Ya hemos comentado en anteriores artículos las supuestas novedades que traen consigo la llamada web 2.0 y las redes sociales virtuales en general. Nuevos perfiles profesionales, como el community manager o el content curator, y nuevas maneras de trabajar y aprender como el trabajo colaborativo en red, arropados por el crowdsourcing y el crowdfunding, y el aprendizaje colaborativo basado en comunidades (palabras que hemos tenido que adquirir con urgencia y que no siempre hemos acabado de entender). Sobre estas últimas, quizás menos novedosas pero desde mi punto de vista aún no suficientemente consolidadas, me gustaría escribir hoy.
En una entrada de Dolors Reig en su blog El Caparazón del pasado 11 de noviembre, explicaba que las comunidades en las que se aprende, se comparte conocimiento o experiencias profesionales o se solucionan problemas colaborativamente son tendencia 2013. Si realmente son tendencia (y pienso que sí, que verdaderamente lo son) deberíamos conocer algo más en profundidad de qué estamos hablando.
Para comenzar deberíamos aclarar qué entendemos por comunidad y en qué se distingue de la red social. Estos dos términos se utilizan con demasiada frecuencia como sinónimos y no lo son en absoluto. Las comunidades virtuales son grupos reducidos que comparten intereses comunes y que tienen un elevado factor de cohesión y un fuerte compromiso mutuo. Las redes sociales virtuales son mucho más amplias, con intereses más amplios y variados. Dentro de una red social puede haber varias comunidades.
Comunidades hay de muchos tipos, tantos como intereses pueden tener sus miembros. Pero no en todas se aprende colaborativamente ni mucho menos se comparte conocimiento. Aquí nos vamos a centrar en aquellas donde sí se produce este fenómeno. Son las denominadas comunidades de valor, y las hay de tres tipos: comunidad de aprendizaje, comunidad de interés y comunidad de práctica.
Comencemos describiendo las comunidades de aprendizaje. Las comunidades de aprendizaje (CA) son contextos en los que los alumnos aprenden gracias a su participación e implicación, en colaboración con otros alumnos, con el profesor y con otros adultos, en procesos genuinos de investigación y construcción colectiva del conocimiento sobre cuestiones personal y socialmente relevantes (Onrubia, 2004). Pero las comunidades de aprendizaje no quedan circunscritas únicamente a las aulas de la enseñanza y la educación, sino que son claramente exportables a contextos organizacionales. Por ejemplo, podría darse el caso en que, en una empresa, surgiera una comunidad de aprendizaje entorno a una nueva herramienta informática. Y que entre unos cuantos compañeros decidieran ayudarse para aprender más rápido su funcionamiento. La comunidad de aprendizaje finalizará cuando todos los miembros supieran utilizar la nueva herramienta.
Pasemos ahora a describir las comunidades de interés. Así como las comunidades de aprendizaje están en gran medida ligadas al e-learning, las comunidades de interés forman parte del corazón de Internet. Fueron los científicos los primeros en utilizar Internet para compartir datos, cooperar en investigaciones e intercambiar información. Pero a partir de la segunda mitad de la década de los 90 del siglo pasado, el uso se fue haciendo extensivo a otros intereses. Seguramente, sin ir más lejos, el fenómeno fan ha sido también uno de los mayores impulsores: seguidores de grupos musicales, cinéfilos, lectores adictos, entre otros. En la actualidad, las casuísticas son infinitas. Desde enfermos de cáncer que comparten cómo hacer frente a los efectos de la quimioterapia (desde el Hospital Clínic de Barcelona, se está llevando a cabo una iniciativa tan brillante como valiosa en este sentido), hasta grupos de madres que comparten técnicas de lactancia y de preparación al parto o información sobre guarderías y colegios (como sucede, por ejemplo, en el foro de este sitio sitio web), además de poder efectuar compra on-line de productos de puericultura, lactancia, etc. Son grupos muy amplios de varios centenares o más y en los que la gran mayoría no se conocen entre sí. Estas comunidades suelen tener una larguísima vida basada en el relevo de sus miembros.
