Número 40 (enero de 2015)

Sharing economy: lo que la crisis trajo y se quedó

Sandra Sanz Martos

Ya hemos hablado en anteriores artículos sobre la fuerza con la que han emergido en los últimos años comportamientos relacionados con el fenómeno del compartir, propiciados por esta ya larga crisis. Don Tampscott (2011), el autor de Wikinomics, afirmaba que “compartir es crear riqueza” y ponía como ejemplo el caso de IBM, que entregó 400 millones de dólares en software a Linux y se concentró en desarrollar un negocio multimillionario de hardware ligado a este nuevo software.

Ahora bien, hay más ejemplos, empresas como Boeing, que diseñó colaborativamente un nuevo modelo de avión, el 787 Dreamliner, buscando socios externos. Encargó el diseño de la construcción de una parte del avión, de manera que se creó una red colaborativa entre los socios. Se distribuyeron los riesgos y, por tanto, se distribuyeron los beneficios. De este modo, Boeing, que venía con un crecimiento marginal negativo desde 2001, entró en el top 25 de las compañías más innovadoras de la revista BusinessWeek. O, mucho más reciente es el conocidísimo caso de Android (sistema operativo para diferentes clases de dispositivos móviles), que combina un conglomerado de fabricantes de hardware y operadores de servicio con una gran comunidad de desarrolladores de aplicaciones perteneciente al núcleo de Linux.

 

No obstante, el fenómeno de compartir no se queda ahí. Estas prácticas se han llevado también al terreno del consumo y del usuario de a pie. Encontramos un ejemplo de esto en Consumo Colaborativo, donde se puede compartir coche, parking, bicicletas, intercambiar casas, etc. Este tipo de consumo colaborativo se ha focalizado, en los últimos años, en el sector del transporte, derivando en un nuevo modelo de negocio que para algunos se ha convertido en competencia desleal. Dentro de lo que se ha denominado la sharing economy, las plataformas como Uber y BlaBlacar se han convertido en un éxito rotundo. A través de ellas eliges trayecto, conductor y pactas precio. También conoces los comentarios de anteriores usuarios y su puntuación. Las plataformas se basan en un esquema de matchmaking: se limitan a poner de acuerdo oferta y demanda. Antes una empresa de taxis contrataba conductores, hoy esos conductores se contratan a sí mismos y ofrecen sus servicios en esta plataforma. Obviamente, la historia no es tan extrema: en muchos países la gran mayoría de los conductores de taxi ya eran autónomos antes de la llegada de servicios como Uber, y los que no lo eran posiblemente no estuviesen demasiado satisfechos de las condiciones laborales que obtenían de sus empleadores.

 

La respuesta de los gobiernos oscila entre el conservadurismo de quienes acceden a la presión de los lobbies tradicionales o “los que tratan de ver la sharing economy como una dinamización de la economía que termina por aportar una solución a las elevadas tasas de desempleo” dice Enrique Dans (10 de diciembre 2014). Como el Gobierno del Reino Unido, que defiende que se debe evitar obstaculizar el desarrollo de la sharing economy lo menos posible, porque en la flexibilización que trae consigo se encuentran las soluciones a muchos de los problemas actuales de la economía tradicional.

 

Por otro lado, se podrían dar situaciones tales como que la línea de autobuses que viaja a un pequeño pueblo en el medio de La Mancha, tras ver cómo muchos de sus usuarios deciden utilizar BlaBlaCar, decidiera dejar de ofrecer esa ruta por su escasa rentabilidad, lo que podría redundar en situaciones de desabastecimiento. Allí donde la oferta desregulada no sea rentable o no funcione de manera adecuada por la razón que sea, los usuarios podrán terminar reclamando la protección de “papá Estado” a la hora de garantizar determinados niveles de servicio (Dans, 2014).

 

La sharing economy la trajo la crisis, pero vino para quedarse. Cada vez será invariablemente más sencillo poner de acuerdo aoferta y demanda a la hora de prestar un servicio, y eso terminará probablemente por crear plataformas de todo tipo en las que estos servicios son intercambiados, ya hablemos de transporte, alojamiento, recados o cualquier otra cosa. La tendencia, sin duda, es ir hacia una economía más flexible, a pesar de las reticencias. Y eso, puede tener repercusiones de muy distinta naturaleza. Al tiempo.

 

Para saber más:
 
Dans, Enrique (2014). "Repensando la 'sharing economy'". Voces económicas. Blog de economía y finanzas de MoraBanc. 

 

Cita recomendada

SANZ MARTOS, Sandra. Sharing economy: lo que la crisis trajo y se quedó. COMeIN [en línea], enero 2015, núm. 40. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n40.1502

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