Número 104 (noviembre de 2020)

Las siete rebeliones de Gianni Rodari

Jordi Folck

Este 2020 se conmemora el centenario del nacimiento de Gianni Rodari, escritor, periodista, pedagogo y aún un gran desconocido para muchos lectores. Como comisario del Año Rodari por la Diputación de Barcelona, comparto las aportaciones principales en el ámbito de la creatividad y la educación por las que considero que su figura debería recordarse todos los años y reivindicarse cada día en las aulas.

Ocurre que aquellos que nos dedicamos a la literatura infantil y juvenil somos vistos como especie inferior en proceso de crecer. Como si ese noble oficio de dedicarse a seres con escasos derechos fuera un acto vergonzante. Quién sabe si, por ser considerado «solo para niños», Rodari confesaba en los últimos años de su vida que deseaba escribir poesía para adultos, lo que nunca llegó, al morir a los sesenta años en Roma. Solo diez años antes ganaba el Hans Christian Andersen de literatura, considerado el Nobel de la literatura infantil.

 

¿Pero quién fue el escritor, pedagogo y revolucionario de las letras para que solo ahora en los fastos humildes de su centenario haya sido traducido al inglés a pesar de best-sellers tan portentosos como Cuentos por teléfono, Un pastel caído del cielo, El libro de los errores, El libro de los porqués, La góndola fantasma o Retahílas del cielo y de la tierra?

 

Los ineptos editores ingleses y americanos se saltaron tres generaciones de lectores solo por un hecho: Gianni Rodari se inscribió en el partido comunista italiano en julio de 1943, poco después del fusilamiento del Duce y de la muerte de su hermano César en un campo de concentración.

 

Como estudioso y experto en su obra, puedo definir como siete las rebeliones y aportaciones rodarianas.

 

1. El chico que leía filosofía

Tenía dieciséis años y ya leía a Kant, a Schopenhauer, a Nietzsche…, pero también a los surrealistas franceses, historia del arte, poesía italiana (Montale, Saba, Ungaretti, Gatto, Quasimodo), a Lenin y a Trotsky para enfrentarse a un mundo oscuro, el de la Italia fascista (1922-1943), que le obliga a afiliarse al partido para encontrar trabajo de maestro. Sus primeros versos nacen a los seis años y a los dieciséis escribe siete relatos publicados posteriormente.

 

2. Del ser social a la escritura fundacional

Como maestro descubre que los libros de lectura obligatoria en los años cuarenta son historias morales, vidas de santos, lecturas exigidas por el Fascio. Cuando en el año 1947 entra como periodista en La Unitá, recibe cartas de lectores que le piden que escriba cuentos «a papá, que es revisor del tranvía», «al hijo que está todo el día en un sótano sin luz». Cada domingo publicará retahílas, canciones, versos, cuentos para los más pequeños con los que da la vuelta a los cuentos tradicionales. Ya no son reyes, ni ogros, ni hadas los pobladores de la imaginación infantil y sí deshollinadores, afiladores, conductores de grúa, traperos, modistas, periodistas y guardias urbanos.

 

«¿Quién es más fuerte que el guardia urbano?

Detiene el tranvía con una mano.»

 

Cuando en el año 1950 llega a la redacción de Il pioniere dei ragazzi en Roma, su directora, Dina Rinaldi, le pide que reúna sus textos de La Unitá para su primer libro de Retahílas, al que seguirá Las aventuras de Cebollino, una historia de dictaduras entre legumbres y verduras que escribe en un solo mes y que alcanza los ciento cincuenta mil ejemplares vendidos en la primera edición en Rusia. La piedra en el estanque ya está echada: sus ondas le llevarán en 1972 a Gramática de la fantasía, texto fundacional para maestros y padres sobre el arte de construir historias.

 

3. El comunista espiritual

A Rodari y a sus amigos se les conocía como «los comunistas de la sacristía». Parten de una interpretación particular del Evangelio, no tanto de una clásica: les entusiasma el momento en que Jesús abandona su casa con doce años; su madre lo encuentra discutiendo con los médicos que lo tratan con suma vanidad arguyendo que cómo pretende el niño ser tan sabio como ellos y desafiar el poder. A Rodari le gusta ese Cristo revolucionario y profundamente social.

