Hollande ganó por 7 a 3 (escribo esto a las pocas horas de haber terminado el debate y unos días antes de que los franceses voten a su nuevo presidente). Hollande ganó y convenció, y Sarkozy se comportó como el perrito pequinés que solo hace que ladrar a todos los que pasan a su lado.
Pero antes de adentrarme en la selva del análisis de los discursos de los candidatos y de los candidatos mismos, mi titular es para la realización televisiva. El debate, un debate a la francesa de más de tres horas de duración, tuvo un ritmo trepidante. Y eso se lo tenemos que agradecer al realizador, que supo construir un evento mediático a base de cambiar el plano cada tres segundos, cada dos segundos, cada segundo. El fondo del debate era serio, incluso agrio, pero la realización era propia de una serie policiaca o de una película de acción de la factoría de Hollywood. Sí, señor. Una buena muestra de que se puede hablar de cómo cambiar un país (o de cómo intentarlo) sin aburrir y aplicando también a los debates políticos el paradigma del entretenimiento. En España, en cambio, nuestro último debate Rajoy-Rubalcaba mostró que el ADN mesetario, cobarde y retrógrado, se impone cada día un poco más. Que inventen otros, ese es el lema de un país en rebajas.
Al lado de la excelente realización televisiva hay que contraponer el papel triste y decadente de los dos periodistas (hombre y mujer) que moderaron el debate. Fue la prueba made in France de que los periodistas, los flojos, se parecen cada vez más a floreros. El hombre sonreía beatíficamente dijeran lo que dijeran los candidatos y la mujer tenía la exigente tarea de recordar a los espectadores el tiempo que había utilizado hasta ese momento cada uno de los candidatos en sus exposiciones. Y esto hubiera podido ser una información relevante de no ser por los dos cronómetros que estaban incrustados en la mesa del debate y que informaban en cada momento del tiempo gastado por cada candidato.
¿Pero por qué ganó Hollande? Ganó porque se había preparado mejor, porque supo mostrar el talante que necesitaba el debate, porque moduló su discurso para no perder la centralidad y porque incluso copió el look de Sarkozy (soy un hombre serio, serio, que parece que venga de un funeral) para no darle ninguna ventaja ni siquiera en eso. En sentido contrario, ¿por qué perdió Sarkozy? Porque sus cinco años como presidente de la República le hicieron creer que tenía a Francia en la cabeza y que no hacía falta que preparara el debate a conciencia. Porque se mostró crispado y nadie vota a un candidato crispado. Y porque perdió la centralidad al defender reiteradamente ideas de la ultraderecha europea.
Sarkozy tenía una oportunidad, una sola. Como si de un boxeador veterano y marrullero se tratara sólo podía sacar algún beneficio del debate si lograba que la dialéctica terminara en un cuerpo a cuerpo de frases cortas, tuits improvisados, provocaciones, insultos y bravuconadas. Y lo intentó. A fe mía que lo intentó. (Para comprobarlo, detén el vídeo del debate en un frame en el que se muestre un primer plano de Sarkozy y comprobarás toda la rabia concentrada en un rostro tenso que siempre muestra los dientes. Rottweiler de la política.) Pero no logró que el candidato Hollande entrara al trapo. Tan asesorado estaba por sus asesores que incluso tomaba mayor distancia con Sarkozy, levantaba la cabeza, cruzaba los brazos. Observaba desde la distancia y atacaba las debilidades de la memoria de un presidente que por haber querido actuar compulsivamente olvidaba con frecuencia las carencias de su mandato.
Termino con dos elementos cruciales del debate a cara de perro. Por un lado, la defensa de las ideas de la ultraderecha que hizo Sarkozy. Sarkozy ha abierto la caja de una Pandora miedosa y falsamente aria que cabalga de nuevo por Europa Occidental. Sarkozy ha vuelto a situar el pensamiento de la ultraderecha en el centro del debate político. Lo ha legitimado. Y ese es un movimiento que no saldrá gratis. Ni a los franceses ni al resto de europeos. Sarkozy pronunció frases que ni siquiera Esperanza Aguirre piensa en la intimidad (tal vez exagero algo). Y, por otro, y vinculado a esta cuestión de la defensa de los valores más reaccionarios, también vale la pena resaltar la ostentación que hizo Sarkozy de ser la primera figura del deporte más popular entre la Francia paleta: darle patadas al culo a España. Eso siempre pone a un tipo de ciudadano francés que ha mirado al sur con recelo: durante décadas con la complacencia que proporcionaba comprobar que España era un país atracado al puerto seco de Las Hurdes; desde hace poco con la rabia que genera ver cómo un país que no lee genera mucha riqueza fast food.
El blandito Hollande –Flamby, el nuevo Bambi francés– derrotó al presidente tsunami y los franceses disfrutaron del debate como se divierten con Indiana Jones.
Cita recomendada
PASTOR, Lluís. Hollande-Sarkozy: claves de un debate a cara de perro. COMeIN [en línea], mayo 2012, núm. 11. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n11.1234
Profesor de Comunicación en la UOC