Número 56 (junio de 2016)

Seremos creativos o no seremos

Jordi Sánchez-Navarro

Recientemente he tenido la oportunidad de publicar un artículo de reflexión y opinión en la sección Plaça pública del diario La Mañana editado en la ciudad de Lleida. En el artículo, titulado El espléndido futuro de la creatividad, expongo algunas ideas, propias y ajenas, sobre el valor presente y futuro de la creatividad, ideas que creo que merece la pena ampliar en este espacio de COMeIN.

El artículo de La Mañana comienza señalando que el último informe sobre el empleo del Foro Económico Mundial anuncia que la interacción de la cuarta revolución industrial con otros factores socioeconómicos y demográficos producirá notables cambios en los mercados de trabajo. Los expertos auguran que muchos de los empleos y roles profesionales con los que hemos convivido van a dejar paso a nuevos puestos que ya están surgiendo y no van a dejar de hacerlo de manera incesante en los próximos años. El informe sostiene que no solo se transformarán los empleos, sino que también cambiarán las formas de trabajar.

El horizonte que dibujarán estas tendencias en los roles profesionales es incierto, pero sin duda se atisban cambios en la jerarquía de las habilidades que el mercado de trabajo demandará en los próximos años. Según el citado informe, en 2015 las habilidades requeridas eran, de mayor a menor importancia, la resolución de problemas complejos, la coordinación con otras personas, la gestión de equipos, el pensamiento crítico, la capacidad negociadora, la orientación a la calidad, la orientación al servicio, la capacidad de evaluar y tomar decisiones, la escucha activa y la creatividad. En 2020 el mercado y la sociedad habrán reordenado estas habilidades. Por ejemplo, se prevé que una capacidad como la orientación a la calidad desaparezca de la lista de las diez habilidades principales y que otra, la flexibilidad cognitiva, entre en ella.

Es interesante comparar los tres primeros puestos de la lista. En 2020 el primer puesto lo seguirá ocupando la capacidad de resolver problemas complejos, mientras que el segundo será para el pensamiento crítico, que en la lista de 2015 estaba en cuarta posición. El tercer puesto será para la creatividad, que protagoniza la subida más notable: del décimo puesto en 2015 al tercero en 2020. Las organizaciones, las instituciones formadoras y la sociedad en su conjunto deberemos llegar a acuerdos sobre qué significan y cómo se aplican conceptos como flexibilidad cognitiva y pensamiento crítico —y, con ello, deberemos tener claro cuál es el papel de las materias y contenidos formativos de carácter menos directamente práctico—, pero también deberemos actualizar conceptos como el de creatividad, tan antiguos como la humanidad.

 

Está comúnmente aceptado que la creatividad es la capacidad de generar nuevas ideas y conceptos o de establecer nuevas asociaciones entre ideas y conceptos ya conocidos para producir soluciones originales. Pero ahora, y sobre todo en el futuro inmediato, la creatividad es y será algo más.

 

La buena prensa de la que goza la creatividad es fruto, sin duda, de un contexto cultural, social y económico en el que hay más dudas que certezas y en el que se entienden los problemas a resolver como interacciones complejas de muchos elementos. En campos como el de la política, los ciudadanos esperan soluciones creativas para desafíos que se descubren irresolubles mediante métodos y procesos mil veces ensayados. En campos como la comunicación, la creatividad parece la única manera de llegar a públicos resabiados, o al menos muy conscientes de su capacidad de elegir entre múltiples mensajes y productos. Los científicos sociales prestan cada vez mayor atención a prácticas de creación colectiva que surgen espontáneamente en la Red (o fuera de ella, pero utilizándola como infraestructura). La fascinación del mundo de los negocios en las últimas cuatro décadas por un personaje como Steve Jobs ha convertido lo creativo en un bien esencial en el mundo de la empresa. Todos ellos son ejemplos de que la creatividad se ha convertido en un valor que es necesario estudiar y cultivar, además de ser algo que ya no se espera solo de artistas e individuos notables.

 

Citas virales como “la creatividad es la inteligencia pasándoselo bien”, atribuida a Albert Einstein pero que bien podría ser fruto del trabajo de un creativo publicitario, pueden parecer meras piezas de propaganda de no se sabe bien qué, pero en realidad sirven para dirigir el foco de atención hacia tres aspectos clave. El primero, relacionado con la referencia a la “inteligencia”, es que la creatividad no es característica de una aristocracia selecta, sino algo propio de todo individuo inteligente. El segundo es que, en consecuencia, la creatividad puede enseñarse y entrenarse. El tercero, ya relacionado con el “pasárselo bien”, es que la creatividad nace y se desarrolla en forma de juego.

 

Y el entorno en el que cientos, o miles, de personas pueden jugar y crear juntas, haciendo así que la creatividad emerja de manera inevitable, es la Red. Por eso algunos estamos convencidos que el entorno online es ideal para enseñar y desarrollar la creatividad en programas formativos de nivel. Así lo hemos entendido siempre en los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la UOC, iniciando a los estudiantes del Grado de Comunicación en el pensamiento creativo desde los primeros semestres y, también, en un nuevo programa formativo —desarrollado por los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación, los Estudios de Informática, Multimedia y Telecomunicaciones y los Estudios de Artes y Humanidades de la UOC— como es el Grado de Diseño y Creación Digitales, planificado para desarrollar la creatividad de todos los estudiantes desde el mismo instante en que estos acceden al aula virtual, aprovechando tanto el ecosistema de la Red como los recursos y las actitudes que se ponen en juego en el entorno online.

 

Cita recomendada

SÁNCHEZ-NAVARRO, Jordi. Seremos creativos o no seremos. COMeIN [en línea], junio 2016, núm. 56. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n56.1644

creatividad;  diseño; 
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