En este artículo, se propone un análisis rápido de la comunicación que caracteriza a políticos como Trump o Díaz Ayuso. Sabemos que estamos ante un líder o un movimiento corrosivo de la democracia y de las instituciones democráticas cuando, en la comunicación, aparecen cuatro ingredientes análogos a los que provocan la corrosión de los metales más sólidos. Todos sabemos que la corrosión demanda humedad, sales, temperatura y oxígeno. En la corrosión democrática también se generan estos cuatro ingredientes desde la comunicación.
Hay que procurar una humedad que excite a los ciudadanos y busque una reacción emocional. Hay que incorporar sales que escuezan bajo la forma de insultos y de pérdida de la dignidad institucional. Hay que subir la temperatura en la calle y a través de las redes sociales y de los medios de comunicación afines. Finalmente, hay que hiperoxigenar a la población a través de la polarización que obliga a los ciudadanos a alinearse en uno de los dos frentes que se presentan en combate.
Quien pretenda que la democracia se corroa tiene que crear un líder contra el sistema, incluso contra el sistema del partido que lo presenta. Esta persona es el individuo perfecto para encarnar el proceso de corrosión democrática. Así se lo hizo ver Donald Trump a los republicanos, primero, y al resto de los ciudadanos, después. Es el mismo guion que utilizó Javier Milei y el que, en España, sigue Isabel Díaz Ayuso. El enfrentamiento con el establishment empieza dentro de las estructuras de su propio partido (o creando uno nuevo) y tiene como epílogo final la liquidación de la democracia, tal y como la hemos conocido en la segunda mitad del siglo XX en Occidente.
Humedad movilizadora
Hay que desarrollar una comunicación que excite a las personas que reaccionan fácilmente, que provoque reacciones negativas, que movilice a los reactivos, a los que lo ven todo siempre mal, que remueva los instintos de los que acaban las conversaciones colgando a alguien en la plaza mayor. Ese es el público cabeza de puente y a ese van dirigidas las continuas «llamadas de acción». Cada día en las redes sociales, verdaderos veneros de reacción sin argumentos, y a menudo en la propia calle, para demostrar que el país está detrás de quien lo moviliza (una buena foto agrupando a miles de personas sirve para demostrar que «todo el país» está al lado del convocante).
Esta excitación a la reacción necesita también unos hitos en el guion. Habitualmente, hay que demostrar que los que mandan son unos traidores (lo que hizo el PP con Zapatero por el fin de ETA; lo que hace Trump con los medios de comunicación ecuánimes) o que son unos corruptos. La traición a la patria y la corrupción son mecanismos de excitación popular, además de ser un tipo de acusación bastante habitual entre la clase política. Lo que los hace verosímiles.
Sales insultantes
La comunicación corrosiva convierte los insultos en algo común que lanzar a políticos del resto de partidos y, a la par, se encarga de degradar el papel de las instituciones. En un caso reciente, ocurrido en la Conferencia de Presidentes que se celebró el 6 de junio de 2025, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Díaz Ayuso, salió de la sala para no escuchar los discursos en catalán y en euskera de los presidentes de Cataluña y el País Vasco. Un hecho inaudito desde la reinstauración de la democracia posterior a Franco.
Esta misma presidenta es la que llamó «hijo de puta» al presidente del Gobierno y, que, al ser preguntada posteriormente por los medios, declaró que había dicho: «me gusta la fruta». Esos insultos son moneda común en la política estadounidense en el segundo mandato de Trump (también lo fueron en el primero) y en boca del presidente argentino Milei.
Temperatura incendiaria
La corrosión democrática exige temperatura en las calles, en las redes sociales y en los medios tradicionales. Hay que convocar a la gente a menudo a salir a la calle para quejarse de lo que sea. La cuestión es mantener la actitud reactiva y ocupar las calles para demostrar que el movimiento viene bien respaldado y tiene capacidad de ocupación de los espacios públicos.
En las redes sociales, resulta sencillo aumentar el nivel de crispación porque habitualmente la dinámica de las propias redes ya es una dinámica de fomento de la crítica y del odio. Las redes son el vehículo de un único mensaje: «No». No a lo que sea. No a lo que representa el otro. En España hay medios de comunicación que continúan buscando Titadine.
Oxígeno hiperventilante
El líder y el movimiento corrosivo de la democracia se encargan desde el primer minuto de hiperoxigenar a los ciudadanos. Si los ciudadanos están hiperoxigenados ya no atienden argumentos, solo siguen consignas. Si los ciudadanos están hiperoxigenados («hiperventilados» se autodenominaban los agentes más belicosos del Procés catalán) solo piensan en movilizarse, no en escuchar; solo piensan en echar al adversario de cualquier manera, no en decidir después de haber sopesado las circunstancias.
La hiperoxigenación es el primer paso emocional para convertir a ciudadanos en súbditos, que es lo que pretende quien procura corroer la democracia.
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Citación recomendada
PASTOR, Lluís. «La ultraderecha apuesta por la corrosión democrática». COMeIN [en línea], junio 2025, no. 155. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n155.2546