El cierre de RTVV sintetizado con la imagen fundiendo a negro de Canal 9 del pasado 29 de noviembre ha provocado ‒especialmente en la sociedad valenciana‒ una serie de reacciones y debates: desde el momento en que se anuncia la ilegalidad del ERE en la empresa pública hasta el momento en que se corta la señal, primero de la radio y después de la televisión.
No voy a entrar a relatar con detalle la crónica de los hechos, dado que ya han dado cuenta de ello los medios de comunicación. Me remitiré, por ejemplo, a la entrevista a una de las afectadas por el cierre de la corporación publicada en COMeIN hace dos semanas por la profesora Silvia Martínez ( "Paz Orero: 'RTVV había dado la espalda a sectores de la sociedad que ahora han protestado para que no se cierre'").
En este artículo me gustaría tratar la reacción social que se ha producido ante este hecho, y plantear algunas dudas sobre cuáles serán los siguientes pasos de esta historia, que no se acaban de perfilar muy claramente. Además, explicaré cuál ha sido mi impresión o experiencia personal en relación a este hecho, donde posiblemente también habrá un toque de nostalgia. Pido disculpas por adelantado.
Recuerdo con bastante nitidez el día que Canal 9 emitió por primera vez, el día 9 de octubre de 1989. Eran otros tiempos, quizás no tan ideales como tendemos a pensar, en términos políticos y sociales, pero la sociedad y la identidad valenciana es compleja. En el artículo "Fue un gran sueño", escrito por Toni Mollà, se describe de forma muy sintética y esclarecedora la trayectoria de la cadena. Recuerdo que llamábamos popularmente a Canal 9 la valenciana, comparándola con la catalana, ya que entonces también veíamos TV3 de forma habitual , y esta coexistencia natural en cierto modo reafirmaba las formas occidentales de la lengua (aunque con algunas limitaciones y censuras) y, por extensión, la identidad valenciana. También es cierto que durante aquellos años, en los que se crearon una buena parte de las televisiones autonómicas, había un cierto consenso social sobre los beneficios de las televisiones de proximidad, hecho que hizo proliferar tanto las televisiones locales como las titulaciones académicas orientadas a formar profesionales de este ámbito. Es el caso de las licenciaturas en comunicación, y más especialmente las de comunicación audiovisual y periodismo.
En cuanto a Canal 9, en los años que siguieron a estos inicios con el cambio de Gobierno se fueron introduciendo cambios, tanto en los presentadores como en los contenidos. Poco a poco se eliminaron programas en valenciano, quedando prácticamente reducidos a los informativos y algún que otro programa de tipo folclórico. Aún así, la cadena seguía teniendo audiencia, aunque sólo fuese para estar informados del oratge (el tiempo meteorológico, algo muy importante en una sociedad todavía muy agrícola a pesar de todo) y mirar alguna serie de ficción de producción propia.
Sin embargo, todas las manipulaciones producidas (o la realidad paralela que se explicaba en los telediarios) más un tipo de programas y contenidos poco interesantes hicieron que la audiencia diera definitivamente la espalda a la cadena, reduciendo el rating a un 3%. A partir de ahí, la historia es conocida: una plantilla sobredimensionada a lo largo de los años, el anuncio de un ERE que comienza a hacerse efectivo durante todo el año 2013 y un intento de cambio de rumbo de la cadena (incluso con un cambio de imagen corporativa radical) para intentar subsanar todos los defectos que habían arraigado en el ente. Acto seguido, la anulación del ERE el día 4 de noviembre generó la reacción del Gobierno valenciano con el final conocido por todos.
Las reacciones de la sociedad ante este hecho han sido bastante polarizadas: teniendo en cuenta la trayectoria de la cadena en los últimos años, muchos ciudadanos han reprochado a los trabajadores de la corporación haber reaccionado demasiado tarde ante las malas prácticas profesionales que se llevaban a cabo, y haber dado la espalda a la sociedad. Estas reacciones se produjeron principalmente en las redes sociales, blogs y medios a partir de declaraciones de periodistas (algunos trabajadores que cuentan su experiencia desde dentro) durante los días que siguieron al anuncio del cierre de la cadena por parte del president de la Generalitat (del 5 al 7 de noviembre). Tienen razón; la expresión “lo tienen merecido” y la idea de hacer tábula rasa y tener una televisión renacida como un ave fénix de las cenizas de ésta toma forma en una parte de los valencianos. Sin embargo, resulta enormemente injusto centrar todo el peso del problema en los trabajadores. No se puede decir que sean todos iguales, del mismo modo que no se puede decir que no hayan hecho nada, tal y como se recoge en el artículo "Dos anys de lluita en 18 dates" ("Dos años de lucha en 18 fechas"). Más aún, tampoco podemos considerar que la sociedad valenciana haya estado a la altura del problema a lo largo de los últimos 20 años, tal y como recoge Josep Nadal en el artículo "I estos de Canal 9 ara què volen?" ("¿Y estos de Canal 9 ahora qué quieren?"). Como decía, la sociedad valenciana es compleja, y seguramente parte del sector disconforme con la línea de la cadena no lo ha expresado con suficiente contundencia (por diferentes motivos que ahora mismo no tenemos espacio para explicar).
Sin embargo, es a partir de los días que siguen, especialmente del 7 de noviembre, cuando se pide perdón a las víctimas del metro, y del día 9 de noviembre, cuando se produce una manifestación en apoyo del ente público, que predominan los mensajes más positivos y reivindicativos de una televisión pública valenciana, hasta el momento de su cierre definitivo el día 29 de noviembre. Se puede realizar el seguimiento en Twitter a partir del hashtag #rtvvnoestanca ("RTVV no se cierra").
El cierre definitivo merece una mención especial: se podría decir que ya nos encontramos con una experiencia colectiva de un final donde la narración de los hechos ocurridos contiene una clara vertiente épica, que sintetiza el canto del cisne de un medio, conducido los últimos días a partir de la autogestión de los trabajadores, donde aparece un héroe (Paco Telefunken, el técnico que se niega a cortar la señal), para dar paso finalmente a una clausura violenta tanto visual como emocionalmente y al fundido a negro.
Hasta aquí la visión de los trabajadores y la sociedad. ¿Pero qué dice el Gobierno? El discurso oficial se limita a reducir el problema a una cuestión laboral, poniendo números de trabajadores que irán al paro y comparándolos con otras empresas donde también se han realizado ajustes. De esta manera, todo se relativiza, los números no son relevantes, sobre todo ante la mayoría de votos que aún tienen.
De lo que pasará en el futuro no se dice ni una sola palabra, pero resulta difícil pensar que no haya un plan B. No se puede cerrar con llave y abandonar todo lo que hay dentro: infraestructuras, materiales, etc. Algunos de los elementos sobre los que se ha empezado a hablar es el patrimonio documental audiovisual, pero la cuestión va más allá de lo material, se trata de una cuestión social y también de industria audiovisual y cultural, entrelazada con la formación universitaria en este sector. Algunas de las opciones con las que se especula están relacionadas con la sombra de la privatización, que siempre ha estado cerca, o quien sabe si se está esperando que esta decisión quede en manos de quien venga después, una vez pasadas las elecciones, tanto si hay cambio de partido como si no.
Cita recomendada
SAN CORNELIO, Gemma. Fundido a negro en RTVV: ¿y ahora qué? COMeIN [en línea], diciembre 2013, núm. 28. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n28.1386
Profesora de Comunicación Audiovisual y Diseño de la UOC