Número 31 (marzo de 2014)

La noche en que ardió Twitter: conversaciones sobre 'Operación Palace'

Gemma San Cornelio, Antoni Roig

El pasado domingo día 23 de febrero se emitió en La Sexta el falso documental Operación Palace, dirigido por el periodista Jordi Évole, que proponía que el golpe de estado que tuvo lugar el 23 de febrero de 1981 en el Congreso fue un montaje. Se presenta como una trama organizada por los políticos que tiene por objetivo garantizar la estabilidad de la reciente y débil democracia y legitimar el papel del Rey como jefe del Estado.

Las opiniones al respecto no se hicieron esperar y las redes sociales, especialmente Twitter y Facebook, hirvieron con posicionamientos muy opuestos: los que consideraron el programa una genialidad y los que se ofendieron con el tratamiento del hecho con este formato, desvirtuando, así, un episodio traumático de nuestra historia reciente. En este artículo se reflexiona sobre el hecho a partir de una conversación entre los dos coautores.

 

Televisión social, realidad y mecanismos de ficción

 

En primer lugar, es importante destacar que no vamos a analizar un programa convencional de Salvados. Como la promoción del programa anunciaba desde hacía algunos días y como el propio Jordi Évole explicaba al público piloto que fue expuesto días antes de la emisión del programa en la primera parte del mismo, el domingo 23 de febrero no íbamos a ver Salvados, sino otra cosa.

 

Ahora bien, ¿qué vimos aquel domingo? Para algunos, una broma, para otros, un engaño, para otros una quedada ingeniosa; para otros, una provocación infantil que atenta contra el rigor periodístico, o incluso la trivialización de unos hechos dramáticos. Los medios de comunicación escrita han tenido una reacción, en términos generales, bastante negativa: el diario El País lo califica de "patraña", La Vanguardia como "farsa". El Diario es quizás el medio que más artículos de opinión ha publicado al respecto donde se intenta dar voz a diferentes políticos, matizar y desdramatizar el hecho.

 

Sin entrar en más valoraciones, a nivel personal y como profesores del ámbito de la Comunicación, no podemos dejar de considerar Operación Palace como un ejemplo claro y directo de lo que es la televisión en estado puro, potenciado y aumentado hasta el infinito a través de las redes sociales, muy especialmente Twitter, que se convirtió en una interminable cadencia de indignados, pillados, exultantes, descolocados, sorprendidos, listillos...

 

Uno de los elementos que se ha discutido ampliamente es la validez periodística. Para algunos espectadores esta expectativa se ve traicionada porque el programa se emitió en la franja horaria de un programa periodístico como es Salvados, con un prestigio consolidado. Sin embargo, estábamos avisados. Así pues, al margen de este punto y considerando el programa como un producto audiovisual, la estructura del relato, la factura y todos los mecanismos de puesta en escena a favor de la verosimilitud (incluidos los testigos, imágenes de archivo, etc.) – a pesar de la inverosimilitud de la historia– nos hicieron recorrer como espectadores una serie de sensaciones que van desde la incredulidad, el enganche y, a partir de aquí, o risa o indignación.

 

Los referentes: más allá de Orson Welles

 

Operación Palace, como se ha repetido en muchos foros de opinión, bebe de una tradición que, como mínimo, llega hasta la retransmisión radiofónica de La Guerra de los Mundos a cargo de Orson Welles, forjado en sus orígenes con la compañía Mercury Theater. Pero esto es en parte un equívoco: Welles no pretendía provocar ni generar lo que se conoció popularmente como "La noche que aterrorizó a América”. De hecho, al inicio de la emisión indicaba que iba a hacer una adaptación teatralizada de la obra de H. G. Wells. En cambio, Évole sí necesitaba generar la credulidad, o como mínimo la duda, lo que conecta con otros ejemplos, algunos de ellos en forma de falso documental, como el que parece ser inspiró el programa de Évole, Operación Luna, donde se sugería que el primer viaje a la Luna fue falso y cuidadosamente escenificado ni más ni menos que por Stanley Kubrick (de hecho, esta teoría aparece defendida en otro reciente documental sobre la película de Kubrick The Shining y titulado Habitación 237, un homenaje a la capacidad infinita del ser humano para interpretar y reinterpretar).

 

Las referencias al mockumentary se pueden encontrar también en películas de cine como Zelig (El camaleón humano), de Woody Allen (1983), otro de los clásicos del género. Aquí, los puntos de complicidad se pueden encontrar en el estilo visual de la película, especialmente en los montajes y las recreaciones. Escenas de Operación Palace, como las inserciones de la caja blanca acompañando al Rey en varios actos o la imagen de José Luis Garci, incorporada –al estilo Hitchcock– a la salida del Congreso después del golpe de Estado, conectan con reflexiones cinematográficas de Garci, expresadas en un tono hilarante, que provocan sospecha... pero que sólo provocan risa cuando ya has sabido que la historia es falsa.

