Muchas residencias emblemáticas en la historia de la arquitectura han sido encargadas por sus futuros dueños, directamente a los starchitects. Esto implica que son los dueños del terreno, que esos trozos de tierra son una garantía para su futuro. Un ejemplo emblemático de esto es la Maison à Bordeaux del arquitecto neerlandés Rem Koolhaas. Es una casa a medida de una familia con un elevado nivel económico.
La particularidad del proyecto es que el marido tuvo un accidente de coche. Casi muere, pero sobrevivió, aunque quedó con movilidad reducida y en una silla de ruedas. ¿Cómo debe ser una casa en la ladera de la montaña para una familia con una persona confinada a una silla de ruedas? El propio cliente tenía la respuesta: «al contrario de lo que cabría esperar, no quiero una casa sencilla. Quiero una casa compleja porque la casa definirá mi mundo», comenta Rem Koolhaas en la memoria del proyecto. El diseño de Koolhaas incluye en su estructura unas plataformas que suben y bajan para resolver la movilidad reducida del dueño; la casa se adapta a él y no, como es habitual, la persona al inmueble. Un sueño arquitectónico hecho realidad, pero muy costoso.
Pero ¿qué sucede si no tienes tantos recursos económicos para pagar este tipo de diseño? La mayor parte de la población vive en casas diseñadas por algún estudio de arquitectura (en el mejor de los casos) con el que no han tenido relación alguna. Ni la tendrán. De hecho, en algunos países la autoconstrucción es la norma y la gente hace lo que puede. Hay un elemento fundamental que siempre está inconexo de este debate y es el de la propiedad del terreno. El paso 1 es ser propietario porque, si no lo eres, tu vida transcurrirá improvisando las mejoras en tu vivienda mientras llega el fin de tu contrato de alquiler. Sin embargo, ¿y si el diseño integrara el derecho a vivir en la ciudad?, ¿y si unimos las problemáticas en lugar de separarlas? Suena extraño en la primera lectura, pero, si entendemos el diseño como una praxis para resolver problemas complejos, podría ser lógico comenzar a incluir el derecho a vivir en un lugar diseñado, con todas las seguridades para que no te tengas que marchar de ahí.
Poniendo el modelo en práctica en Barcelona
El modelo al que nos referimos existe y en ciudades como Barcelona ya es una realidad que podemos ilustrar a través de La Borda, que es «una cooperativa de vivienda en cesión de uso cuyas socias, más de una cincuentena, se han autoorganizado para acceder a una vivienda digna. El modelo de cesión de uso se basa en la propiedad colectiva, y así devolver a las viviendas el valor de uso, que nunca tendrían que haber perdido. Una forma no especulativa de acceso a la vivienda y con una fuerte base comunitaria». Este proyecto ha sido materializado por Lacol, una cooperativa de arquitectas establecida en 2009 en el barrio de Sants de Barcelona. «Trabajamos para generar infraestructuras comunitarias para la sostenibilidad de la vida, como herramienta clave para la transición ecosocial, mediante la arquitectura, el cooperativismo y la participación», comentan en su página web.
Hay más ejemplos, como el de Cirerers, covivienda cooperativa en Roquetes. En su página web nos lo explican: «En medio del barrio popular de Roquetes de Barcelona, en un solar municipal que hace esquina entre la calle Pla dels Cirerers y la Plaza de les Dones de Nou Barris, se alza el edificio Cirerers, otra forma de hacer vivienda a través tres conceptos: hacer ciudad, ser comunidad y generar balance positivo». Esta comunidad se ha implicado en tejer sociedad más allá de su edificio, como en el proyecto de Comunalitats Urbanas de 9 Barris (CU9B), que participa en la formación de la Comunitat Energètica de 9 barris. Se trata de expandir los modelos cooperativistas y no de cerrarse solo a su trozo de vivienda.
Esto solo son dos ejemplos de múltiples soluciones en relación con el derecho a vivir en la ciudad. Lo que aún no existe en nuestras academias de diseño es la ecuación planteada al inicio: diseño de la ciudad y derecho a vivir en ella siempre de la mano, en un mismo proyecto. Proyectos como La Borda y Cirerers nos enseñan que debe ser integral el derecho a vivir en un sitio y el diseño en el que queremos vivir dignamente. Esa tendencia debe escalarse en las ciudades, de otra forma estamos destinados a dividirnos entre los que son propietarios y pueden pensar en disfrutar un diseño de futuro y los que no son propietarios y deben estar pensando, cada 3 o 5 años, en rediseñar su vida siempre, empeorando la calidad de esta. Si esto no mejora, las ciudades –como ya sucede ahora– serán cada vez más escenarios de una película en la que se desmonta la escenografía cada año y en la que los rostros cambian por esos nuevos inquilinos con alto poder adquisitivo que vienen y se van de la ciudad como los spring break.
Citació recomanada
FOGLIA, Efraín. «El derecho a vivir en la ciudad diseñada». COMeIN [en línea], abril 2024, no. 142. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n142.2422
Profesor de Diseño en la UOC
@EfrainFoglia