No debemos también ser creativos?
La realidad es que mientras en las agencias de publicidad suelen existir equipos creativos y directores creativos, en las agencias de relaciones públicas no es habitual la presencia de profesionales especializados en esta área. Los pocos directores creativos que hay en el sector suelen ocupar cargos supranacionales en grandes consultoras multinacionales de comunicación.
Uno de estos profesionales es Andrew Eklund, actualmente presidente y fundador de AQUS –consultoría australiana especializada en comunicación corporativa y formación. Antes de irse a Australia, Eklund fue responsable de la Burson-Marsteller University y director creativo a nivel mundial de Burson-Marsteller (B-M) entre 1999 y 2002. B-M es una de las agencias de relaciones públicas más importantes del mundo, integrada en el grupo Young & Rubicam y en el gigante de la comunicación WPP.
Casey Plugh es un joven de 25 años, de Brooklin, experto en el desarrollo de plataformas de vídeo en la web. Esto le lleva a pensar en impulsar algún proyecto como hobby que estimule la participación de los usuarios de Internet, siempre que sea divertido y gire alrededor de una de sus obsesiones, Star Wars. Crea Star Wars Uncut. Gana un Emmy.
Las revueltas en los países árabes pueden también explicarse, casi en tiempo real, desde el punto de vista de los flujos de información que han tenido lugar: en el inicio la gran cantidad de información emitida por Wikileaks y en el proceso desde el punto de vista de la censura que se ha intentado aplicar.
Dicen que el alemán tiene palabras muy largas pero desde que Zipf hizo públicas sus investigaciones ya sabemos que los monosílabos son más frecuentes en alemán que el resto de palabras. Así, acumulando monosílabos, los alemanes construyen nuevas palabras para afrontar el futuro. Esta acumulación de monosílabos es toda una metáfora con la que edificar un nuevo mundo: palabras distintas se unen para generar nuevos sentidos. En alemán, zeitgeist hace referencia al espíritu del tiempo (zeit, tiempo, y geist, espíritu). Y con zeitgeist los alemanes conciben aquello que es esencial y que define un momento dado de la historia, la pauta de cada uno de los periodos en los que el espíritu del tiempo es convocado.
Internet se ha convertido, también, en un amplificador de nuestras conversaciones sobre televisión. Tanto en los grandes acontecimientos televisivos como cada vez que se emite un episodio de una serie especialmente seguida, Facebook y Twitter se convierten en pantallas paralelas en las que la experiencia de los públicos se amplía más allá del visionado.
Las organizaciones van acumulando con el tiempo activos de información y de conocimiento. La adecuada gestión de la memoria y el conocimiento organizativo en un entorno dinámico incluye tanto la preservación como la eliminación de estos activos.