Número 97 (marzo de 2020)

Las campañas electorales del espectáculo: ¿nos estamos americanizando?

Núria Roca Trenchs

Las redes sociales y las plataformas digitales se han convertido en escenario de campañas electorales y pueden ser determinantes para ganar o perder unas elecciones. Estados Unidos son un referente, sobre todo, después de la «Revolución Obama». Los países más democratizados están tentados a imitar su modelo, que, además, convierte el panorama preelectoral en un auténtico espectáculo. Pero ¿cómo se traduce esta influencia en la realidad? ¿Las campañas electorales se están americanizando?

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Las campañas electorales se americanizan a imagen de las estrategias de Barack Obama

 

El liderazgo y la influencia estadounidense en geopolítica y economía mundial es indudable. El mundo mira hacia el país más poderoso del planeta. De hecho, se podría decir que, de alguna forma, se tiende a tener una visión «EE. UU.-centrista» del curso de los eventos, a pesar de China, Rusia y las potencias emergentes.

 

¿Qué impacto tiene esta visión «EE. UU.-centrista» en los países más democratizados? Muchos y muy diversos, indudablemente.

 

EE. UU. es un país que lo convierte todo en un espectáculo, también las campañas electorales. Y los candidatos se ven reflejados. Nos encontramos ante un debate conceptual que nos conduce a plantearnos más profundamente la necesidad de denominar con mucha concreción los procesos transformadores de las campañas electorales en las democracias. ¿Podemos hablar de americanización? ¿De modernización? ¿De globalización?

 

Si dejamos de lado la discusión más abstracta, vemos que los sistemas políticos y electorales son elementos que nos pueden ayudar a entender las transformaciones de las campañas electorales a imagen de las de los Estados Unidos.

 

Hallin y Mancini (2004), grandes autores de la política comparada y de sistemas políticos, diferencian entre tres grandes grupos de sistemas: el liberal, en EE. UU., Canadá, Gran Bretaña o Irlanda; el pluralista polarizado, integrado por países como España, Portugal, Francia, Grecia o Italia; y el democrático corporativo, que incluye países como Austria, Bélgica, Dinamarca, Finlandia, Alemania, Países Bajos, Noruega, Suecia o Suiza.

 

El modelo pluralista polarizado abraza los países con una democracia más joven y un sistema electoral proporcional o mayoritario tendiendo a la polarización (Sartori, 1980). El modelo liberal se define a partir de un modelo de sistema electoral mayoritario o bipartido y que es, principalmente, personalista. Finalmente, el modelo democrático corporativo se describe como integrante de un sistema proporcional y multipartido que fuerza gobiernos de coalición (Lijphart, 1994).

 

EE. UU. es un país que se caracteriza por un sistema político bipartidista de partidos catch all, presidencialista y personalista, con campañas electorales agresivas y que adoptan un carácter negativo; están muy profesionalizadas (con una gran cantidad de asesores y consultores) y los candidatos se acercan a las grandes fortunas y personas influyentes para conseguir financiación para pagar la campaña electoral. Todo es un gran espectáculo al servicio del candidato a la presidencia.

 

Y, en España, ¿qué pasa? Las campañas electorales están bajo control del partido, aunque, poco a poco, el carisma, la reputación y el liderazgo del presidenciable es más importante para obtener unos resultados electorales favorables. El número de asesores de los que se rodean los candidatos también va en aumento y las críticas a los adversarios son cada vez más frecuentes. Los mítines y los debates electorales se modernizan.

 

Pero ¿qué papel juegan las redes sociales y las plataformas digitales? Magnifican y amplifican las características de cada sistema político y electoral, pero también ponen en evidencia nuevas formas de hacer campaña. EE. UU. ha sido pionero en usarlas durante los procesos electorales. El candidato más improbable, el demócrata Barack Obama, revolucionó la forma en que se habían concebido las campañas electorales, por lo que ya hace tiempo que se habla de la «Revolución Obama».

 

Pero Barack Obama implementó de forma magistral una estrategia en internet que otras figuras ya habían empezado a aplicar mucho antes: Bob Dole, candidato republicano a las elecciones de EE. UU. del año 1996; Jesse Ventura, candidato a gobernador de Minessotta en el año 1998; o Howard Dean, candidato demócrata del año 2004.

 

Los países más democratizados han intentado seguir dicho modelo. Teniendo en cuenta las características de cada sistema político y cómo queda reflejado en el uso que hacen de internet los candidatos de las elecciones de EE. UU. sabemos que las campañas electorales están cambiando, sobre todo, motivadas por el uso de las tecnologías de la información y de la comunicación; pero también deducimos que el propio funcionamiento de los sistemas políticos y electorales de cada país puede imponer limitaciones, que frenarían una mimetización total con las campañas electorales estadounidenses.

 

Con algunos ejemplos lo entenderemos mejor: la manera de utilizar las redes sociales y plataformas digitales de los candidatos estadounidenses es muy superior, no solo en términos cuantitativos, sino también en los cualitativos. De hecho, se ponen de relieve grandes diferencias entre sistemas políticos y electorales. En EE. UU., los candidatos muestran su vida familiar y su carrera profesional, y lo difunden por todos los medios posibles. En cambio, en España, poca cosa sabemos de la vida privada de los candidatos. En EE. UU., el papel de los grassroots es fundamental para que un candidato sea escogido, mientras que en España el papel de los voluntarios es mucho más irrelevante. En Estados Unidos, los candidatos ponen todos los recursos necesarios para conseguir financiación para su campaña electoral; en España, en cambio, las campañas se financian con fondos públicos.

 

Aunque no exista un consenso generalizado para denominar, conceptualmente, este proceso de transformación de las campañas electorales de los países más democratizados a imagen de las de EE.UU., sí que hay un acuerdo tácito en dar a conocer cómo las transformaciones que se producen en el seno de las campañas electorales tienen que ver, y mucho, con el hecho de que Estados Unidos mantenga un liderazgo fuerte y que sirve de referente para muchos otros países, aunque los sistemas políticos y electorales impongan límites.

 

Para saber más:

HALLIN, D.C.; MANCINI, P. (2004). Comparing media systems: three models of media and politics. Cambridge: University Press.

 

LIJPHART, A. (1994). Electoral Systems and Party Systems. Oxford: Oxford University Press.

 

SARTORI, G. (1980). Partidos y sistemas de partidos. Vol. I. Madrid: Alianza Editorial.

 

Cita recomendada

ROCA TRENCHS, Núria. Las campañas electorales del espectáculo: ¿nos estamos americanizando? COMeIN [en línea], marzo 2020, no. 97. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n97.2020

comunicación política;  medios sociales; 
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