 

Centrándonos en el ámbito televisivo, otros ejemplos van incluso más allá, llevando el fake al directo televisivo, como es el caso en nuestro país de Camaleó (1991) , donde a través de un supuesto informativo especial se informaba de un golpe de estado en la todavía Unión Soviética (unos meses antes de que se produjera realmente).

 

Otro ejemplo menos conocido pero igualmente interesante tendría lugar en la BBC el año siguiente: en Ghostwatch se utiliza esta técnica para, a través de un programa en directo sobre fenómenos sobrenaturales al estilo Cuarto Milenio, hacer entrar a un equipo de televisión en una casa para convencer al espectador de que estaba realmente encantada. Ambos programas provocaron un gran impacto y debate, aunque en el caso de Camaleó, al mezclar el fake con la información y no con el entretenimiento como Ghostwatch, las consecuencias sobre los responsables del experimento fueron más expeditivas (incluyendo la destitución del entonces jefe de informativos, Joan Ramon Mainat).

 

En un visionado reciente de Ghostwatch en DVD imaginábamos cómo sería en su momento estar viviéndolo como realidad, y nos preguntamos si algo así podría llegar a ser posible en la era de la Web 2.0. Évole ha demostrado que sí, y saltando aún más cortafuegos, lo que ha hecho probablemente que más gente se sienta quizás no estafada, pero posiblemente herida en su orgullo.

 

¿Nos ha traicionado Jordi Évole?

 

Cabe decir que los implicados en Camaleó, entre ellos el conocido periodista Vicent Partal, se han mostrado muy críticos con Operación Palace, afirmando por ejemplo que el hecho de proponer una versión falsa del 23- F nos reafirma que la que sabemos es la buena, defendiendo además que en su caso insertaron un rótulo al principio y al final del programa indicando que el programa era una ficción. Quizás lo que no ha sido suficientemente destacado en muchos de los comentarios es cuál es el punto de Évole. Y este quedaba claro al final, en unos rótulos que reconocían que sí, nos habían engañado, y que lo habían podido hacer porque no tenemos acceso a la auténtica información, y que en casos como estos, ellos, o cualquier otro, pueden manipularnos sin demasiada dificultad. No se trata pues sólo de jugar con nuestra credulidad porque sí, sino de reivindicar que los secretos, sobre todo los de Estado (y de eso se hablaría a continuación en el debate), son campo abonado para la manipulación. Esta contundente conclusión no daría necesariamente por buena una historia oficial que, muchos de los que estábamos aquel domingo ante el televisor, nunca nos hemos acabado de creer del todo.

 

Este posicionamiento, expresado por el director, de poner de relieve la facilidad con que nos pueden manipular los medios, se puede llevar aún más allá si tenemos en cuenta lo que se debatió a posteriori sobre la crisis de todas las instituciones en el Estado: la política, la justicia, los sindicatos, los medios de comunicación... En el marco de la política actual, en un escenario devastador de corrupción, poca transparencia y desconfianza con los líderes, muchos son los que evocan los tiempos de la transición a la democracia. En este sentido, el planteamiento de este documental apuntaría directamente al cuestionamiento de una época ampliamente mitificada y glorificada como es la transición. De esta manera, se hace una apuesta por conectar con las generaciones que no vivieron esa época y que seguramente querrían entender mejor y comprobar los hechos que nos han explicado reiteradamente, siempre con los mismos tópicos: el papel del Rey, la voluntad conciliadora los líderes políticos, etc. El falso documental nos demuestra que toda esta mitificación podría derrumbarse rápidamente, si los ciudadanos tuviéramos más información de la que realmente tenemos. Es más, el hecho de que muchos nos creyésemos la historia es un clara lectura del pasado desde la actual percepción de los líderes políticos: los vemos capaces de todo.

 

Finalmente, y respetando mucho que el hecho tratado es, indudablemente, muy serio, lo más importante que ha conseguido este programa es que se vuelva a poner sobre la mesa un tema: no sólo las posibles dudas sobre lo que realmente pasó el 23 de febrero de 1981, sino también cuáles son las formas y los mecanismos comunicativos a los que estamos acostumbrados.


Para saber más:

 

Operación Palace

 

Noticias de Operación Palace

 

Los 7 documentales falsos que más han indignado y divertido

 


Sánchez-Navarro, J.; Hispano, A. (eds.) (2001). Imágenes para la sospecha: Falsos documentales y otras piruetas de la no-ficción. Barcelona: Glénat Ediciones y Festival de Cine de Sitges.

 

Cita recomendada

SAN CORNELIO, Gemma; ROIG, Antoni. La noche en que ardió Twitter: conversaciones sobre 'Operación Palace'. COMeIN [en línea], marzo 2014, núm. 31. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n31.1416

cine;  entretenimiento;  medios sociales;  periodismo;  televisión; 
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