Número 86 (marzo de 2019)

hyppytyynytytyydytys o el léxico de la felicidad

Amalia Creus

Según el último informe mundial sobre la felicidad -  World Happiness report 2018 - Finlandia es el país más feliz del mundo. La clave, para los autores del informe, está en su envidiable sistema de bienestar público, aunque otros aseguran que la causa de tanto regocijo está la sauna, en los arándanos silvestres y en la práctica del kalsarikännit. Para algunos expertos, sin embargo, el secreto de la felicidad, sea en el país que sea, reside en nuestra capacidad de expresarla en palabras. O dicho de otro modo, en nuestra habilidad para dar sentido a las emociones a través del lenguaje.  

La Real Academia Española define la felicidad como un estado de grata satisfacción espiritual y física. En alemán glück es suerte o buena fortuna. En finlandés onnistudeisuus proviene de acción virtuosa o camino bien elegido. Para los italianos la felicità es alegría, gozo, sentimiento de exaltación o contentezza. Para los ingleses, más pragmáticos, happiness es el estado de ser o sentirse feliz. 
 
Los seres humanos tenemos la capacidad de experimentar una gran diversidad de emociones. Es también propio de nuestra especie la habilidad para compartir estas emociones a través del lenguaje. Durante mucho tiempo, científicos de diferentes campos de conocimiento se han dedicado a explorar nuestra competencia para traducir en palabras experiencias emocionales. Sus hallazgos señalan, entre otras cosas, los beneficios que aporta el desarrollo de la granularidad emocional, entendida como la aptitud de distinguir y explicitar con claridad las diferentes variedades y matices de nuestros estados emocionales. 
 
En efecto, diferenciar y nombrar con precisión lo que sentimos en un determinado momento nos transmite información importante para entendernos a nosotros mismos en relación al contexto, y para imaginar posibles cursos de acción ante una situación compleja. Dicho de otra manera, la granularidad emocional ayuda nuestro cerebro a generar emociones más específicas y dosificadas, lo que resulta en una reacción más adaptada a una situación dada, y a la respuesta emocional que ésta nos provoca. Margee Kerr, socióloga especialista en emociones lo explica de la siguiente manera: alguien con baja granularidad solo distinguiría entre sentirse bien o mal, triste o feliz, nervioso o tranquilo, u otros afectos muy básicos. Sin embargo, para un individuo con alta granularidad no es lo mismo sentirse fastidiado que enfadado, indignado o nervioso. Distingue matices. Y eso es positivo: “porque cuanto más rico es el léxico que usamos para nombrar y entender lo que sentimos, mejor preparados estamos para procesar y regular las propias emociones”, afirma Kerr. 
 
Por todo ello, el trabajo sobre la granularidad emocional se ha utilizado ampliamente como una herramienta terapéutica potente para mejorar la capacidad de regulación emocional, principalmente ante  emociones negativas, como pueden ser las causadas por el estrés, la depresión o las experiencias traumáticas. ¿Pero qué pasa con las emociones positivas? ¿Podríamos suponer que ampliar nuestro vocabulario sobre estados de bienestar puede también hacernos más felices?
 
Tim Lomas, profesor de psicología positiva en la University of East London, no tiene dudas de que sí.  Esa convicción - afirma - es lo que lo ha llevado a impulsar el proyecto Positive Lexicography una impresionante colección de palabras de diferentes idiomas dedicadas a describir buenos sentimientos. Las hay poéticas, como la japonesa Ohanami - el placer de dar un paseo admirando flores - o la expresión holandesa Uitwaaien, que describe los efectos revitalizantes de caminar en el viento. Las hay divertidas, como Mbuki-mvuki, que en Bantú se refiere a un impulso irresistible de quitarte la ropa mientras bailas, o Kwadi, (del dialecto alemán Hunrisk) que describe la pereza que se siente después de calentarse al sol en un dia de frio. O todavía la expresión gaélica Sgriob, agradable picazón en el labio superior justo antes primer sorbo de un vaso de whisky (en cualquier caso, parece que la sienten los escoceses). 
 
Si es verdad que la capacidad de percibir y distinguir la rica complejidad de nuestras experiencias nos aporta mayor bienestar, la lexicografía de Lomas podría considerarse algo más que una entretenida colección de curiosidades lingüísticas. Explorar las diferentes expresiones que recoge puede, según su propio autor, acercarnos a reconocer sensaciones positivas inexploradas, o dicho de otro modo, a experimentar nuevas formas de felicidad
 
La palabra finlandesa hyppytyynytytyydytys se refiere a la satisfacción que se obtiene al sentarse en un cojín blando o en una silla cómoda. Supongo que mucho lo hemos experimentado, aunque nombrarlo de este modo resulte divertido y casi impronunciable para los que no hablamos finlandés.  Puede parecer una obviedad, pero me hizo pensar que el secreto de la felicidad finlandesa está, al fin y al cabo,  ahí donde siempre ha estado la felicidad: en esos efímeros momentos de la vida cotidiana. Solo hace falta que sepamos reconocerlos y apreciarlos.
 
 
Cita recomendada: CREUS, Amalia. hyppytyynytytyydytys o el léxico de la felicidad. COMeIN [en línea], marzo 2019, no. 86. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n86.1918
 
terminología;  investigación; 
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