Número 98 (abril de 2020)

'Fake news' y coronavirus: la información como derecho y necesidad

Alexandre López-Borrull

Son días complejos. Días en los que asistimos a un ruido de noticias, datos aterradores, escenarios de futuro angustiosos, y donde intentamos sobrevivir a la infodemia (sobreabundancia de información) que la OMS ya anunciaba el 2 de febrero. Nunca como hasta ahora habíamos hablado tanto de fake news (noticias falsas) o desinformación ligada no a procesos electorales, sino a supervivencia y a combatir una crisis de salud pública y emergencia global como es la pandemia producida por el coronavirus SARS-CoV-2, causante de la enfermedad respiratoria COVID-19.

Varias compañeras y compañeros de los Estudios de Ciencias de la Información y la Comunicación hemos estado estos días atendiendo medios de comunicación desde el momento en que la compañera del Área de Comunicación de la casa Nuria Bigas redactó un artículo titulado «Coronavirus y 'fake news' sanitarias, cuando el virus del miedo se expande por las redes», donde el profesor Ferran Lalueza y yo mismo hablábamos de las fake news. Entonces, el 12 de febrero, era el día que se suspendía oficialmente el Mobile World Congress. Sí, ¡qué lejos queda ahora, en medio del previsible colapso sanitario!

 

En el proceso, tratamos de comprender cómo la incertidumbre, el miedo y la preocupación se convierten en una tormenta perfecta para la difusión de noticias falsas, algunas con voluntad clara de desinformar. Entendemos que el miedo es un sentimiento que nos ha permitido sobrevivir evolutivamente (recordamos la reacción de los mamíferos ante un depredador) y que en esta época digital también nos hace tomar decisiones. En algún caso será comprar compulsivamente aquellos productos que creemos más necesarios (papel WC, huevos, por ejemplo), mientras en otros nos llevará a compartir por WhatsApp u otras redes sociales contenidos que no hemos tenido el tiempo, la cordura o las competencias para saber filtrar. A menudo no se trata de grandes contenidos científicos, pero ciertamente la medicina, la epidemiología y cómo acometer una pandemia como la que estamos viviendo nos hacen a todos tan expertos como queramos creer y tan inexpertos como queramos reconocer. La crisis económica llenó los medios de economistas (algunos mejores que otros, comunicativa e ideológicamente) y esta crisis de salud nos está elevando nombres de expertos y científicos de primer nivel, invisibles hasta ahora, a la categoría mediática, como Trilla, Mitjà o Simón.

 

Desde el punto de vista del contenido (sobre el que tratan), las fake news pueden ser clasificadas de la siguiente forma:

 

Origen de la enfermedad. Los primeros días y semanas, cuando todo se miraba desde China, se centraban en el origen y si habían llegado casos puntuales a determinados lugares. La distancia geográfica y cultural respecto a China y el choque comercial entre EE.UU. dio (y sigue dando) lugar a muchas noticias falsas. Hasta hace cinco días no se ha publicado un artículo en Nature donde se concreta, literalmente, que los científicos firmantes no creen que «ningún escenario del coronavirus concreto creado en una laboratorio sea plausible». Seguro que habrá alguien que nunca lo creerá, que pensará que la detención de Charles Lieber, profesor de Harvard, tuvo relación.

 

Aparición de nuevos casos. A medida que se conocían más datos sobre la enfermedad, empezó a haber rumores y falsas noticias sobre casos locales, lugares donde estaban apareciendo nuevos pacientes con coronavirus. Por ejemplo: el primero en Andorra (10 de febrero) o Galicia (6 de febrero). En el momento en que se creía que se podía contener solo aislando los casos detectados, aparecieron bastantes.

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Fuente: https://maldita.es/malditobulo/2020/03/22/coronavirus-bulos-pandemia-prevenir-virus/

 

Cuidados y prevención. Posteriormente, mientras ya se empezaban a encontrar nuevos casos por todo el territorio europeo, principalmente Italia, y, por tanto, ya lo teníamos cerca, comenzó a haber una gran difusión de contenidos falsos sobre cómo curar o protegerse. Aquí hemos entrado ya en un terreno técnico y, por tanto es más difícil de verificar y rebatir. Cabe destacar, desde el primer momento, cómo los principales medios de comunicación, tanto públicos como privados, han entendido que era tan importante explicar qué se podía hacer como señalar los rumores y las noticias falsas que corrían por las redes. Esto ha permitido detener muchas olas de contenidos de forma rápida. Otra cosa es que el debate sobre el uso de mascarillas tenga ya un consenso social. La web Snopes, un verificador de EE.UU., ha clasificado las que se ha dedicado a desmentir respecto a la prevención y el tratamiento en el siguiente enlace.

