Número 154 (mayo de 2025)

Sombras animadas

Jordi Sánchez-Navarro

Durante los días 8 y 9 de este mes de mayo, el Aula Magna de la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales de la Universitat Jaume I de Castelló se convirtió en un espacio de reflexión y diálogo interdisciplinar con la celebración del seminario Entregarse a la oscuridad. Ficciones neogóticas en cine, arte, literatura y televisión. Este encuentro reunió a especialistas de diversas disciplinas para explorar las múltiples manifestaciones de lo gótico en la cultura contemporánea.

La jornada inaugural comenzó con la conferencia de Antonio Ballesteros (UNED), titulada «La ausencia presente: poéticas y tipologías del fantasma en la época victoriana», en la que se analizó la figura del espectro como símbolo de tensiones sociales y emocionales en la literatura del siglo XIX.

 

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Cartel del seminario

Fuente: UJI

 

A continuación, presenté mi conferencia «Animar la oscuridad: lo gótico como imaginario estético en el cine de animación», en la que invité a la audiencia a explorar la confluencia expresiva entre un medio de gran potencia expresiva y un imaginario estético que, nacido en la literatura, ha fascinado a artistas y cineastas durante más de un siglo. Posteriormente, Leire Aizpurua (UPV/EHU) presentó su trabajo «El retrato de Elizabeth Sparkle. El cuerpo femenino en ruinas y la belleza decadente en La sustancia (Coralie Fargeat, 2024)», en el que ofreció una lectura crítica sobre la representación del cuerpo femenino en el cine contemporáneo a partir del fenómeno que ha supuesto la película de Fargeat.

 

Por la tarde, Teresa Sorolla (Universitat Jaume I) analizó Pobres criaturas (Poor Things, Yorgos Lanthimos, 2023) en su ponencia «Cadáveres exquisitos saltan furiosamente», explorando las nociones de identidad y corporalidad en la película. La jornada concluyó con proyecciones y un debate moderado por Santiago Arroyo (Universidad Complutense de Madrid), que propició un intercambio enriquecedor entre los asistentes.

 

Al día siguiente, Xavier Aldana Reyes (Manchester Metropolitan University) abrió la jornada con «Cine gótico de Frankenstein (1931) a Nosferatu (2024). Hacia una teoría estética», proponiendo una genealogía crítica del cine gótico y sus transformaciones a lo largo del tiempo. A continuación, Víctor Mínguez (Universitat Jaume I) presentó «Sherlock vs. Jack. Crimen y razón de Estado en Murder by Decree (Clark, 1979) y From Hell (A&A Hughes, 2001)», analizando cómo las películas citadas abordan las especulaciones sobre la conexión entre crimen y política en el caso del primer asesino en serie de la historia.

 

El seminario concluyó con presentaciones de jóvenes investigadores, quienes aportaron nuevas perspectivas y enfoques al estudio del tema. A lo largo de las dos jornadas, este espacio propuso un diálogo crítico y creativo, donde se exploraron las sombras que habitan nuestras ficciones y realidades contemporáneas.

 

En mi conferencia, expuse al público asistente que, desde sus orígenes, la animación ha mostrado una capacidad excepcional para representar mundos imposibles, personajes grotescos y atmósferas emocionalmente intensas. Y que el género gótico, con su pasión por lo oscuro, lo sublime, lo monstruoso y lo espectral, encuentra en la animación un terreno fértil para desplegar sus tropos visuales y narrativos.

 

Animación y gótico: universos afines

 

La afinidad entre animación y estética gótica no es meramente decorativa. Va mucho más allá del uso de castillos tenebrosos, niebla persistente o personajes de ultratumba. Tiene que ver, sobre todo, con las posibilidades expresivas únicas del medio animado para encarnar lo macabro, lo misterioso, lo inestable y lo irracional. La animación permite deformar el espacio y el cuerpo, representar estados mentales alterados, dar vida a lo inanimado o evocar realidades subjetivas sin estar constreñida por las leyes de la física o la lógica narrativa clásica. En este sentido, el lenguaje animado se convierte en una extensión natural de las obsesiones góticas por lo liminal, lo ambiguo y lo inquietante.

 

Uno de los aspectos más fascinantes de esta relación es la capacidad de la animación para representar la subjetividad, ese núcleo emocional y mental a menudo trastornado que el gótico explora desde sus orígenes literarios. En animación, los pensamientos, obsesiones o delirios de un personaje pueden visualizarse literalmente, distorsionando la forma, el color, la perspectiva o el ritmo de las imágenes. Esta capacidad para traducir el estado psicológico a forma visual constituye una herramienta ideal para explorar temas como la locura, la culpa o la alienación, todos ellos fundamentales en la sensibilidad gótica.

 

Uno de los ejemplos más tempranos y contundentes de esta conexión lo encontramos en El corazón delator (Ted Parmelee, 1953), una breve pero poderosa adaptación del cuento homónimo de Edgar Allan Poe. Este cortometraje fue objeto de análisis central durante mi presentación en el seminario, no solo por su fidelidad a los temas del autor norteamericano, sino porque demuestra de forma ejemplar cómo la animación puede amplificar la experiencia gótica a través de sus recursos formales.

 

Con una animación limitada, estilizada y expresionista, El corazón delator sumerge al espectador en la mente perturbada del protagonista. La perspectiva subjetiva, el uso del claroscuro, la distorsión de los escenarios y la narración en primera persona —magnificada por la voz contenida pero ominosa de James Mason— crean una experiencia sensorial que va más allá de la ilustración del texto de Poe: se convierte en una exploración audiovisual del delirio. El latido del corazón, como manifestación sonora de la culpa, se transforma en un elemento narrativo y atmosférico que solo el lenguaje de la animación permite integrar de forma tan plástica y emocional.

 

Además, El corazón delator fue una obra rupturista en su tiempo: clasificada X en el Reino Unido, recibió una nominación al Óscar y amplió las fronteras de lo que podía representar la animación, alejándose del ámbito infantil para adentrarse en un territorio oscuro y adulto.

 

Si El corazón delator constituye un precedente, el cine de Tim Burton ha sido clave para consolidar una estética gótica propia dentro de la animación. Burton ha sabido combinar influencias clásicas (Poe, el expresionismo alemán, los cuentos macabros) con una iconografía visual inconfundible y una sensibilidad contemporánea que oscila entre lo grotesco y lo entrañable. En cortometrajes como Vincent (1982) o largometrajes como La novia cadáver (2005) y Frankenweenie (2012), el universo burtoniano construye mundos donde la muerte y la melancolía conviven con la ternura y el humor negro.

 

El gótico siempre ha estado vinculado a lo que Freud denominó «lo uncanny» (lo siniestro, lo ominoso, lo extrañamente familiar). Y la animación, con su capacidad para dar vida a objetos, formas y gestos que en el mundo real no se moverían, participa de este mismo efecto. Cuando una muñeca parpadea, cuando una sombra se materializa, cuando un espacio se deforma según la emoción de quien lo habita, estamos en el territorio donde lo gótico y lo animado se encuentran.

 

En un momento en que la animación se emancipa como forma artística adulta, híbrida y experimental, resulta más pertinente que nunca revisitar su relación con lo gótico. Porque en la oscuridad animada no solo encontramos terror y sombras, sino también una invitación a mirar de frente aquello que nos perturba, nos fascina y, quizás, nos define.

 

Citación recomendada

SÁNCHEZ-NAVARRO, Jordi. «Sombras animadas». COMeIN [en línea], mayo 2025, no. 154. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n154.2535

animación;  cine;  eventos;  literatura;  entretenimiento;  televisión;  arte;