El K-pop es un potente movimiento cultural de origen coreano basado en la música, pero que no se puede entender sin una estética visual, un trasfondo cultural (y de industria cultural) y un fandom global profundamente implicado. El K-pop trasciende la simple etiqueta de pop fabricado para adolescentes y ha adquirido sorprendentes implicaciones sociales e incluso políticas. Mi hija es fan total del género y, en parte por interés, en parte por exposición, me propongo darle una vuelta en este artículo. K-pop, in your area.
Recientemente mantuve una conversación con la guionista de televisión Marta Gené Camps por el podcast de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación, Parenthesis. Ella es parte del equipo creativo de las primeras tres temporadas de la serie Manifest y cuenta con una larga y apasionante experiencia en la televisión norteamericana. Hablamos de cómo funcionan las series de televisión desde dentro; qué hacen guionistas, productoras, showrunners o directoras, entre otras muchas cosas. Este artículo quiere ser un complemento al episodio, donde me centro en el fenómeno de la campaña de fans que ha salvado Manifest de la cancelación, consiguiendo que Netflix lo acoja para una macrotemporada final.
Con todo a punto para la celebración del fin de año de 2015, los productores de Axanar, un film de fans sobre Star Trek que recientemente había recogido más de un millón de dólares a través de una campaña de crowdfunding, recibían un mal augurio para el 2016: una demanda judicial por infracción de copyright por parte de CBS/Paramount. Es el inicio de una enorme, fascinante y hasta divertida polémica sobre copyright en las producciones de fans e, incluso, sobre los idiomas.
En estas últimas semanas ha llamado la atención entre los internautas aficionados al cine y las series la noticia de una película sobre la prestigiosa serie de AMC Breaking Bad (2008-2013). La particularidad es que no se trata realmente de un nuevo film, sino de un ambicioso y complejo proyecto de montaje de dos cineastas y fans franceses para conseguir condensar las 5 temporadas de la serie en una duración propia de largometraje. Un nuevo ejemplo de algunas de las sorprendentes formas con que algunos fans trabajan y juegan sobre los materiales que les obsesionan.
Sergio Ramos y Rafa Nadal están viendo Twin Peaks. No sé si habrán elaborado ya alguna teoría, pero probablemente se sientan desconcertados. Lo que Movistar+ anuncia como «No es una serie. Es la Serie» se ha revelado como algo distinto, que pone a prueba —y de qué manera— lo que significa ver televisión en esta llamada "era dorada" de las series. ¿Nostalgia? ¿Autohomenaje? ¿Control autoral férreo? ¿Caos y decadencia narrativa? ¿Gol a Showtime?… Aun no lo sabemos, pero este es precisamente el tema: David Lynch y Mark Frost han construido un artefacto radical que ejerce un influjo extraño pero que se niega a dar explicaciones y nos deja indefensos: ¿spoilers?, ¿teorías fan? Esto es otra cosa.
En términos televisivos, el año 2019 será recordado en buena parte por la finalización de series tan queridas y al mismo tiempo con etapas finales tan criticadas desde el propio fandom como Juego de Tronos o Big Bang Theory. Pero esta vez quiero fijarme en una serie de legado casi infinito y tampoco exenta de polémica entre los fans. Vuestra próxima parada, de nuevo... La dimensión desconocida.