Número 97 (marzo de 2020)

‘Andrà tutto bene’: cantar y comprar papel higiénico

Amalia Creus

La crisis sanitaria causada por el COVID-19 está poniendo a prueba el delicado engranaje de nuestra organización social. Cierre de fronteras, escuelas y calles vacías, escasez de suministros, estupor y desorientación. Para vencer la fase de contagio del coronavirus se recomienda no salir de nuestras casas y evitar el contacto con los demás. Una pandemia que nos obliga a aislarnos, pero también a reivindicar el cuidado mutuo y la fraternidad como único antídoto posible a una dolencia que nos afecta a todos y que solo juntos podremos superar.

Un interesante artículo publicado por los psicólogos sociales Stephen Reicher y John Drury nos alerta sobre la importancia de abordar la dimensión colectiva de la crisis del coronavirus. Estos expertos abocan al fracaso mensajes que apelan a los intereses individuales como forma de promover comportamientos preventivos. Así, decir «lávate las manos para no contagiarte», al contrario de lo que podría suponer el sentido común, tiene un efecto mucho más limitado del que pueden tener los llamados a cuidar a los demás. Por eso, afirman, elegir correctamente el tono de los mensajes frente a una situación de amenaza compartida es fundamental para conseguir la implicación social. Si los mensajes priorizan al individuo (cuida-te, aísla-te, compra mascarillas y papel higiénico), la respuesta social tiende a ser débil y resulta poco efectiva. En la práctica, el foco individual –explican los autores– lleva a que aquellos que padecen menor riesgo (personas jóvenes y sanas) perciban que no vale la pena el esfuerzo de un cambio de comportamiento, lo que lleva a que los más vulnerables (ancianos y enfermos) corran mayor riesgo. Sin embargo, cuando una amenaza se enmarca en términos grupales, la respuesta pública es más sólida y más efectiva. En otras palabras, cuando dejamos de pensar en términos de «yo» y pasamos a pensar en términos de «nosotros» –es decir, cuando desarrollamos un sentido de identidad social compartida– es cuando comenzamos a coordinarnos, a ayudarnos mutuamente y a buscar que los más necesitados reciban ayuda. Se trata, en suma, de pasar del «sobreviviré» al «lo superaremos», según estos expertos.

 

La dificultad de este enfoque reside, por supuesto, en un sistema económico y social que desprestigia lo comunitario y lo colectivo, mientras promueve el consumo y el individualismo. En efecto, el paradigma de la colectividad como arma contra el coronavirus puede sonar incluso naif si ponemos en la ecuación los efectos de desigualdad en esta crisis. Pensemos, por ejemplo, en la gran cantidad de trabajadores precarios para los que trabajar desde casa no es una opción: conductores autónomos, repartidores, operarios de fábricas o el personal de los supermercados que cada día se encarga de reponer las estanterías vaciadas por el miedo y la ansiedad colectiva. También pensemos en las personas mayores solas, en las personas sin hogar, en los menores no acompañados y tantos otros colectivos que ven su situación de vulnerabilidad, si cabe, recrudecerse.

 

Según la Organización Mundial de la Salud, el COVID-19 ha infectado en muy pocos meses a más 305.000 personas y ha matado a más de 13.000 (cuando escribo estas líneas). Los fallecidos son, en su gran mayoría, de edad avanzada y con enfermedades previas. Se calcula que el virus acabará infectando a casi el 60% de la población mundial y que entre el 0,3 y el 1% de los afectados morirá por esta causa. Este panorama es desolador. La experiencia italiana –hasta el momento el país europeo más afectado por el COVID-19– nos deja algunas anécdotas esperanzadoras: dibujos colgados en las ventanas y canciones compartidas desde los balcones, que intentan reforzar el sentido de comunidad de todo un país en cuarentena. Las estanterías vacías hacen el contrapunto. Son la medida de nuestro miedo y de nuestra mirada estrecha.

 

 

 Cita recomendada

 CREUS, Amalia. 'Andrà tutto bene': cantar y comprar papel higiénico. COMeIN [en línea], marzo 2020, no. 97. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n97.2023
comunicación de crisis;  investigación;  ética de la comunicación; 
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