Número 86 (marzo de 2019)

El cuerpo herido o la expulsión de la diversidad

Ainhoa Ruiz Benedicto, Dani Aranda

El biopoder, ese término acuñado por Foucault, define el control que se ejerce desde los gobiernos y las instituciones políticas sobre la vida y en concreto sobre los cuerpos. Es desde los espacios de poder desde donde se ejerce la mutilación social del cuerpo. ¿Cómo y por qué agredimos nuestros cuerpos?

Vivimos en sociedad que, lejos de defender lo diverso, exige e impone la normativización de los cuerpos y, por tanto, de la vida. Hoy en día, la exclusión de lo diferente se ejerce desde las instituciones y los espacios de poder, económicos, políticos y culturales. Una sociedad que pierde el control sobre su cuerpo está perdiendo también el control sobre su vida y su capacidad de reivindicarse como sujeto.
 
El poder mutila cuerpos desde diferentes esferas de lo político. Desde lo territorial, imponiendo fronteras violentas. Las cuchillas que se erigen sobre los muros fronterizos no desgarran sólo la carne, expanden el mensaje de la exclusión del diferente, del que viene de fuera. Se desgarra la opción de la diversidad, se hieren los cuerpos que osan moverse por el espacio. Byung-Chul Han, filósofo surcoreano, expresa que esas vallas y muros no sólo se destinan a expulsar el cuerpo físico, sino también a anular que podamos imaginar cómo es el otro, de manera que:
 
 
“No es en esas vallas fronterizas que se han levantado recientemente donde se despierta la imaginación creadora de fantasías referidas a otros. Ante tales vallas, la imaginación se queda estupefacta y sin habla” (Han,  2018: 28)
 
 
Las heridas al cuerpo se ejercen también desde la imposición y la dictadura del género. La mentalidad impuesta y la suposición de lo que se espera de nuestros cuerpos y de cómo estos deben ser o representar lo “esperado”, la norma, expulsan lo diverso. De esta manera, cuando la expresión género y el sexo biológico divergen, se arrastra al cuerpo a la transformación y la mutilación: se aleja al cuerpo de la propia aceptación de lo que es y de su diversidad. 
 
Miquel Missé, activista trans, sostiene que sentirse hombre o mujer es una vivencia subjetiva que se cimenta, por la fuerza, socialmente porque: 
 
“¿Cómo sabe la gente que es un hombre o una mujer?, ¿qué se siente cuando uno es un hombre o una mujer?, ¿se siente algo distinto en cada caso?, ¿se puede dejar de ser una cosa o la otra?, ¿se puede ser las dos cosas a la vez?, ¿se puede no saber cuál es nuestra identidad de género?, ¿todo el mundo tiene una sí o sí?, ¿se puede vivir sin identidad de género o si no tienes una puedes morirte?” (Missé, 2018: 46)
 
 
Ante esto, la sociedad debe preguntarse si tienen que ser los cuerpos los que se transformen y se hieran o debe ser ella la que acepte lo que desconoce y se libere de las imposiciones que marcan la construcción de un género normativo, es decir, lo que se supone que es y representa el cuerpo de una mujer o de un hombre. 
 
La sociedad, con su cultura y su poder, infringen daño al cuerpo, no lo acogen, lo moldean a la fuerza o lo mutilan para que deje de ser lo que es. Nuestros cuerpos se convierten así en territorio de dominación política y cultural, en cuerpos heridos y mutilados desde donde se ejercen políticas de exclusión y se imposibilita la emancipación y la libertad. 
 
Es la sociedad como colectivo, de cuerpos vivos y latentes, la que debe resistir a las mutilaciones y agresiones diarias que vienen del poder. Cuidando y amando el cuerpo diverso, el cuerpo con o sin género normativo, el cuerpo que nos es ajeno, el cuerpo que viene de fuera, el cuerpo que, en definitiva, viene de más allá de todas nuestras fronteras físicas y mentales. 
 
La cohesión normativa de los cuerpos es imposible y genera sociedades enfermas y violentas que se agreden a sí mismas buscando la expulsión de sus características diversas. Hace falta reivindicar lo que somos y lo que son otras personas desde la diversidad. Aceptar lo diverso implica también ejercer ese acto de rebeldía que consiste en aceptar nuestro propio desconocimiento.
 
En el cuerpo diverso se reivindica lo socialmente diferente. Frente a la agresión al cuerpo, la reivindicación de la vida. Y ¿cómo reivindicamos la vida? No sólo haciendo ese ejercicio personal y colectivo de aceptación de lo diverso, si no abrazando al cuerpo, queriendo al cuerpo, permitiendo que se mueva por el espacio, permitiendo que sea de colores diversos, de formas diversas y de géneros diversos y complejos o sin género en absoluto. En definitiva, rechazando la violencia que genera la expulsión forzada de lo diverso.
 
Este es un reto apasionante que hace que nos entrenemos en el ejercicio colectivo de rechazar la violencia, en todas sus formas, hacia las otras personas y hacia nosotras mismas con el fin de vivir vidas más plenas, más reales y más autónomas.
 
 
Para saber más
 
 
 
Entrevista a Paul B. Preciado - Terrícoles | betevé
 
Han, B. (2018) La expulsión de lo distinto. Pensamiento Herder: Barcelona
 
Missé, M. (2018). A la conquista del cuerpo equivocado. Egales Editorial: Barcelona.
 
 
Cita recomendada: RUIZ BENEDICTO, Ainhoa; ARANDA, Dani. El cuerpo herido o la expulsión de la diversidad. COMeIN [en línea], marzo  2019, no. 86. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n86.1915
 
género;  comunicación política; 
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