La iniciativa se llama
The ALS Ice Bucket Challenge y consiste en una campaña de recaudación de fondos para la lucha contra la enfermedad neurodegenerativa esclerosis lateral amiotrófica (ALS, o ELA en su traducción al castellano). La consigna, si deseas participar, es a la vez absurda y sencilla: grábate vertiéndote encima un cubo de agua helada e invita a tres amigos a hacer lo mismo. A continuación se espera que publiques el vídeo en las redes sociales y realices una donación de 10 dólares a la
ALS Association.
En el verano de 2014 la idea se ha vuelto viral y se ha convertido en un fenómeno mediático, sobre todo en Estados Unidos, donde numerosas celebridades, políticos y deportistas ya han dejado registro de su disposición a, literalmente, mojarse por la causa. La cifra de participantes no deja lugar a dudas sobre el éxito de la iniciativa. Según un reciente reportaje del
The New York Times, el número de vídeos compartidos en Fecebook durante las dos primeras semanas de campaña asciende a 1,2 millones, mientras en Twitter el fenómeno ha sido mencionado más de 2,2 millones de veces en poco más de 15 días. Las donaciones a la
ALS Association también se han disparado: 260.000 nuevos donantes y 13,3 millones de dólares recaudados solamente entre el 29 de julio y el 15 de agosto del año en curso. Una cantidad que resulta aún más impresionante si se compara con el 1,7 millón de dólares que recibió la asociación en el mismo período del año pasado.
Pero pese al innegable éxito mediático de
The ALS Ice Bucket Challenge, cada vez son más las voces críticas que acusan a este tipo de campaña de fomentar la autopromoción, la diversión y la trivialización del activismo, en lugar de una participación más genuina en iniciativas caritativas y de concienciación social.
Willard Foxton, periodista del
The Telegraph, es una de esas voces. Hablando de este caso en particular, opina que todo el asunto se ha trasformado en un
freakshow que combina los peores elementos del narcisismo digital, el culto a las celebridades y el deseo de complacer la propia conciencia haciendo “
clicktivism” desde el sillón. “No sé ustedes -dice Foxton- pero el espectáculo bufón de multimillonarios que donan 10 dólares a cambio de publicidad gratuita me parece bastante deprimente. No puedo dejar de pensar que estarían menos dispuestos a involucrarse en cualquier otro desafío que fuera, digamos así, algo más desafiante”.
Ben Kosinski, especialista en tecnologías digitales y fundador de
Sumpto.com (una plataforma que mide el nivel de influencia de los universitarios), sigue la misma línea de raciocinio. Nos recuerda que cuando
The ALS Ice Bucket Challenge comenzó, la persona retada a participar tenía 24 horas para realizar una donación económica a la causa. Sin embargo, debido a la naturaleza viral de los vídeos, este componente se ha ido diluyendo. En su lugar, la gente está más preocupada en preparar la puesta en escena: elegir el escenario, preparar la cámara, decidir qué amigos nominar. “En el primer intento no has cogido tu mejor ángulo, en el segundo balbuceas... ops, otro intento, más hielo, vuelve a empezar”. Al final -ironiza Kosinsky- has comprado seis bolsas de hielo, invertido muchísimo tiempo en crear el video”. Es verdad que la
ALS Association ha visto cómo se incrementaban de forma increíble las donaciones. Pero, ¿qué pasaría -pregunta Kosinsky- si los miles de participantes hubieran simplemente donado a la asociación el dinero invertido en bolsas de hielo?
Las críticas me parecen pertinentes. Sobre todo en un momento de nuestra historia social en que nos aproximamos a territorios inexplorados del narcisismo digital, donde fácilmente podemos difundir nuestra vida cotidiana en la red y ser el centro de nuestro propio universo virtual. "En el futuro, todo el mundo será famoso durante quince minutos". Es posible que el mismo Andy Warhol se sorprendiera al conocer de qué extraño modo sus previsiones se han hecho realidad. Las redes sociales son hoy un gran escaparate, y no hace falta más que conexión a Internet, algo de inventiva y una buena dosis de exhibicionismo para darse a conocer. Es innegable que Internet ha abierto un campo enorme de posibilidades a la participación social, pero ¿en qué medida el activismo digital está promoviendo un compromiso real y concienciado en iniciativas solidarias?
Hubo un tiempo en que los niños soñaban con ser médicos, pilotos de avión o jugadores de fútbol, y en que el activismo requería algo más que clics,
retweets y firmas digitales. Pero el mundo ha cambiado y no hay tiempo para la nostalgia.
Las nuevas generaciones quieren ser youtubers y parecen estar listas para hacer la revolución con sus móviles en mano. Es verdad: las redes sociales están transformando la participación ciudadana, ofrecen recursos espectaculares para compartir ideas, promueven nuestra capacidad de organizarnos, dan forma a nuestros mensajes y los difunden ampliamente. Falta ver si el resultado de nuestras luchas posmodernas irá allá de un baño de agua fría.
Cita recomendada
CREUS, Amalia. Clicactivismo. COMeIN [en línea], septiembre 2014, núm. 36. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n36.1455