La ciencia ficción audiovisual vive una era particularmente destacada gracias al éxito reciente de películas como Dune Parte 2 o de apuestas decididas de series de televisión como Para toda la humanidad, Constelación, Silo, Fundación o El problema de los tres cuerpos. Esto sin contar con otras producciones que se sitúan en sus límites (dependiendo de qué entendamos por ciencia ficción). Y por supuesto, otros campos tan fértiles como la literatura o los juegos.
A menudo se habla de la motivación del estudiantado, de lo importante que es que haya un interés intrínseco en lo que se estudia y que, si no lo hay, desde la docencia intentemos activarlo y cultivarlo. Pero ¿y el profesorado? ¿Qué papel ejerce la pasión, la motivación y el amor por todo aquello que se explica? El título de este artículo parece bastante un clickbait, pero no lo es. ¡Vamos allá!
Se ha hablado mucho de cómo los sistemas de inteligencia artificial (IA) refuerzan los estereotipos y la discriminación, principalmente por los sesgos de género, raza u origen de los datos que usan y que se refuerzan con sistemas de aprendizaje automático. Un caso notorio fue motivo de debate en Amazon; el gigante tecnológico decidió dejar de usar su sistema de inteligencia artificial para la selección de personal pues descartaba a las mujeres, solo porque la mayoría de los informáticos hasta el momento habían sido hombres, lo cual ha influido en la forma en la que se usa la inteligencia artificial para la selección de personal en todo el mundo. Pero, ¿qué podemos decir del edadismo de la IA?
La Sociedad Catalana de Comunicación del Institut d’Estudis Catalans (SCC-IEC) «ya hace veinte años que tiene veinte años», como dirían Joan Manuel Serrat o más recientemente los Buhos en «Milers d’espurnes». Con este popular eufemismo, evitamos emplear adjetivos como cuadragenaria o cuarentona, puesto que la entidad que mejor representa la investigación en Ciencias de la Comunicación en catalán se encuentra en un estado de salud envidiable y con más empuje que nunca.
En el prólogo de su libro Itinerarios transculturales, James Clifford (1999) plantea una premisa sugerente. Nos propone comprender la ubicación humana no solo como inmovilidad, sino como movimiento. Residencia y viaje, desplazamiento y permanencia serían, desde esta perspectiva, las dos caras de una misma moneda. La propuesta es provocadora: si bien las prácticas de tránsito e interacción se pueden reconocer como situaciones cruciales de nuestra época, el localismo cultural predominante sigue afirmando que la existencia social auténtica está, o debería estar, conectada a lugares cerrados.
Dentro de la vibrante oferta radiofónica actual, en España destaca un ecosistema diverso en el que varias cadenas desempeñan un papel crucial en el impulso y revitalización de los formatos dramáticos de ficción. Nombres insignes como RNE, Cadena SER, COPE, Onda Cero y Atresmedia se han situado en la vanguardia contribuyendo al rescate y la difusión de la ficción radiofónica.
Muchas residencias emblemáticas en la historia de la arquitectura han sido encargadas por sus futuros dueños, directamente a los starchitects. Esto implica que son los dueños del terreno, que esos trozos de tierra son una garantía para su futuro. Un ejemplo emblemático de esto es la Maison à Bordeaux del arquitecto neerlandés Rem Koolhaas. Es una casa a medida de una familia con un elevado nivel económico.
Reflexionamos sobre la fenomenología y la experiencia cinematográfica, basándonos en Bazin y Merleau-Ponty para explorar la relación del cine con la realidad, enfatizando la ambigüedad en la vivencia humana. Examinamos cómo el cine desafía las normas de género y confronta la representación convencional del cine clásico, utilizando la filmografía de Harmony Korine. En obras como Spring Breakers (2012), Korine usa el realismo para debatir la identidad juvenil estadounidense, cuestionando los sistemas de signos tradicionales, y ofreciendo una perspectiva crítica sobre género, sexualidad y violencia.