Por último, describiremos las comunidades de práctica (CP). Una comunidad de práctica es un grupo de personas que desempeña la misma actividad o responsabilidad profesional y que, preocupado por un problema común o movido por un interés común, profundiza en su conocimiento y pericia en este asunto a través de una interacción continuada. Para que una comunidad de práctica funcione como tal, es importante que sus miembros desempeñen la misma actividad o responsabilidad profesional; de otro modo, sus miembros no podrán compartir sus experiencias ni profundizar en la praxis diaria. En otras palabras, no estaremos ante una comunidad de práctica sino que, más probablemente, hablaremos de una comunidad de interés o de aprendizaje. Ejemplos muy conocidos de comunidades de práctica son el caso de los reparadores de fotocopiadoras de Xerox, o el de los tramitadores de solicitudes médicas de una compañía de seguros, o el de los empleados de “la Caixa” a través de la plataforma Virtaula.
Las comunidades de práctica tienen una estructura muy simple y no necesitan de muchas figuras para intervenir y garantizar su funcionamiento diario aunque no todos los autores están de acuerdo en esto. Para Wenger, McDermott y Snyder (2001), solo hay tres figuras distintas o tres roles distintos a desempeñar en el seno de la comunidad: el moderador, los líderes y los miembros de la CP. Los moderadores o también llamados dinamizadores tienen un papel fundamentar para garantizar el buen funcionamiento de la comunidad. Los líderes juegan un papel influyente y clave para atraer la participación y legitimar la CP. Y por último los miembros propiamente dichos de la CP, con una participación más o menos activa, son el cuerpo central de la comunidad.
El intervalo de tamaño óptimo para garantizar el buen funcionamiento, y por tanto, la eficiencia de una CP debería estar entre 50 y 80 miembros. A nuestro parecer, un grupo inferior a 30 miembros tendría una actividad muy pobre y superior a 100 pondría en riesgo la buena gestión de la comunidad, que seguramente acabaría dividiéndose en comunidades más pequeñas. Por lo tanto, creemos que el intervalo entre 50 y 80 garantiza la salud de a comunidad y su estabilidad grupal. La CP durará mientras dure el interés de sus miembros.
Las similitudes y diferencias entre las comunidades de aprendizaje y las comunidades de práctica, aunque pequeñas, son claras. La frontera entre las comunidades de práctica y las comunidades de aprendizaje es difusa pero consideramos que hay un factor que las distingue claramente. Y es que las primeras surgen y se entienden en el contexto de las organizaciones o de las profesiones. Es decir, pertenecen al ámbito del trabajo diario, a la práctica profesional diaria. De ahí el nombre de comunidad de práctica. Sin embargo, las comunidades de aprendizaje están circunscritas al ámbito docente y al proceso de asimilar conceptos y materias. Pero hay algunos rasgos más que nos ayudan a distinguirlas. Así, por ejemplo, la diferencia en el número de integrantes que en las CA es menor que en las CP. Y, además, a diferencia de las de práctica, las comunidades de aprendizaje llegan a su fin cuando ya se han adquirido los conocimientos objeto del aprendizaje. Por otro lado, coinciden plenamente en la posibilidad de una virtualidad total en caso de que se prefiera a la presencialidad. Y en la necesidad de la existencia de la figura de un moderador/dinamizador. Esta figura, al igual que en el caso de las CP, es de vital importancia para garantizar el funcionamiento de las comunidades de aprendizaje.
Si comparamos las comunidades de interés y comunidades de práctica, en las comunidades de interés se comparte información y experiencias, y éstas pueden o no tener que ver con la praxis profesional. Como decíamos anteriormente, las comunidades de interés son un producto claramente derivado de Internet y este tipo de comunidades sólo existen virtualmente a diferencia de las comunidades de aprendizaje y las de práctica, donde sus miembros sí se conocen entre ellos de manera previa al nacimiento de la comunidad.
Dicho todo esto, hay que considerar que no siempre encontramos comunidades puras. Y que éstas, como sus miembros, evolucionan o pueden atravesar distintas fases a lo largo de su vida. Una comunidad puede nacer siendo de interés y un grupo de ésta puede, con el tiempo, constituir una comunidad de práctica. Pero es importante distinguirlas y conocer sus diferencias. Son conceptos que llevan más de una década conviviendo con nosotros de una manera más o menos natural y va siendo hora de que los utilicemos correctamente si es que –como dice Reig– este 2013 va a ser su año.
Para saber más:
Sanz Martos, Sandra (2012). Comunidades de práctica: el valor de aprender de los pares. Barcelona, EdiUOC.
Sanz Martos, Sandra (2012). Comunidades de práctica. Cómo compartir conocimiento y experiencias profesionales. Barcelona, EdiUOC
Cita recomendada
SANZ MARTOS, Sandra. Las comunidades de práctica son tendencia. COMeIN [en línea], febrero 2013, núm. 19. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n19.1312
Profesora de Información y Documentación de la UOC