De entre los infinitos atractivos que ofrece un festival como Sitges para los amantes del cine, fantástico (o no), encontramos también charlas profesionales como las organizadas por el Film Hub. En este artículo comparto de forma breve una síntesis de la sesión titulada “¿Cuánto vale una película?”, que se convirtió en una interesantísima masterclass sobre cómo se compran, se venden y se estrenan hoy en día las películas.
El pasado 28 de diciembre Netflix presentó una propuesta guardada con calculado semi-secretismo. Un formato inédito de la prestigiosa serie distópica Black Mirror, de Charlie Brooker, en forma de largometraje interactivo. El impacto -y la polémica- han sido notables: ¿el futuro del audiovisual? ¿Un experimento innovador, aunque limitado en su alcance? ¿Un truco caduco deudor de fórmulas ya agotadas y de poco calado? Yo estoy a medio camino entre las dos primeras opciones y en este COMeIN daré algunos apuntes sobre por qué. En cualquier caso, creo que Black Mirror: Bandersnatch merece mucha atención como ficción interactiva. Si quieres seguir (no spoilers), pincha aquí.
Éste podría parecer un artículo tardío sobre los Premios Oscar. Pero no. Ciertamente, en 1986, el film Memorias de África se llevaba varios Premios Oscar en medio de cierta polémica acerca sus méritos reales. Como este año, vamos. Pero me interesa ir algo más atrás, hasta 1982, momento en que triunfaba en las listas de todo el mundo una canción denominada Africa, interpretada por la banda norteamericana Toto. Más de tres décadas después, quizás no nos acordamos mucho de Memorias de África, pero Africa se ha convertido en algo así como la canción de Internet, a golpe de memes y versiones. Esta es ─una parte─ de la historia.
En términos televisivos, el año 2019 será recordado en buena parte por la finalización de series tan queridas y al mismo tiempo con etapas finales tan criticadas desde el propio fandom como Juego de Tronos o Big Bang Theory. Pero esta vez quiero fijarme en una serie de legado casi infinito y tampoco exenta de polémica entre los fans. Vuestra próxima parada, de nuevo... La dimensión desconocida.
En un artículo publicado el pasado mayo en Retina, suplemento de economía de El País, Guillermo Vega efectuaba una encendida defensa del uso de la lengua propia (en su caso el castellano) contra el abuso de anglicismos innecesarios que se instalan en nuestro bagaje comunicativo cotidiano, cuando ya disponemos de las palabras adecuadas. ¿Pero qué sucede cuando no es el caso? Sobre esto quiero reflexionar en este artículo.
Estos últimos meses están siendo emocionalmente intensos por muchos motivos. Uno de ellos, la definitiva explosión del movimiento colectivo que confronta lo que vivimos ya con el nombre de emergencia climática; en definitiva, que nos confronta con nuestro futuro inmediato y el de las próximas generaciones. Las acciones y reacciones en torno a Extinction Rebellion, la denominada huelga por el clima y la popularidad creciente de Greta Thunberg son el punto de partida de toda una serie de pensamientos, sentimientos y conflictos que me asaltan como ciudadano, comunicador, padre y académico implicado en el estudio de la cultura popular y las narrativas digitales. Esto es lo que quiero compartir con vosotros en este artículo.
El reciente estreno de Drácula, coproducida por la BBC y Netflix, ha levantado fuerte expectación, además de no poca polémica por las libertades tomadas respecto al original literario y a las estructuras narrativas y temporales tradicionales. No es de extrañar, pues detrás de él se encuentran Mark Gatiss y Steven Moffat, quienes ya transgredieron con Sherlock.
La crisis sanitaria, social y comunicativa global que conocemos como la crisis del coronavirus tiene escasos precedentes. Y evoluciona de tal manera que lo que escriba a día de hoy puede haber dado un giro significativo en cualquier momento. Como en las buenas historias. Y esta es la aproximación que quiero darle en este artículo de COMeIN: centrarme en algunas manifestaciones de la crisis en las redes sociales, en forma de historias, ficcionadas o no.
Uno de los acontecimientos televisivos –y cinematográficos– más esperados de 2021 es la serie Bruja Escarlata y Visión (WandaVision, Disney+). Porque, tras un año de retrasos e incertidumbre en las salas de cine, marca el inicio de una nueva fase de esa locomotora que es el Marvel Cinematic Universe (MCU). Porque se nos ha ido sugiriendo que la serie plantea un experimento formal nunca visto. Y porque se está jugando con nuestra capacidad para formular teorías hasta extremos insospechados. En este artículo, escrito con la serie en marcha, no encontraréis revelaciones (¿no?), sino una mirada a por qué Bruja Escarlata y Visión es una contribución muy relevante a la cultura popular contemporánea. Puede haber spoilers, pero...
En este artículo intentaré ordenar mis impresiones, fruto de una serie de conversaciones reveladoras y un reciente reportaje televisivo que coinciden en poner el foco en hacia dónde va eso que llamamos televisión. El reportaje era concretamente un Lo de Évole que el periodista catalán dedicó a una figura clave para entender el momento en el que nos encontramos en el ámbito de la comunicación: Ibai Llanos.