Número 14 (agosto-septiembre de 2012)

Socionomía: una oda a la vida conectada

Sandra Sanz Martos

Socionomía. ¿Vas a perderte la revolución social? es uno de los libros más esperados de este año 2012. En él se describen las bondades de las redes sociales. Cómo aprendemos a través de ellas, cómo compartimos y cómo esto nos hace más grandes e inteligentes. El individuo conectado es mejor y será mejor aún.

Una de las pocas cosas buenas que esta terrible crisis nos ha devuelto es el placer de los veranos austeros y sosegados. Siguiendo las recomendaciones de la campaña de Aquarius, la mayoría hemos cambiado el estrés de los aeropuertos y las aglomeraciones de los chiringuitos de la playa por la tranquilidad de la plaza del pueblo (de ese “pueblito bueno”) y la bien hallada soledad de la mecedora.

 

De este modo, sumergiéndome en la comodidad de la antigua mecedora de mi abuela, he podido disfrutar de la lectura del libro (cuidadosamente escrito, por cierto) de Dolors Reig,  Socionomía, que no es otra cosa que una oda a la vida conectada. Y esto que acabo de decir, que podría parecer, una contradicción —buscar la vida retirada para leer sobre la vida conectada— en realidad, no lo es. Porque si existe un lugar donde nunca se está solo es en un pueblo. Es en los pueblos donde la gente se ayuda, donde se comparte, se coopera y donde, por qué no decirlo, se critica —y mucho— también. Ciertamente, es el símil más sencillo y más tangible que uno puede encontrar para describir cómo son y cómo funcionan las redes sociales y el que mejor nos puede ayudar a comprenderlas.

 

La vida conectada nos lleva a compartir, a cooperar, a confiar y a aprender del otro. Como Reig (y yo misma) dice somos “cooperadores por naturaleza”. A lo largo de la historia de la humanidad hemos aprendido de los otros para poder avanzar. Desde el neolítico hasta la actualidad el hombre ha compartido sus progresos y de este modo hemos podido evolucionar. La propia Dolors Reig siempre pone de ejemplo como acudíamos a las plazas de los pueblos sabiendo que allí encontraríamos a quien preguntar cómo o cuando hacer tal cosa (amasar pan o plantar zanahorias, por ejemplo). Y según el éxito que obtuviéramos en cada cometido identificaríamos a nuestro informador como experto en cada materia, es decir, si el pan me salía bueno, sabría que fulanito sabe mucho del tema y, si la cosecha de zanahorias no es muy abundante, ya sabré que no debo preguntarle a zutanito. Las redes sociales son nuestras actuales plazas del pueblo. Y gracias a ellas, defiende Reig, “estamos recuperando algo que es esencial, tanto para la felicidad del ser humano como para la evolución de la sociedad en su conjunto”.

 

El poder de las Redes Sociales ha quedado altamente demostrado. Desde cómo se movió la sociedad durante los días posteriores al atentado del 11-M (que el propio Howard Rheinghold, en la edición española de su libro Smart mobs: the next social revolution, describía entusiasmado), pasando por el movimiento 15-M, hasta el caso de Islandia y su manera de combatir la crisis. Los individuos conectados han demostrado que son capaces de organizarse y luchar por defender la verdad. Porque a través de las redes según Reig somos “más inteligentes, más organizados y la libertad de que gozamos en la red, sin más normas externas que las propias de cada legislación, pero pocas normas informales que nos regulen o socialicen en determinado sentido, nos hará, si observamos las teorías de la motivación, más responsables”. Ante esta situación, a  Dolors Reig le cuesta entender que “cualquier partido político dé la espalda al movimiento de los indignados (…) Ahora que el pueblo tiene una voz más audible que nunca, no hay excusa para no escucharlo atentamente las 24 horas del día y dejarlo participar constantemente”. Pero la autora está convencida de que el cambio llegará por la vía de lo sociable. “Apostamos —dice Reig en la introducción— en este libro por que las redes sociales pueden romper esa poderosa dinámica, por que los servicios que las reproducen, amplifican y aumentan online, amenazan, de hecho el sistema anteriormente descrito y con ello, en muchos aspectos, un capitalismo que parecía inquebrantable”.

 

Pero que las redes sociales funcionen como un altavoz de masas no va en detrimento de la individualidad de cada persona, ni de su pensamiento. En este sentido, Reig aclara: “Lo hemos dicho en múltiples ocasiones, no se trata de anular la individualidad, sino de reivindicar un individualismo positivo, reafirmador, que nos distinga de ser uno más de entre las masas”.

 

En definitiva, del libro Socionomía se extrae una idea bien clara: que el individuo conectado es más inteligente porque aprende de los otros, es mejor persona porque confía y comparte, y es más organizado porque está altamente motivado. Los detractores y apocalípticos sólo pueden serlo porque en realidad no conocen las redes sociales. Cualquiera que lo viva desde dentro sabe que es así.

 

Este verano muchos hemos vuelto feliz y físicamente a la plaza del pueblo en busca de esa vida retirada a la que cantaba Fray Luis de León. Sin ser conscientes de que la mayoría ya frecuentamos otras plazas diariamente. Plazas de pueblo con cientos de personas conectadas con otras plazas. El escritor renacentista cantaba a la vida retirada del que “sigue la escondida senda por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido”. En el siglo XXI somos y seremos más sabios en nuestra vida conectada.

 

 

Cita recomendada

SANZ MARTOS, Sandra. Socionomía: una oda a la vida conectada. COMeIN [en línea], agosto-septiembre 2012, núm. 14. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n14.1258

gestión del conocimiento;  medios sociales; 
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