Ya se sabe que los modelos de inteligencia artificial (IA) generativa son capaces de crear imágenes asombrosas a partir de una sola frase. Esta tecnología tiene un claro impacto en las industrias culturales, los medios de comunicación y la publicidad. De hecho, las imágenes y vídeos generados por IA abundan en todas partes, particularmente en el ámbito publicitario. Aunque la eficiencia en la creación de imágenes parece impresionante, es necesario evaluar el contenido que estos modelos generan.
«Para educar a un niño, hace falta la tribu entera», reza un proverbio africano esgrimido a menudo por el pedagogo, filósofo y escritor José Antonio Marina. La inquietante a la par que sugerente miniserie de Netflix Adolescencia (Adolescence, 2025) voltea este axioma con maestría para plantearnos una cuestión tan acuciante como lacerante: ¿qué se necesita para deseducar a ese niño hasta conseguir que entre en la pubertad –alerta spoiler– convertido en un monstruo? ¿Basta igualmente una tribu (en este caso, una tribu muy tóxica) o se requieren también altas dosis de negligencia educacional?
Entre el maremoto informativo de estos últimos meses, se ha colado en el debate público una serie que ha batido récords y que no deja indiferente a nadie. Se trata de Adolescencia (Adolescence, 2025), serie emitida por Netflix que ha hecho correr ríos de tinta con opiniones que abordan diferentes frentes. En el relato, las redes sociales desempeñan un papel clave y se pone de manifiesto no solo la brecha generacional, sino también la incidencia de ciertas actitudes, posicionamientos o ideologías, en especial, entre los jóvenes.
Esta segunda parte del artículo publicado unos meses atrás es un ejercicio enfocado a proyectar el futuro de la cultura digital y a plasmar ideas que circulan en los debates contemporáneos ligados a nuestra forma de vida en la era de los entornos digitales. Hemos formulado cien preguntas para reflexionar en comunidad. Estas preguntas no tienen respuestas claras y definitivas; también son disparadores de conversaciones más amplias, y esa es la intención final.
En tiempos de oscuridad y desesperanza, el periodismo tiene la obligación no solo de informar, sino de ser un faro que ayude a comprender una realidad cada vez más compleja e infoxicada.
La dicotomía entre lo analógico y lo digital hace tiempo que está diluida en nuestra vida cotidiana. No obstante, aún podemos encontrar debates enérgicos, desde un enfoque binario, en torno al valor material, simbólico y cultural de la naturaleza de lo uno y de lo otro; como si se pudieran separar. Lo que sigue son reflexiones y argumentos sobre el valor intrínseco de la producción digital en la cultura.
«¿Están tocadas de muerte las redes sociales?». Con esta provocativa, a la par que sugerente pregunta, la periodista e investigadora Susana Pérez Soler me invitó a unirme a un debate asíncrono impulsado por la revista Barcelona Metròpolis y centrado en el rol que actualmente ejercen estas populares plataformas digitales en nuestra sociedad. Bien arropado por ocho especialistas del ámbito a quienes sigo y admiro desde hace tiempo, acepté el reto.
La victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales del 5 de noviembre de 2024 y el consiguiente nombramiento del propietario de X, Elon Musk, para dirigir una agencia denominada Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por sus siglas en inglés) han provocado un nuevo éxodo de esta plataforma. El anterior se produjo en octubre de 2022 tras la compra de Twitter (ahora X) por parte de Musk.
Las cartografías visuales son herramientas que trascienden la representación espacial para convertirse en prácticas reflexivas y transformadoras. Vinculadas a perspectivas feministas, invitan a reinterpretar los territorios como espacios de cuidado, resistencia y colaboración. Este artículo explora cómo estas metodologías integran elementos visuales, colectivos y críticos, cuestionando narrativas dominantes y proponiendo nuevas formas de habitar. A partir de la filosofía de Martin Heidegger, se reflexiona sobre el habitar como un acto de cuidado, construyendo comunidades más justas e inclusivas.
La salud mental y el bienestar emocional son dos conceptos que van de la mano para comprender cómo nos sentimos, pensamos y actuamos en nuestra vida diaria. Representan un estado de armonía donde una persona reconoce sus capacidades, y puede desarrollar sus habilidades cognitivas y emocionales, vivir en sociedad y afrontar las exigencias del día a día. No se trata solo de evitar una dolencia mental, sino de ser capaz de gestionar los desafíos cotidianos, el estrés y mantener relaciones satisfactorias y un trabajo productivo.