Este texto se propone reivindicar los Estudios Culturales como un campo de investigación interdisciplinario operativo para analizar y transformar las sociedades actuales. Para ello, proponemos hacer un repaso de la obra Doing Cultural Studies: The story of the Sony Walkman (du Gay et al., 1997). Este libro se sitúa en la intersección histórica que marcan los últimos años del siglo XX, absolutamente fundamentales para entender la expansión tecnológica y mediática en la actualidad. Para el caso que nos ocupa, el momento de su publicación también lo sitúa a medio camino entre la fundación oficial de los Estudios Culturales en 1964, con la creación del Centro de Estudios Culturales Contemporáneos (CCCS por sus siglas en inglés) en la Universidad de Birmingham por Richard Hoggart y Stuart Hall (coautor del libro que presentamos aquí), y la actualidad, a un cuarto de siglo de su publicación y en el 60.º aniversario de los Estudios Culturales.
La primera cuestión que se plantea al arranque de Doing Cultural Studies (en adelante, DCS) sigue siendo pertinente hoy en día. Esta cuestión es la centralidad de la cultura. Un concepto históricamente vinculado al arte, en las últimas décadas ha ido adquiriendo un rol protagonista en otros ámbitos como la economía y la política. Nadie lo expresó mejor que Margaret Thatcher, primera ministra de Reino Unido en la década de los ochenta, cuando dijo: «la economía es el método, el objetivo es cambiar el corazón y el alma». El programa de reforma radical implementado por Thatcher en Reino Unido –y por Ronald Reagan en EE. UU.–, conocido como neoliberalismo, fue en gran parte una «cruzada cultural, preocupada por las actitudes, valores y formas de autoentendimiento incrustadas tanto en las actividades individuales como institucionales» (du Gay et al., 1997, pág. 1). El neoliberalismo fue una reacción para contener las movilizaciones de las décadas de los sesenta y los setenta, influenciadas por la contracultura, a su vez una rebelión frente a la forma de vida fordista, unidimensional y jerárquica de los años cincuenta. Es la identificación del potencial de la cultura para el cambio social lo que llevó al neoliberalismo a absorber, en sus propios términos, las demandas contraculturales para desarrollar una «cultura empresarial» con un nuevo espíritu posfordista y cibernético, más descentralizado y horizontal.
Cambio de percepción de la cultura
Este «giro cultural» tuvo su impacto en la academia, como demuestra la propia expansión del campo de los Estudios Culturales. Entre los motivos de esta transformación, en DCS destacan especialmente dos. El primero es «sustantivo», referente a la creciente importancia de las prácticas e instituciones culturales en cada área de la vida social, como los medios de comunicación de masas, los flujos y sistemas de información global, y las nuevas formas de comunicación audiovisual. El segundo es «epistemológico», ya que, tradicionalmente, en la jerarquía de las ciencias sociales en general, y la sociología en particular, la cultura ha estado subordinada a la economía y a la política, debido a la idea de que estas materias alteran las condiciones materiales del «mundo real» de maneras empíricamente demostrables, produciendo «conocimiento duro» del mundo social. La cultura era considerada efímera y superficial al manejarse con cuestiones intangibles como signos, significados y creencias. En términos marxistas, era «supraestructural», dependiente y reflexiva de la base material, por lo que difícilmente podría proporcionar conocimiento «real» (ibid., pág. 2). Este cambio de perspectiva se debe a que, desde la teoría, se ha planteado el argumento de que, dado que todas las prácticas sociales son prácticas significativas, son fundamentalmente culturales. La descripción y análisis cultural, desde este enfoque, son cada vez más cruciales para la producción de conocimiento sociológico. Para profundizar en ello, recomendamos la lectura de teóricos sociales actuales que recogen este proceso epistemológico como Nick Couldry, a cuyo libro, The Mediated Construction of Reality (2017), coescrito con Andreas Hepp, dedicamos un artículo en esta revista.
