Entre el maremoto informativo de estos últimos meses, se ha colado en el debate público una serie que ha batido récords y que no deja indiferente a nadie. Se trata de Adolescencia (Adolescence, 2025), serie emitida por Netflix que ha hecho correr ríos de tinta con opiniones que abordan diferentes frentes. En el relato, las redes sociales desempeñan un papel clave y se pone de manifiesto no solo la brecha generacional, sino también la incidencia de ciertas actitudes, posicionamientos o ideologías, en especial, entre los jóvenes.
Últimamente, Adolescencia ha sido objeto de conversación. Podemos leer innumerables comentarios respecto al uso del plano secuencia para grabar los cuatro episodios que la componen o sobre las interpretaciones de los diferentes actores que vemos circular por la pantalla y cómo con ello se refuerza la impresión de presentar un hecho plausible. Pero también la trama ha dado mucho de sí: desde aquellos que se fijan en el rol y la representación de ciertas instituciones, en la eliminación de ciertos prejuicios, en el desarrollo de ciertas profesiones... hasta el desasosiego que deja el relato en aquellas personas que han visto la serie. Tal es así que la reacción se despliega más allá de la sensación que queda en los minutos posteriores a la reproducción de la serie. De este modo, se ha colado en el debate político e incluso representantes del parlamento británico han pedido que sea objeto de visionado en institutos, en este caso, como mecanismo para combatir el machismo entre los más jóvenes.

Intervención de la diputada laborista Anneliese Midgley en el Parlamento británico, a propósito de la serie de Netflix
Fuente: @anneliese_midge/X
Como todo contenido de éxito que se precie, Adolescencia ha dado lugar a rumores e interpretaciones de todo tipo que también se han distribuido a través de las redes sociales. En esta categoría, se puede incluir la expresión onomatopéyica que publicó Elon Musk, comentando un mensaje conspiranoico distribuido en X y centrado en el color de la piel de los personajes, que ha prendido la mecha para incrementar el alcance de esta visión. Y de nuevo la realidad conecta así con algo que se percibe en la serie y es que en las redes sociales podemos encontrar posicionamientos e ideologías muy diversas, en torno a las cuales intuimos comunidades afines que interactúan. Ello puede incidir en las identidades en formación de los más jóvenes que se sumergen en estos entornos buscando respuestas o perfiles con los que identificarse y en los que la «experiencia parasocial» evoluciona conforme las peculiaridades del entorno comunicativo (Caro Castaño, 2015). Así, en la serie, surgen conceptos como incel o manosfera sobre los que no profundizaremos aquí pero que nos aproximan a esa presencia de subculturas o movimientos que encuentran cabida en los entornos digitales a través de los cuales se logran difundir. Sin entrar en lo que estos promueven o defienden, en estos grupos, algunos adolescentes pueden encontrar validación o un discurso con el que lograr identificarse. En muchos casos la narración lleva a contrarrestar cierta frustración o sentimiento de rechazo con respecto a otros grupos. En ocasiones, se crea así un discurso de unos contra otros, una polarización que se alimenta de esos sentimientos que se han apuntado.
Emociones y redes sociales
La emoción se torna así un arma de doble filo en esas comunidades, en tanto que se emplea para atraer y también para reaccionar contra el supuesto enemigo. Y es que es un recurso muy poderoso. ¿Cuántas veces habremos oído que la comunicación resulta más efectiva si se logra conectar o que el éxito se logra por el engagement? Pero nos movemos en un contexto lleno de paradojas, pues vemos que la falta de presencialidad en las interacciones puede llevar a la falta de empatía, mientras que en otros casos se falsea la emoción o se usa interesadamente para adquirir popularidad. Es un entorno en el que tendencias como el sadfishing o la exageración de los problemas para captar la atención se convierten en objeto de estudio desde la psicología (Petrofes et al., 2022).
Para expresar o gestionar esas emociones, la comunicación digital ha creado sus propios recursos para paliar limitaciones que pudieran tenerse en comparación con las interacciones que se tienen en persona. Surgen así los emoticonos y en su evolución los emojis y los stickers. Por ello, no es de extrañar que en Adolescencia los emojis sean también protagonistas en la trama. Y es que estas imágenes, que vienen a representar determinados objetos y o gestos permitiendo completar la conversación, también han mutado adquiriendo una mayor complejidad. Tanto es así que pueden por sí solos crear un mensaje con sentido, de manera independiente o con una combinación de varios, y a la vez ser solo comprendidos por los miembros de una determinada subcultura o grupo. Algo que, además, puede contribuir a su identificación o sensación de pertenencia.
Esto hace que los adultos, ante determinados emojis, no interpreten lo mismo que los jóvenes que se los han intercambiado. Es aquí cuando «el emoji puede definirse como un signo social estructural, y su significado se basa en la cultura social» (Xie, Tan y Shi, 2023). La semiosfera se completa con la apropiación de las dinámicas de intercambio de estos entornos social media en los que vemos cómo se combinan mensajes privados, o en pequeño grupo, con otros de acceso público, haciendo así la comprensión más compleja o solo al alcance de los que forman parte del subgrupo. Y es que cada subcultura o comunidad se apropia de estos elementos comunicativos para darle su propio uso.
Pero lo virtual y lo físico no están desvinculados, no son entes independientes, sino que se entrecruzan. Por ello, el daño que se produce en uno de ellos traspasa, incluso, las pantallas. Y es en este punto donde los miedos que pulsa la serie se desbocan al constatar que comportamientos y mensajes que pueden observar podrían acarrear riesgos que para ellos eran desconocidos.
Para saber más:
CARO CASTAÑO, Lucía (2015). «Relaciones e interacciones parasociales en redes sociales digitales. Una revisión conceptual». Icono 14, vol. 13, págs. 23-47. DOI: https://doi.org/10.7195/ri14.v13i2.853
PETROFES, Cara; HOWARD, Krista; MAYBERRY, Azucena; BITNEY, Catherine; CEBALLOS, Natalie (2022). «Sad-fishing: Understanding a maladaptive social media behavior in college students». Journal of American College Health, vol. 72, n.º 8, págs. 2352–2356. DOI: https://doi.org/10.1080/07448481.2022.2132110
XIE, Fang; TAN, Jun; SHI, Qin (2023). «Emoji: procesos semióticos, comunicativos y culturales». Tendencias Sociales. Revista De Sociología, n.º 10, págs. 79-98. DOI: https://doi.org/10.5944/ts.2023.37976
Imagen de portada:
Imagen promocional de ‘Adolescencia’. Fuente: Netflix.
Citación recomendada
MARTÍNEZ MARTÍNEZ, Silvia. «‘Adolescence’ o cómo pulsar los miedos de los adultos en torno a las redes sociales». COMeIN [en línea], mayo 2025, no. 154. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n154.2539