Número 150 (enero de 2025)

Los fantasmas de X, un cielo no tan azul y un mastodonte en libertad

Pedro Fernández de Castro

La victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales del 5 de noviembre de 2024 y el consiguiente nombramiento del propietario de X, Elon Musk, para dirigir una agencia denominada Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por sus siglas en inglés) han provocado un nuevo éxodo de esta plataforma. El anterior se produjo en octubre de 2022 tras la compra de Twitter (ahora X) por parte de Musk.

El reavivamiento del debate sobre si dejar o no X se debe a que la victoria de Trump confirma lo que ya se sospechaba en 2022, que esta «red social» se convertiría en una herramienta de propaganda al servicio de la agenda neoreaccionaria compartida por ambos. Si en 2022 la principal alternativa para el microblogging parecía ser Mastodon, en esta ocasión el protagonismo lo ha acaparado Bluesky. En este texto, se plantea una retrospectiva sobre cómo hemos llegado aquí con el objetivo de contribuir a desintoxicar el ecosistema comunicativo digital.

 

El debate sobre la emigración de X y dónde ir para disponer de un espacio online de debate público, si bien llega muy tarde, esconde la posibilidad de repensar, en términos más amplios, qué internet es necesario para desarrollar unas prácticas comunicativas que construyan una sociedad más habitable. Para ello, haremos un breve recorrido histórico desde los orígenes de la Red hasta el presente, pasando por los momentos en los que su potencial emancipatorio se hizo patente, así como por aquellos en los que este se torció, en un ejercicio de hauntología (en los términos de Mark Fisher). Esto supone buscar en los «futuros perdidos» de los fantasmas del pasado para romper el exorcismo neoliberal que sentencia que «No hay alternativa» y actualizar las formas de otro internet posible.

 

Breve recorrido histórico por la Red

 

Veinte años después de la creación de ARPANET (Advanced Research Projects Agency Network), surge la WWW (World Wide Web). Su desarrollo por parte de Tim Berners-Lee en 1990 responde a la necesidad de intercambiar información de manera sencilla entre centros de investigación que usaban ordenadores y redes de diverso tipo («Let’s share what we know» reza su logo original). Esta capa digital recuperaba la pulsión original de los pioneros de internet que en los años 70 aprovecharon la pérdida de interés desde el entramado militar estadounidense en ARPANET para colaborar y socializar. Sin embargo, durante los años 80, parte de esa herencia contracultural que insufló a internet de ese espíritu ácrata y comunitario se retorció en una extraña síntesis de determinismo cibernético e individualismo extremo en lo que Barbrook y Cameron denominaron «ideología californiana». El resultado fue la explotación comercial de la WWW en lo que se llamó la net economy, un modelo marcado por la desregulación del sector de las telecomunicaciones y la inversión de capital en empresas que prometían lucrarse de la red y que tuvo como consecuencia la burbuja de las puntocom.

 

Pero la cibercultura de los años 90 no solo se caracterizó por el delirio mercantil de las empresas tecnológicas. Aquel internet que comenzaba a abrirse a toda la sociedad también sirvió a propósitos emancipadores. El levantamiento zapatista el 1 de enero de 1994 frente a la aprobación del Tratado de Comercio del Atlántico Norte (NAFTA por sus siglas en inglés), que expandía los términos de la Globalización estadounidense a Canadá y México, fue el inicio de los usos tecnopolíticos de la Red. El Ejército Zapatista de Liberación Nacional declaró la autonomía de Chiapas, la región sur de México, y encontró en internet el medio para generar alianzas transnacionales de apoyo a su causa. Cinco años más tarde, el movimiento altermundialista, al calor de la Contracumbre de Seattle, creó Indymedia, una red de medios independientes cuyo objetivo era proporcionar fuentes de contrainformación respecto de los grandes conglomerados mediáticos. El impacto de estas iniciativas, y el creciente acceso y uso de internet en la primera mitad de los años 2000 originó un ecosistema comunicativo diverso y abierto a la participación de cualquiera llamado blogosfera.

 

De la web 2.0 a las redes sociales

 

En un claro ejemplo del carácter cíclico de la historia y de la reactividad del sistema hegemónico, como ya pasara en los años 70 y 80 entre la tensión social y comercial que determinó internet entonces, el potencial de la inteligencia colectiva generada en internet a comienzos de siglo sufrió un nuevo envite por parte de los seguidores de la «ideología californiana». Tras el fracaso de la net economy y la transformación de la red en un masivo aparato de vigilancia como consecuencia del 11-S a través de la Patriot Act surgió un nuevo modelo lucrativo, la Web 2.0. Esta operación de marketing se apropió del potencial horizontal y colaborativo de los espacios digitales para rentabilizar la participación y producción de contenidos en forma de datos para su venta con fines publicitarios. Aparecen así a mediados de los años 2000 las plataformas, mal llamadas «redes sociales» (salvo en su sentido de atrapar a la sociedad), que conforman parte del oligopolio digital: Facebook (ahora Meta y propietaria de Instagram) en 2004, YouTube en 2005 (propiedad de Google) y Twitter en 2006. Esta trampa conceptual, que distorsiona la conciencia tecnopolítica, aún condiciona este debate.

