El cine nació como un espectáculo colectivo en grandes salas, con imágenes proyectadas en una gran pantalla en una sala oscura a 24 fotogramas por segundo. Sin embargo, hoy día, con el avance del streaming, lo más común es que los productos audiovisuales se consuman de manera individual, en televisores, tablets, ordenadores, o incluso en las minúsculas pantallas de los teléfonos móviles. Si ha cambiado la forma de recepción, ha cambiado también el contenido: las series continuas se hacen más populares, mientras que el llamado cine de arte o independiente tiende a limitarse a un público cada vez más reducido.
Por otra parte, los grandes éxitos que se muestran en las pantallas son cada vez más los blockbusters de superhéroes, dirigidos principalmente a un público más joven. Directores como Martin Scorsese y Ridley Scott han observado en recientes entrevistas que las películas americanas, más que historias nuevas, buscan un aspecto de "parque temático" con énfasis en innovaciones como el 3D y muchos efectos especiales, y las constantes narrativas de superhéroes más que dramas de personajes "reales". Además, los estudios constantemente buscan lo ya conocido, más que la originalidad. En el 2017, las diez producciones cinematográficas más taquilleras en Estados Unidos fueron todas películas de superhéroes, sequels o remakes, cuando no las tres cosas a la vez.
El cine, a diferencia de otras formas de arte más tradicionales, como la literatura o la pintura, está más afectado por el avance tecnológico. Si por un lado los cambios en la tecnología han influenciado sustancialmente los procesos de creación y producción - desde la digitalización de las cámaras a los actuales efectos especiales hechos casi totalmente con ordenadores - por otro, han transformado radicalmente el modo como vemos y experimentamos el cine. Así, mientras las tradicionales películas con duración de dos horas se hacen menos y menos comunes, el contenido avanza a formatos extremadamente largos o extremadamente cortos. Están, por ejemplo, las series con varias temporadas cada vez más populares o, en contrapartida, formatos cortos como pueden ser videos publicados en Youtube y otras formas de entretenimiento de producción más amateur, pero no por eso menos populares en esta era donde la mayoría del contenido audiovisual se visualiza en móviles y en los medios sociales.
En este contexto, ¿sobrevivirán las tradicionales salas de cine? Por ahora se han mantenido gracias a la exclusividad del contenido, ya que el lobby de la industria de exhibidores hace que las películas se muestren primero en los cines, y sólo después en otros formatos. Pero con el aumento del poder de las empresas de streaming como Netflix, Amazon y ahora Disney, que está creando su propia plataforma, es posible que el cine en las salas se transforme en una rareza, o incluso que desaparezca.
Para los que hemos crecido en las salas oscuras de cines de barrio y cinematecas, pensar en su desaparición resulta melancólico. Pero quizá esto no importe para las nuevas generaciones y las venideras, que ya han nacido con una tablet en las manos. ¿Cuál será entonces el futuro del cine tradicional?
Cita recomendada
CREUS, Tomás. El futuro del cine en la era del 'streaming'. COMeIN [en línea], diciembre 2018, núm. 83. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n83.1882
Profesor colaborador de la UOC, experto en comunicación y tecnologías digitales.