A través de las
redes sociales generalistas como
Facebook o
Instagram los nuevos creadores comparten sus trabajos y hazañas con otros usuarios que les siguen y con los que mantienen una actitud cercana, cómplice y de escucha activa en cuanto a peticiones e intereses. Más allá de estas también han aumentado las redes sociales específicas que reúnen a artistas, sin mediadores, sin grandes pretensiones, con la única voluntad de dar a conocer sus obras y porfolios a una comunidad más especializada. Se trata de redes como
DeviantArt o
Behance.
Ahora bien, este fenómeno nos hace reflexionar no solamente sobre la importancia de las redes sociales en la exposición pública del arte sino también en el hecho de tener que revisitar el concepto de artista y de obra de arte y en cómo se entienden estos desde los diferentes colectivos del sector (galeristas, comisarios, investigadores, tasadores y artistas). Porque es frecuente ver proliferar artistas o sistematizar la palabra arte para trabajos en los que se pone en tela de juicio si son merecedores o no de este apelativo.
No obstante, por otro lado se observa que no son pocas las ocasiones (algo que cada vez va en aumento) en que los propios galeristas y comisarios están pendientes de lo que se mueve por las redes sociales y este tipo de plataformas para reclutar a nuevas generaciones de artistas.
Un ejemplo de ello es una joven
Cristina Otero que con 14 años empezó a subir autorretratos a Tuenti, la red social española para adolescentes ya extinguida. Pronto vio crecer el número de usuarios que enaltecían su trabajo a la par que se introducía en otras redes como la citada DeviantART o
Flickr. Empezaron a lloverle seguidores y con ello propuestas comerciales para utilizar sus fotografías en anuncios publicitarios, portadas de libros y revistas. Un buen día un galerista contactó con ella para proponerle la que sería su primera exposición en una galería física, lo que la convirtió en la artista española más joven en exponer individualmente.
Como ella muchos creadores se han visto convertidos de la noche a la mañana en artistas que venden su arte y que son seguidos por miles de usuarios de todo el mundo.
Una de las diferencias respecto al modo clásico de explotar el arte es que, en las redes sociales, el valor de los seguidores tiene gran relevancia a pesar de que la gran mayoría de ellos no sean compradores potenciales. La venta no es inicialmente la prioridad, sino ser seguidos, lo cual llevará a un posterior reconocimiento y consecuente explotación comercial.
Esta nueva proliferación de creadores nos hace poner en cuestión los conceptos de arte y artista, vocablos históricamente controvertidos que siguen siendo una constante de debate, y cuya integridad y mácula en términos puristas se ve más amenazada que nunca.
El antropólogo Néstor García Canclini advertía en el Coloquio Iberoamericano de Crítica de Arte (CICA) que «las redes sociales exhiben arte sin visión estética» (2014). De igual modo otros críticos, galeristas, investigadores y comisarios hablan de la perversión del arte, de la falta de criterio a la hora de discernir lo que es arte de lo que no lo es, una disputa anterior a la aparición de internet que se repite en épocas de cambio no solo tecnológico sino también político y social y que ahora con las nuevas tecnologías de por medio ha recobrado vigencia. Así, como advertía el artista Carlos Cruz-Díez (2014) cuando se le preguntaba por el arte actual, estamos viendo el fin de una civilización y el comienzo de otra, y puede que en ello haya algo de perversión pero «toda perversión y decadencia es sinónimo de progreso». Esto mismo podría extenderse al panorama del arte y su vinculación con las redes sociales, a las nuevas formas de comunicarlo, de manifestarse, en relación con lo cual otro artista, Eugenio Ampudia, afirmaba que no son perversas para el arte, sino todo lo contrario, como la tecnología en general (2013).
Apreciaciones puntuales a parte y más allá de tomar partido en el debate, las redes sociales están sirviendo de plataforma de lanzamiento de creadores; su legitimidad como "artistas" en términos expertos y formales serán cuestionables, pero a pesar de ello muchos de ellos acaban formando parte del circuito y el negocio del arte, algo que pone de manifiesto el poder de decisión de la masa frente a la palabra del experto, con la que a menudo no coincidirá. Así nace un colectivo de "artistas" acreditados por un público masivo que los elige y ensalza al margen de conocimientos específicos en materia de arte.
Referencias:
El País (2014). [Consulta: 20/01/2018].
ABC (2013). [Consulta: 06/07/2015].
Cita recomendada
MARTORELL, Sandra. Las redes que los parieron: arte y artistas nacidos en internet. COMeIN [en línea], febrero 2018, núm. 74. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n74.1808