Número 51 (enero de 2016)

La fuerza de la Fuerza

Jordi Sánchez-Navarro

El estreno de Star Wars: El despertar de la fuerza nos ha ofrecido la oportunidad de pensar en el impacto de la saga creada por George Lucas en la cultura popular contemporánea. La cobertura dada por los medios al estreno, a las primeras reacciones del público y a los resultados iniciales de taquilla ha mostrado hasta qué punto los grandes acontecimientos del mundo del espectáculo siguen siendo socialmente relevantes.

Los estudios de mercado difundidos en las últimas décadas han ido mostrando invariablemente que, en el caso de Estados Unidos, la mayoría de los espectadores cinematográficos son jóvenes menores de treinta años, y que los mayores de treinta años acuden a las salas de cine ocasionalmente —entre una y seis veces al año— . De la población adulta con hijos, aproximadamente la mitad acude una o ninguna vez al año, mientras que los adultos sin hijos van más porque este porcentaje baja hasta el treinta y cinco por ciento. El público mayoritario, por tanto, está formado por jóvenes que asisten a menudo y familias con hijos que acuden al cine en ocasiones especiales. En estas ocasiones consumen películas de aventuras familiares, que se estrenan estratégicamente en períodos vacacionales, lo que hace, a su vez, que esta película familiar se convierta en un éxito; y esto estimula la creación de nuevas producciones que siguen la fórmula.  

 

La consecuencia de lo apuntado es que la película de aventuras familiares se convierte en el elemento central de la economía de la industria del cine y, al mismo tiempo, en el eje central de la experiencia como espectadores cinematográficos de la mayoría de la población. Sin embargo, la verdadera mayoría consume las ficciones cinematográficas fuera de las salas de cine, por lo que los auténticos grandes éxitos mundiales son aquellas producciones que triunfan en las salas pero también muestran la capacidad de extender su vida de forma muy significativa en otras pantallas. 

 

En el caso europeo, el estudio de tendencias de consumo cinematográfico encargado por la Comisión Europea en 2013 identificó cinco perfiles de espectadores de cine. El primero son los ‘hyperconnected movie addicts’, grandes consumidores de películas y otros contenidos mediáticos; el segundo son los ‘rushed independent movie selective’, identificados como consumidores con preferencias muy definidas en cuanto a cine europeo; un tercer grupo son los llamados ‘mainstream blockbuster lovers’, grupo que no necesita mayor explicación. Los dos últimos grupos identificados por el estudio son los ‘occasional hit grazers’ (picoteadores ocasionales de éxitos), que ven menos películas que los espectadores de las categorías mencionadas anteriormente, y los ‘movie indifferents’, aquellos que ven muy pocas películas. 

 

En este contexto parece evidente que si existe un tipo de película capaz de congregar el máximo de públicos, tanto en las salas de cine como posteriormente en otras pantallas, es el blockbuster de aventuras. Este es el contenido que atraerá inmediatamente a los grandes consumidores, a los amantes del mainstream, a los picoteadores ocasionales e incluso puede que a los indiferentes, que si van a ver un tipo de película será esta y no otra. El blockbuster puede prescindir inicialmente del sector de público con preferencias muy definidas por el cine de autor e independiente, contando con que su repulsa activa forma parte de la lógica cultural. Star Wars: El despertar de la fuerza es el más reciente ejemplo del cine capaz de modelar esa clase de hegemonía. 

 

La primera Star Wars (La guerra de las galaxias, George Lucas, 1977) contribuyó a dar forma definitiva al moderno blockbuster de aventura familiar, al diseñarse de forma intencionada como una película producida para el consumo simultáneo de públicos muy diversos, dirigida a todos los grupos de edades, aunque muy especialmente a los niños y jóvenes y a sus padres, gracias a la mezcla de acción espectacular y a su tratamiento altamente emocional de las relaciones familiares. Star Wars, como luego todos los blockbusters que surgieron tras ella, ofrecía dos fuentes muy diferentes de fruición: placer infantil y lúdico por un lado y autorreconocimiento adulto y nostalgia por otro. En la película se mezclaban varios géneros populares —fantasía, ciencia ficción, western, películas de samuráis, aventuras clásicas— para crear un nuevo género: la aventura dirigida a todos los públicos. Star Wars cambió la industria del cine precisamente por inaugurar una nueva lógica de explotación cinematográfica, por representar un cambio radical en el enfoque de las películas de éxito —del nuevo Hollywood de los setenta, más adulto y de autor, a un Hollywood más orientado al espectáculo—, y por modificar las relaciones de poder en la industria del cine, desde el momento en que creadores emergentes como George Lucas y Steven Spielberg se convierten en las nuevas figuras que van a controlar Hollywood: poderosos productores-directores embarcados en proyectos de enorme envergadura. 

 

Casi cuarenta años después del título que lo inauguró todo, Star Wars: El despertar de la fuerza vuelve a demostrar que el cine tiene la capacidad de impactar en la sociedad, en un momento en que parecía que ningún contenido mediático tenía ese poder. Es simplista pensar que estamos todos hablando de la película de J. J. Abrams porque la maquinaria publicitaria y promocional nos obliga a ello. Hablamos porque es relevante. Gracias a la película volvemos a hablar masivamente de argumentos universales como el del héroe que emprende un viaje que lo transforma. Gracias a ella discutimos socialmente hasta qué punto el cine es pura evasión o debe conectar con la sensibilidad cultural de los jóvenes de su época. Todo ello, hay que decir, mientras un notorio sector de la intellitgensia denuncia amargamente que el fenómeno no es más que una operación de Disney para vender juguetes a niños y padres zombificados

 

Un ejemplo de la fuerza que tiene la Fuerza es la discusión reciente sobre la marginación de la figura de la protagonista femenina, Rey, en áreas del merchandising generado por la película. Las redes sociales se han llenado de consumidores indignados por el hecho de que ciertas colecciones de muñecos (action figures) o la edición dedicada a la película del popular juego Monopoly eludían la presencia de Rey. Estos consumidores se han mostrado críticos con esas omisiones utilizando el hashtag #WheresRey. Una de las novedades evidentes de Star Wars: El despertar de la fuerza es el protagonismo en la acción física de un personaje femenino, Rey, que recoge el testigo de la rebeldía, las capacidades físicas y el carisma de recientes heroínas de acción como el icono definitivo de la narrativa young adult Katniss Everdeen (el personaje principal de la saga Los juegos del hambre). Rey es protagonista de pleno derecho y el público espera que su presencia en el merchandising sea tan relevante como la de las figuras masculinas que aparecen en la película. El hecho de que la película de Abrams motive, también, ese tipo de debates muestra con claridad dos cosas: la primera es que todo lo que tenga que ver con aquella galaxia muy, muy lejana sigue siendo relevante para muchas personas; la segunda es que el entretenimiento de calidad tiene el poder de generar innumerables reflexiones no solo sobre el producto en sí, sobre su dimensión estrictamente textual, sino también sobre todo aquello que rodea al texto.

 

Cita recomendada

SÁNCHEZ-NAVARRO, Jordi. La fuerza de la Fuerza. COMeIN [en línea], enero 2016, núm. 51. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n51.1604

cine;  entretenimiento; 
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