Número 107 (febrero de 2021)

Los humanos ante retos de escala planetaria

Víctor Cavaller

Para hacer las cosas bien no hay que agotar todas las posibilidades de hacerlas mal. La inteligencia –cuando no la experiencia– a menudo muestra atajos para ahorrar tiempo y males mayores. Sin embargo, cuando se niega a reconocer el descrédito de la propia incompetencia, la realidad, que es todavía más obstinada, muestra las cosas tal como son, para desesperación de las víctimas. La crisis de la COVID es un ejemplo perfecto para evaluar, como si de un laboratorio se tratara, hasta qué extremos son capaces de llegar la estupidez y la pretensión humanas.

Parece que, por fin, después de un año, se comienza a entender que un virus es un problema de escala planetaria, humanitaria si se quiere hacer referencia a sus habitantes, y en cualquier caso traspasa la capacidad de empresarios, políticos y moralistas de diferente talla. Y, posiblemente por eso, el escenario patético que rezuma la pose de interés fingido de los responsables que secretamente ya se han vacunado –cuando es conocida su incapacidad para solucionar problemas que claramente les superan– comienza a aburrir a la gente.

 

Seguramente la mayoría de la población no sabe verbalizar la situación. Pero la intuición es clara. Todos estos personajes que aprovechan cualquier motivo para chupar cámara no son capaces de solucionar un problema de tal magnitud. De hecho, era de esperar, ya que en la mayoría de los casos, estos mismos actores –cuya única habilidad consiste en tener la labia suficiente para engatusar a la gente y vender humo a costa del dinero público– ni siquiera tienen la preparación suficiente para hacer su trabajo.

 

Si no fuera por los más de 2 millones de muertos por la pandemia de la COVID-19, la triste parodia del barco hundiéndose, mientras la orquesta sigue tocando en medio del griterío de la gente, estaría servida. Así como no se pueden matar moscas a cañonazos, tampoco sirve de nada vestirse de militar o hundir la economía de la ciudadanía a base de inoperancia y trapicheos para vencer una pandemia.

 

Si la intuición es clara, el apunte también lo es. Cuando decimos que la COVID traspasa la capacidad de los empresarios, políticos y moralistas, queremos decir que ni las corporaciones, ni los Estados, ni las asociaciones de diferente índole a nivel individual están en la escala del fenómeno que tienen que solucionar, ni en medios ni en conocimientos.

 

Entonces, ¿cuál debería ser la aproximación? A modo de ejemplo, fijaos en cómo se abordó el Proyecto Genoma Humano (PGH) (Human Genome Project o HGP en inglés). Y tomad nota de la relación de instituciones responsables que constituyeron el Consorcio Internacional de la Secuenciación del Genoma Humano (International Human Genome Sequencing Consortium o IHGSC en inglés) para determinar la secuencia del genoma humano e identificar los genes que contenía. En el proyecto estuvieron implicadas instituciones, universidades y agencias gubernamentales de Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania, Japón y China.

 

Y fijaos en cuál fue el presupuesto y la vida del proyecto. El presupuesto rondó los cinco billones de dólares. El proyecto se inició en octubre de 1990. Los primeros anuncios del genoma se hicieron en 2000 y un avance se publicó en abril de 2003. Pero la secuencia completa que incorporaba hasta el último cromosoma no se hizo pública hasta mayo de 2006. En total, dieciséis años.

 

En el año 2010 el doctor Geert Potters, del departamento de Bioscience Engineering de la Universidad de Amberes, publicaba un breve pero interesante artículo en Nature Education con el título «How the Human Genome Project Opened up the World of Microbes». En este artículo, Potters explicaba cómo la disponibilidad de tecnologías de secuenciación desarrolladas en la investigación del genoma humano habían impulsado su aplicación en otras formas de vida, pero especialmente habían permitido la emergencia de un nuevo campo de la ciencia que se ha llamado systems biology. La biología de sistemas es una rama de las ciencias naturales centrada en el análisis y la modelización computacional y matemática de sistemas biológicos complejos.

 

Una reflexión se impone. Así como para hacer química avanzada se necesita la sistematización de una tabla periódica de elementos, en todas sus variantes y ampliaciones dimensionales, quizás para hacer vacunas sería necesario tener secuenciado el genoma de toda forma potencial de vida, como un primer paso para entender las interacciones complejas dentro de los sistemas biológicos.

 

Cita recomendada

CAVALLER, Victor. Los humanos ante retos de escala planetaria. COMeIN [en línea], febrero 2021, no. 107. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n107.2113

 

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