Número 53 (marzo de 2016)

Las matemáticas del trabajo en equipo

Sílvia Sivera

Dos más dos no son siempre cuatro. Ni en matemáticas ni, por supuesto, en comunicación. No existen fórmulas exactas para garantizar el mejor resultado posible de un trabajo en equipo, pero cuando se comparte un objetivo en común conviene tener claro que hay operaciones (y personas) que suman, restan, dividen o multiplican.

Publicitarios, periodistas, relaciones públicas, expertos de la información y comunicadores en general dependemos de muchos otros profesionales para llevar a cabo nuestro trabajo diario. Pasamos muchas horas en soledad intentando sacar brillo a las neuronas, pero llega un momento en que esas neuronas han de conectar con otras mentes para que las ideas acaben materializándose, se expandan o puedan perfeccionarse.

 

Lo mismo ocurre en muchas otras profesiones y oficios y, por descontado, también en el ámbito académico. Los trabajos en grupo son a menudo motivo y fuente de conflictos, especialmente en entornos virtuales de aprendizaje, en los que conviven perfiles muy diferentes de estudiantes y algunas de las bondades de la asincronía se diluyen, por ejemplo, cuando hay que compatibilizar husos horarios diversos.

 

¿Por qué nos cuesta trabajar en equipo? ¿Sabemos realmente cómo hacerlo? ¿Qué estrategias de gestión de equipos son recomendables en función de cada proyecto?

 

Peter Senge, profesor de Liderazgo y sostenibilidad en la MIT Sloan School of Management, responde a estas preguntas –entre muchas otras– en sus libros sobre La quinta disciplina, en los que desarrolla la teoría de la organización inteligente, abierta al aprendizaje, capaz de sobreponerse a las dificultades, reconocer amenazas y descubrir oportunidades. Senge aboga por el pensamiento sistémico y sostiene que en el proceso de aprender a aprender colectivamente hay un elemento fundamental: el diálogo.

 

“Durante el proceso de diálogo, la gente aprende a pensar en conjunto, no sólo en el sentido de analizar un problema en común o de crear datos compartidos, sino en el sentido de ocupar una sensibilidad compartida, donde los pensamientos, emociones y acciones resultantes no pertenecen a un individuo sino al conjunto” (Senge et al., 2006, p. 371).

 

Esta visión de la comunicación como facilitadora de una sensibilidad común –antes, durante y después del trabajo en equipo– me permite completar un planteamiento particular sobre el tema, al que han hecho también referencia autores y divulgadores como García-Rincón. A grandes rasgos, se trata de asimilar las operaciones matemáticas básicas a cuatro tipos de procesos colaborativos de trabajo:

 

La suma. Por definición, un equipo de trabajo es la suma de individuos que se unen para llevar a cabo un proyecto concreto. Como docente del ámbito de la creatividad, prefiero hablar de suma de talentos (aunque a menudo se trate de una suma de egos que hay que gestionar con tacto y diálogo). Partimos del axioma de que todos tenemos algún talento que aportar al grupo, por tanto, la clave del éxito del trabajo en equipo será la suma de talentos diferentes (intelectuales, interpersonales, artísticos, etc.), pero no antagónicos.

 

La resta. Un talento antagónico puede convertirse en un sustraendo dentro del grupo, por lo que debe recordarse que, también en el trabajo en equipo, en muchas ocasiones menos es más. Menos miembros, pero más implicados. Y es que, según mi experiencia, las personas que restan suelen hacerlo más por sus actitudes que por sus aptitudes. En estos casos, la comunicación suele convertirse también en el corrector de la operación. El diálogo contrarresta. El diálogo suma. El miedo a tomar decisiones, en cambio, resta. Por tanto, si no nos decidimos a hacer equipos más pequeños, paradójicamente podemos estar restando potencia al conjunto.

 

La división. En ocasiones hay grupos de trabajo con un potente dividendo que, ante un divisor inesperado (llámale personaje tóxico, si quieres), acaban con un cociente mermado y unos tristes restos. La inteligencia colectiva del grupo, o la habilidad de su líder, puede resolver la situación reubicando a tiempo al elemento divisor o convirtiéndolo en protagonista de una nueva operación, de un nuevo grupo. Pero la división no debe entenderse siempre en negativo: Divide et impera, Julio César dixit.

 

La multiplicación. Cuando tenemos un equipo dimensionado en su justa medida, implicado al máximo con el trabajo, con talentos complementarios y buenos flujos de comunicación, ¿qué falta? Falta alguien que, además de aportar sus competencias individuales, sea capaz de poner en valor las de los demás, con creatividad, multiplicando las potencialidades del grupo hasta límites difícilmente previsibles. Cuando esto ocurre, el resultado se convierte en exponente del mejor trabajo en equipo. Y si en lugar de una sola persona todos los miembros del equipo son factores, en lugar de sumandos, el resultado es éxito a la enésima potencia. El riesgo de esta operación radica en que en algún momento del proceso de trabajo algún factor no aporte valor y, por tanto, el resultado de multiplicar algo por cero es…

 

Calcular cómo va a trabajar el grupo, pactar las operaciones que van a llevarse a cabo y resolver los posibles conflictos mediante el diálogo y la creatividad son las tres reglas algebraicas básicas que debería dominar un líder de equipos. De esta manera, al finalizar el proyecto, todo el grupo disfrutará de la sensación de la autoría compartida, más allá de las aportaciones individuales. O dicho de otra manera: entenderá que tres más uno también puede ser treinta y uno.

 

Para saber más:

 

Senge, P. (2006). The fifth discipline: the art and practice of the learning organization. Nueva York: Currency and Doubleday.

 

Senge, P.; Roberts, C.; Ross, R.; Smith, B.; Kleiner, A. (2006). La quinta disciplina en la práctica. Estrategias y herramientas para construir la organización abierta al aprendizaje. Buenos Aires: Granica.

 

Senge, P.; Cambron-McCabe, N.; Lucas, T.; Smith, B.; Dutton, J.; Kleiner, A. (2012). Schools that learn: a fifth discipline fieldbook for educators, parents, and everyone who cares about education. Nueva York: Crown Business.

 

Cita recomendada

SIVERA, Sílvia. Las matemáticas del trabajo en equipo. COMeIN [en línea], marzo 2016, núm. 53. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n53.1622

comunicación y educación; 
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