Existen muchos ángulos posibles a la hora de abordar las acciones de protesta por parte de muy diversos colectivos coincidiendo con la toma de posesión de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos. El que he elegido yo para este artículo es, de hecho, algo profundamente norteamericano: el uso de la cultura popular como herramienta de protesta cívica y política.
Conocidos acontecimientos recientes en la esfera política, cultural y judicial relacionados con la libertad de expresión y la (auto) censura, aunque también otros menos comentados en los medios, me han llevado a querer cuestionar la noción ampliamente aceptada, pero profundamente problemática de "sentido común" tal y como se utiliza en la actualidad.
Estos últimos meses están siendo emocionalmente intensos por muchos motivos. Uno de ellos, la definitiva explosión del movimiento colectivo que confronta lo que vivimos ya con el nombre de emergencia climática; en definitiva, que nos confronta con nuestro futuro inmediato y el de las próximas generaciones. Las acciones y reacciones en torno a Extinction Rebellion, la denominada huelga por el clima y la popularidad creciente de Greta Thunberg son el punto de partida de toda una serie de pensamientos, sentimientos y conflictos que me asaltan como ciudadano, comunicador, padre y académico implicado en el estudio de la cultura popular y las narrativas digitales. Esto es lo que quiero compartir con vosotros en este artículo.