Entender y definir la cultura
La propuesta de DCS, desde el punto de vista del análisis sociológico, rompe con la lógica tradicional de centrarse en los modos y procesos de producción para proponer un modelo basado en la articulación de distintos procesos cuyas interacciones conducen a resultados variables y contingentes. La articulación hace referencia al proceso de conectar elementos dispares para formar una unidad temporal, en ciertas condiciones, no necesarias o determinadas. El modelo que proponen se denomina «circuito de la cultura», que se compone de cinco procesos culturales: representación, identidad, producción, consumo y regulación. Desde este enfoque, cualquier artefacto cultural debe pasar por este circuito para ser estudiado en toda su complejidad, lo que implica explorar cómo dicho artefacto es representado, qué identidades sociales están asociadas a él, cómo es producido y consumido, y qué mecanismos regulan su distribución y uso (ibid., pág. 3).
Circuito de la cultura
Fuente: ‘Doing Cultural Studies’ (SAGE)
Pero, ¿qué es eso que llamamos cultura? Para ofrecer una definición, DCS se apoya en el trabajo de Raymond Williams, otro de los fundadores de los Estudios Culturales, concretamente en su libro Keywords (1976). El concepto de cultura proviene de la agricultura, lo que le dota de uno de sus significados principales, la cultura como proceso de crecimiento y desarrollo, en este caso humano. Mientras que en la Ilustración la cultura se asoció con la «civilización» y el «progreso» universal, el Romanticismo trajo consigo otro sentido vinculado a las particularidades de las naciones y pueblos. Desde la segunda mitad del siglo XIX la cultura se adhirió a un significado más específico relativo al refinamiento intelectual, las artes y la filosofía, restringiendo a una connotación elitista y, por tanto, opuesta a todo lo que tuviese que ver con lo masivo o popular. Sin embargo, a comienzos del siglo XX, con el auge de las ciencias sociales, la cultura pasa a relacionarse con el «significado», atendiendo así a los modos de vida particulares y cotidianos (du Gay et al., 1997, pág. 12).
Desde esta perspectiva, no se puede estudiar la sociedad sin estudiar la cultura. En tanto que toda práctica social se estructura en función de determinados significados, son prácticas significantes que también tienen que ser estudiadas en su dimensión cultural. Lo simbólico debe ser analizado en sus propios términos por su centralidad en la vida social, lo que implica enfocarse en la significación, es decir, la producción de significado mediante el lenguaje (ibid., pág. 13). Pero, cabe aclarar, para DCS el «lenguaje» no quiere decir estrictamente palabras escritas y habladas, sino «cualquier sistema de representación (fotografía, pintura, discurso, escritura, dibujo, etc.) que nos permite usar signos y símbolos para (re)presentar lo que existe en el mundo en términos de un concepto, imagen o idea significativa» (ibid., pág. 13). En este sentido, el análisis cultural es un análisis de las relaciones de poder surgidas de la lucha por la imposición de unos significados sobre otros, entendiendo cómo se relacionan los significados hegemónicos y los contrahegemónicos.
Considerando que desde la publicación de DCS, la mencionada centralidad de la cultura no ha hecho más que crecer (solo hay que observar la explosión mediática y tecnológica que va, por ejemplo, desde el walkman hasta el pódcast en la actualidad) el campo de los Estudios Culturales sigue siendo un terreno fértil para investigar la relación de la sociedad y los medios de comunicación.
Para saber más:
COULDRY, Nick; HEPP, Andreas (2017). The Mediated Construction of Reality. Polity Press.
DU GAY, Paul; HALL, Stuart; JANES, Linda; MACKAY, Hugh; MADSEN, Anders, K.; NEGUS, Keith (1997). Doing Cultural Studies: The story of the Sony Walkman. SAGE.
WILLIAMS, Raymond (1976). Keywords: A vocabulary of culture and society. Croom Helm.
Citació recomanada
FERNÁNDEZ DE CASTRO, Pedro. «Haciendo estudios culturales, una introducción». COMeIN [en línea], marzo 2024, no. 141. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n141.2420
Estudiante del Doctorado en Humanidades y Comunicación de la UOC