 

La disyuntiva sobre X y sus alternativas no es, ni mucho menos, nueva. Durante el 15-M, cuando el movimiento hacktivista aún ejercía una considerable influencia, este dilema entre disponer de espacios de interacción no mercantiles y la utilización de plataformas corporativas fue notable. Queda difuminada de la memoria colectiva la importancia de una «Red Social en Internet» (RSI) como N-1, un proyecto basado en software libre, y demasiado presente el papel de Facebook y Twitter para la coordinación y difusión de las protestas, hasta el punto de que este ciclo global de movilizaciones llegó a ser denominado «Revoluciones de Facebook y Twitter». Esta idea terminó no solamente por legitimar a estas corporaciones, sino que, además, restó peso a los cuerpos que ocuparon las plazas. La delegación de la autonomía comunicativa que sucedió entonces dio lugar a la privatización de los espacios digitales de encuentro. En este ecosistema corporativo enfocado al lucro es donde pudieron medrar desde 2016 movimientos reaccionarios como el trumpismo, por la sencilla razón de que queda a disposición de quien más recursos económicos tenga para utilizarlo.

 

Bluesky vs. Mastodon

 

Entonces, ¿Bluesky? ¿Mastodon? ¿Son iguales? ¿Qué diferencias hay entre estas alternativas a X? En principio, ambas son redes descentralizadas. Esto supone que, en términos técnicos, los usuarios no dependen de las decisiones tomadas desde el nodo central, es decir, por los propietarios. Sin embargo, como bien explica la periodista y activista Marta G. Franco en este post, en la práctica todos los usuarios de Bluesky dependen de los servidores de la empresa. Y esa es la cuestión, que Bluesky es una empresa. En origen, fue un proyecto puesto en marcha en 2019 dentro de Twitter para explorar las posibilidades de la descentralización y que acabó por separarse. Su financiación procede principalmente de fondos de inversión de las Big Tech y el mundo crypto. Y aquí es donde entra en juego la noción de «mierdificación» (del inglés, enshittification). Propuesta por el escritor y periodista Cory Doctorow, describe el proceso de decadencia de las plataformas. Si bien al comienzo se muestran amigables para el usuario, puesto que su objetivo es el lucro, posteriormente van modificando sus condiciones y servicios a pesar de empeorar la experiencia en la propia plataforma.

 

La cuestión con Mastodon es que, además de ser verdaderamente descentralizada, es libre. Esto no se refiere únicamente a cuestiones técnicas (de protocolos y software), la soporta una organización sin ánimo de lucro. Los distintos servidores (instancias, en su terminología) son gestionados de manera autónoma y las reglas de cada uno de ellos son determinadas por las comunidades que participan en él. Forma parte del Fediverso, una variedad de redes libres que comparten el mismo protocolo (ActivityPub), lo que permite el diálogo entre perfiles de todas estas redes. Como si desde la cuenta de X fuera posible comunicarse con una cuenta de Instagram o de YouTube. En definitiva, la compra de Twitter por parte de Musk también tiene un lado positivo. Se trata de un shock que muestra a las claras que, tras dos décadas de confinamiento en plataformas corporativas, aún es posible encontrar un internet que responde a los deseos de las comunidades de hackers que lo desarrollaron, a los movimientos que lo vieron como un medio para transformar la sociedad, y, sencillamente, un espacio para el encuentro de todas las identidades diversas donde puedan expresarse con libertad.

 

NOTA:

Este texto es un resumen de un taller realizado por Pedro Fernández-de-Castro y Daniel Cotillas, miembros del Club Manhattan, para La Marea. Se puede ver la sesión completa aquí:

 

«¿Qué hago con mi X? Estrategias colectivas para acabar relaciones tóxicas digitales».

 

Para saber más:

BARBROOK, Richard; CAMERON, Andy (1998). « La ideología californiana ». Node 50 [en línea]. Disponible en: https://info.nodo50.org/La-Ideologia-Californiana.html

FISHER, Mark (2018). Los fantasmas de mi vida. Escritos sobre depresión, hauntología y futuros perdidos. Caja Negra.

Franco, Marta G. (2024). Las redes son nuestras. Consonni [en línea]. Disponible en: https://consonni.org/sites/default/files/2024-04/1eras_paginas_las_redes_son_nuestras_martagfranco_consonni.pdf

PEIRANO, Marta (2019). El enemigo conoce el sistema. Paidós.

Projecte UNA (2024). La viralidad del mal. Descontrol.

Rovira, Guiomar (2017). Activismo en red y multitudes conectadas. Icaria.

Sadin, Éric (2018). La silicolonización del mundo. Caja Negra.

Sampedro, Víctor (2014). El cuarto poder en Red. Icaria [en línea]. Disponible en: https://victorsampedro.com/

 

Imagen de portada:

Elaborada usando la herramienta DALL·E (2025-01-18 20.40.43) con el prompt «A landscape-oriented illustration of a mastodon walking through a vast savanna. The creature is depicted with realistic details».

 

Citación recomendada

FERNÁNDEZ DE CASTRO, Pedro. «Los fantasmas de X, un cielo no tan azul y un mastodonte en libertad». COMeIN [en línea], enero 2025, no. 150. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n150.2506

medios sociales;  ética de la comunicación;  comunicación política;  políticas comunicativas;