 

Medidas de confinamiento. Las diferentes estrategias entre países y los cambios progresivos entre las medidas de confinamiento han hecho que se fueran difundiendo fake news sobre qué se puede hacer y qué no. También en el caso de las multas, por ejemplo.

 

Otro de los aspectos muy relevantes de esta crisis en concreto sería, para mí, el porqué de difundir desinformación, lo que diría motivos para ser un faker. Es significativo y forma parte del aprendizaje que estamos haciendo todos juntos en las redes sociales. Hay tiempo e investigación para ir tirando atrás hasta encontrar el inicio (el faker inicial). Estaríamos hablando de los siguientes perfiles:

 

1. Los bienintencionados, que son un porcentaje no despreciable de gente que no es entendida en el tema o toca de oído. Por ejemplo: el caso de la influencer Paula Gonu dando consejos para no coger la enfermedad que se demostraron inexactos.

 

2. Los conspiranoicos, que niegan cualquier información que provenga de la Administración y que dan credibilidad a cualquier mensaje minoritario que han recibido por las redes como, por ejemplo, el origen de la enfermedad.

 

3. Mensajes de odio al diferente, es decir, los que aprovechan una crisis para estigmatizar a un colectivo y para difundir un mensaje de odio con una intencionalidad política. Ahí incluiría también a los que tienen la voluntad de hacer daño, tal y como señala Ana Villarrubia. En un término más gris, pero en la misma línea de culpar al otro, podríamos situar el lamentable tuit de Ortega Smith donde citaba a sus «anticuerpos españoles» luchando contra el «virus chino». Finalmente, tras las lógicas protestas de la embajada de China en España, lo borró. Pero también, y recuperando al político que más fake news ha generado, Donald Trump, cuando habla del «virus chino», cien años después de la «gripe española» (otro rumor falso, por cierto).

 

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Fuente: Emergency hospital during influenza epidemic, Camp Funston, Kansas, circa 1918. | National Museum of Health and Medicine

 

4. Reto viral, o quienes se toman una noticia falsa como un reto a superar, tipo adolescente, con o sin beneficio económico, para poder comprobar si tiene impacto en las redes o si se habla.

 

5. Creadores de caos y desestabilizadores, que quieren crear el caos como respuesta, para descrédito de la información oficial, y en un contexto de desconfianza generalizado, ya sea para desestabilización interna o bien de otro país en forma de injerencia externa, tal y como se ha estudiado ampliamente en el caso de las elecciones Clinton-Trump de 2016.

 

Esta es la primera capa: los motivos. Una vez iniciada la bola de nieve, en la mayor parte de los casos los contenidos falsos serán difundidos por gente normalmente bien intencionada que los hace correr, porque concuerdan con su visión de las cosas y le dan verosimilitud. Esto irá sucediendo hasta llegar a alguien que ya no les da la misma fiabilidad, los cuestiona y los detiene, por conocimiento, cordura o vergüenza. Aquí donde se detiene la primera vez es donde debería empezarse a revertir, no dejarlo en el olvido. Hay que tener en cuenta que, aunque empieza a haber cada vez más persecución legal, es muy lento y costoso, sobre todo para personas y organizaciones que se han visto implicadas en la desinformación. En muchas ocasiones, ya puede ser tarde, como en el caso del alcalde Trias.

 

Como reflexión, más que nunca es importante que no optemos por el silencio ante una noticia falsa, y más estos días: denunciamos tuits y usuarios, no lo dejamos pasar; forma parte también de lo que podemos hacer estos días. Si nos llega vía WhatsApp, habría que enviar un desmentido y tirar la cadena atrás a quien nos lo ha enviado y que este lo haga ir atrás por su parte. Es global, mundial, parte de la infodemia que mencionábamos, ya sea en Italia o Turquía.

 

Finalmente, volver a recomendar estos días una dieta informativa adecuada, evitar la saturación de fuentes y medios, difundir menos y más lentamente, y pensar cómo y por qué nos llega cualquier contenido, ponerlo en duda siempre antes de compartir.

 

Sí, hoy es 22 de marzo. Contamos con que la primavera nos traiga más luz y esperanza para todos. Mientras tanto, seguiremos entendiendo y combatiendo las noticias falsas. Cuidémonos todas y todos. Un abrazo virtual.

 

Cita recomendada

LÓPEZ-BORRULL, Alexandre. ‘Fake news’ y coronavirus: la información como derecho y necesidad. COMeIN [en línea], abril 2020, no. 98. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n98.2025

comunicación política;  medios sociales;  periodismo; 
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