Número 14 (agosto-septiembre de 2012)

Patologia fanática y dictadura del buen gusto

Dani Aranda, Cristina Pujol

Las caricaturas siempre son una exageración de rasgos, discursos o características que en definitiva expresan una opinión, un punto de vista o una crítica. La identificación de la cultura popular mediática y sus públicos con una mera vulgarización supone un etnocentrismo de clase.

 

El anterior video, más allá de la comicidad, representa uno de esos tantos discursos que relacionan el significado de fan con actividades psicopáticas o desórdenes emocionales. La autora norteamericana Joli Jensen cree que la relación enfermiza que se suele establecer entre fans, estrellas y medios de comunicación es una constante que responde más a convicciones fatalistas sobre procesos sociales actuales que a una relación real entre la actividad de los fans, las estrellas y los productos mediáticos distribuidos en masa. La concepción de los fans como individuos obsesivos y solitarios nos remite a una imagen de alienación del individuo dentro de la masa, así como a la imagen del fan que vive entre las multitudes y es víctima de la irracionalidad y de la persuasión de los medios de comunicación. La ausencia y pérdida constante del valor comunitario tradicional y el aumento del poder de los medios de comunicación son las causas principales de la preocupación de este tipo de crítica sociocultural contemporánea. 

 
De este modo, las tendencias o usos fanáticos se definen, según este modelo patológico, como una forma de compensación psicológica, un intento de expulsar los fantasmas y los vacíos de la vida moderna. Jensen cree que la asociación del consumo cultural que los seguidores hacen de un determinado producto cultural llamado, vagamente, de masas, determina el estatus de estos mismos receptores, calificándolos de vulgares o motivados por el exceso y la emoción propios de las clases populares. O lo que es lo mismo, cierta ideología asociada al buen gusto motiva la segregación de los individuos cualificados culturalmente, representantes del buen gusto, de aquellos otros desposeídos de prestigio cultural, de buen gusto.

 
Esta idea que relaciona el consumo cultural con las diferencias sociales tiene su origen en la obra del sociólogo francés Pierre Bourdieu, quien, partiendo de una metáfora con el sistema capitalista, describió los procesos de acumulación culturales desde una perspectiva económica. Para Bourdieu hay tres tipos de capital: simbólico (prestigio), cultural (gusto) y económico (dinero). Distribuidos de forma desigual entre la sociedad, estos capitales permiten la existencia de clases y fracciones de clase definidas según la cantidad de capital heredado o que se está en disposición de adquirir. El concepto clave que utiliza es el de distinción: las luchas de poder entre las diferentes clases o fracciones de clase se materializan en la necesidad de poseer suficiente capital para ganar ventaja o reconciliarse a uno mismo con sus condiciones de vida, de tal modo que cada grupo diferenciado defenderá y cultivará un particular estilo de vida, un particular gusto cultural.


En la misma línea y con el objetivo de ilustrar esta legitimación de las diferencias sociales que lleva implícito el consumo cultural, se erige el trabajo de John Fiske. Para el inglés, la cultura oficial, al igual que el dinero, distingue entre aquellos que la poseen y los que no. Invertir en educación, en la adquisición de ciertos tipos de gustos y competencias legitimadas socialmente “producirá un retorno social en términos de mejores perspectivas de trabajo, aumento de prestigio social y una posición socioeconómica más elevada”. 


Otro de los discursos que justifican la actividad patológica de los fans asociada al consumo de la cultura considerada de rango inferior viene dado por la descripción de las actividades fanáticas como representantes del exceso y la exhibición emocional (por ejemplo, las manifestaciones histéricas en la puerta de los hoteles donde se aloja alguna estrella de cine o al borde de la alfombra roja en las entregas de premios o festivales de cine). La base de esta apreciación se halla en la dicotomía existente entre razón y emoción asociadas a la distinción cultural: si la racionalidad se asocia al conocimiento objetivo de la realidad social y física, la emoción, ya desde los postulados de la Ilustración, se relaciona con la subjetividad, la imaginación y la irracionalidad. En palabras de Jensen: “Las emociones, según esta lógica, llevan a una peligrosa imprecisión de la línea que separa fantasía y realidad, mientras la obsesión racional, aparentemente no”. “Definir la exposición desordenada y emocional del fan como excesiva –prosigue Jensen– permite la celebración de todo lo que es ordenado y poco emotivo.  El autocontrol es un aspecto clave del comportamiento adecuado. A aquellos que muestran reacciones explosivas o apasionadas se les considera fuera de control; aquellos que muestran reacciones templadas y desapasionadas son considerados tipos superiores”.

 

En resumen, la relación que identifica la cultura de popular mediática y a sus públicos con decadencia, vulgarización, desorden… no es más que el reflejo de un etnocentrismo de clase, o lo que es lo mismo, considerar natural y obvio una sola forma de percibir y pensar el mundo, citando a Bourdieu. Se trata de un etnocentrismo de clase que hace de la división de clases su negación: la negación de que puedan existir otros gustos con derecho a ser tales. Una clase que se aferra a su estatus negando a la otra la existencia de una cultura, desvalorizando cualquier otra estética, cualquier otra sensibilidad, que es lo que en griego significa estética.

 

Para saber más:


Bourdieu, P. (1998). La distinción. Criterio y bases sociales del gusto. Madrid: Taurus.

 

Fiske, J. “The cultural economy of fandom”, en Lewis, L. (1992). The adoring audience. Fan cultura and popular media. Londres: Routledge.

 

Jensen, J. “Fandom as pathology: the consequences of characterization”, en Lewis, L. (1992). The adoring audience. Fan cultura and popular media. Londres: Routledge.

 

 

Cita recomendada

ARANDA, Dani; PUJOL Cristina. Patologia fanática y dictadura del buen gusto. COMeIN [en línea], agosto-septiembre 2012, núm. 14. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n14.1264

cine;  entretenimiento;  televisión; 
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