 

4. O el maestro es un mago o la clase será un mal trago

Esa es la gran revolución rodariana que empezó pronto y terminó demasiado pronto con el fracaso actual de un sistema educativo basado en la memorización. Rodari pide al maestro que no sea un repartidor de información, sino un mago, un animador a la creatividad, un fabricante de juguetes que contribuye a la formación del niño y prepara sus capacidades muy lejos de la inútil memorización de temas. El recientemente desaparecido Ken Robinson hará crecer sus tesis en Escuelas creativas. Rodari grita: «La imaginación debe tener un lugar en la educación. Hay que confiar en la creatividad infantil». E impulsa el hecho de que la creatividad no se circunscribe solo en las artes plásticas y sí en la política, la economía, la sociedad…

 

5. Si eres desobediente, abrirás tu cuerpo y mente

Contra un mundo en pie de guerra se erige como antibelicista y en cuentos como «El tambor mágico» un soldado hace bailar, con el redoble del tambor, a reyes y emperadores. Emplea la imaginación para denunciar debilidades del sistema, contra el sistema educativo que chirría, contra la literatura apelmazada lejos de la imaginación, contra el papel tradicional del maestro y de la escuela. Contra los conceptos tradicionales de educación: si el maestro quiere saber cómo escribe unas palabras concretas, que no caiga en el dictado y sí en la redacción libre a partir de esas palabras. La génesis de la técnica del binomio fantástico…

 

Escribe: «La educación en la democracia es también educación a la desobediencia, desobediencia a los errores, al mal, a aquello erróneo que hay en la vida». Practica la desobediencia con su hija Paula: experimenta con ella, le enseña a desobedecer para que sea capaz de defender sus derechos como persona y como ciudadana de pleno derecho. Los principios del empoderamiento femenino en los tempranos cincuenta.

 

6. La ‘Gramática de la fantasía’ o el arte de construir historias

Es el primer libro que sistematiza los procedimientos creativos –e incluye más de veinte técnicas creativas– que le situarán a la altura de Howard Gardner y Mihalyi Csikszentmihalyi. Y su viejo Cuaderno de fantasía, de apuntes tomados en clase, le habría colocado como el pionero en el mundo de la creatividad de haberlo publicado en fechas anteriores. De su lectura de los surrealistas franceses, de André Breton y el duelo de palabras nace el binomio fantástico o cómo unir dos palabras alejadas en significación para construir una historia. Nace el «¿qué pasaría si?», el juego de los prefijos o cómo darle la vuelta a los cuentos tradicionales con una Caperucita Verde que encuentra a una jirafa en el bosque…

 

7. Maneras de enseñar a odiar la lectura

Rodari escribe su decálogo de cómo alejar a los niños y las niñas de la lectura:

1. Presentar el libro como alternativa a la televisión.

Y quien dice televisión dice ordenador. Nada hay más desastroso que gritarle eso de «deberías estar leyendo».

2. Considerar que los niños tienen demasiadas distracciones.

Pero lo cierto es que las distracciones móviles no existían hace cincuenta años y que lo que ocurre en una pantalla difícilmente ocurrirá en un libro.

3. Decir a los niños de hoy que los niños de antes leían más.

Las redes sociales y las apps han convertido a los niños en devoradores de textos. Nunca se ha leído tanto como ahora, pero nunca tan mal.

4. Culpar a los niños si no les gusta leer.

Existe un libro para cada lector. Solo hay que motivarle para su búsqueda y encontrarlo.

5. Transformar el libro en un objeto de tortura.

O cómo obligar a los chicos de catorce años a leer en el mismo curso escolar La Regenta de Clarín y el Quijote de Cervantes puede arruinarle la vida futura al lector.

6. Negarse a leer a los niños. Sin palabras.

7. No ofrecerles bastante variedad de lecturas.

Las bibliotecas, los clubes de lectura, las asociaciones culturales, las editoriales, las páginas de recomendaciones crecen sin parar. Existe tanta variedad, hoy, que la dificultad radicará en encontrar el libro más adecuado.

8. Obligarlos a leer.

La lectura debe constituir un placer. Cada alumno deberá encontrar el género narrativo en el que se sienta mejor. Un libro debe ser ese momento de comunicación entre padres e hijos.

 

Si Rodari despertara hoy, trabajaría con Pixar: Toy story 4 parece una película sacada de la chistera del mago italiano. O, posiblemente, regresaría a la tumba atónito de que su pedagogía hubiera servido de tan poco. Por lo menos, nos queda su obra, un viaje luminoso a la fantasía, necesaria en un mundo cada día más oscuro.

 

«¡Qué palabras tan bellas podrían escribirse

con un rayo de estrella!...»

(Retahílas del cielo y de la tierra)

 

Para saber más:

Sobre las técnicas rodarianas, en https://genius.diba.cat/es/rodari/tecniques-creativitat

Sobre la vida y obra de Gianni Rodari, en Canal Creatividad 3.5 de Jordi Folck y en el blog de literatura y creatividad jordifolck.xyz

 

Cita recomendada

FOLCK, Jordi. Las siete rebeliones de Gianni Rodari. COMeIN [en línea], noviembre 2020, no. 104. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n104.2077

creatividad;  comunicación y educación;  literatura; 
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