El pasado agosto Kevin Spacey, en un inspirador discurso pronunciado en el Festival de Televisión de Edimburgo, lanzó al auditorio la siguiente pregunta: “¿Ver 13 horas de contenido cinemático unitario difiere en algo de ver una película?”. El actor, ganador de un óscar y hasta hace poco vinculado casi en exclusiva al mundo cinematográfico, ponía sobre el tapete la incómoda cuestión de las nuevas formas de narrativa y distribución audiovisual. Y concluía: “El soporte y la longitud se han vuelto irrelevantes... lo importante es el contenido”.