Este es el mejor título de un libro de diseño de la historia. Lo publicó en 1981 el diseñador Bob Gill (Nueva York, 1931-2021) y para muchos sigue siendo una publicación única y que va a contracorriente de las publicaciones habituales de diseño, aún en la actualidad. Fallecido a los 90 años, Gill fue diseñador gráfico, redactor, director artístico, profesor de diseño, ilustrador, cineasta y tocaba jazz al piano muy mal, según su biografía. Vivió entre Londres y Nueva York y fundó junto con Alan Fletcher y Colin Forbes el estudio de diseño Fletcher/Forbes/Gill, estudio precursor de Pentagram, uno de los estudios más importantes de diseño de la actualidad que reúne a una comunidad de diseñadores con perfiles diversos del más alto nivel internacional.
El libro al que nos referimos de Bob Gill –de los 13 que escribió en su vida– es posiblemente el más internacional de sus publicaciones. Publicado por la editorial Gustavo Gili en su versión en castellano en 1982, sin lugar a duda, es un libro que tiene cualidades diferenciales de las publicaciones habituales de diseño. ¿Qué muestran los libros de diseño de forma habitual? Son muy buscados los libros que ofrecen un catálogo de proyectos explicados de una forma quirúrgica. Cuentan con fotografías impresionantes y siempre se habla de los casos de éxito y se muestran los diseños más premiados. Dichos libros van acompañados de una biografía de los diseñadores que es impresionante, sin fisuras, y con unas fotografías perfectas donde el diseñador viste de ropa negra mientras el creador despliega, en algunos casos, una ligera sonrisa. Si el caso es el de un libro de arquitectura, es posible que el arquitecto fotografiado esté sentado en una Lounge Chair de Eames. Estos libros siempre suben al diseñador a un altar en el limbo del éxito sin mostrar ninguna fragilidad o duda. ¿Es esta la realidad de la profesión? Claramente sí, en algunos casos, pero seguramente hay otras formas de ver esa realidad. La mayor parte de las diseñadoras y diseñadores cuenta con una trayectoria profesional que se mueve en muchas latitudes laborales, entre la precariedad, el trabajo monótono y algunas veces el llamado éxito.
El libro del neoyorquino abre fuego en la primera página de esta forma: «Si la lectura de este libro inspira solamente una idea original a un solo diseñador, consideraré que los meses de trabajo dedicados a su compilación han sido una pérdida de tiempo». El libro está escrito con un lenguaje cercano y familiar, en un registro popular, e intenta tratar los problemas corrientes del diseño gráfico y sus dificultades. En lugar de mostrar solo el resultado del éxito de sus proyectos, nos habla del proceso, de las fricciones que ha enfrentado y de la forma de buscar soluciones. El autor nos explica que para mostrar las ideas a sus clientes lo hacía con una llamada de teléfono, y eso era la prueba máxima para demostrar si su idea era entendida por todos. Todo lo contrario de mostrar primero el resultado visual: «si iba a sus despachos les hablaba de mi solución, en lugar de intentar impresionarlos con una complicada plasmación visual». (Gill, 1981, pág. 10).
En la siguiente imagen Bob Gill nos muestra el diseño de la funda de un disco para un pianista de jazz de estilo poco ortodoxo y se pregunta: ¿Qué aspecto tiene un vinilo poco ortodoxo? La respuesta a esta pregunta la convirtió en la solución gráfica.
Funda de Bob Gill para un disco de ‘jazz’
Fuente: Editorial GG
Gill reflexiona sobre los encargos que nos muestra en la publicación: «Ninguna de las imágenes de esta sección ha sido inventada por mí. Las copié todas. Pero al usarlas en un contexto nuevo, o modificarlas de una forma inesperada por sus creadores, llegué a apropiarme de ellas» (Gill, 1981, pág. 41). El autor enfrenta muchos lugares comunes del mundo del diseño; por ejemplo, los vinculados a la relación con los clientes, que es una de las grandes quejas de los diseñadores. De igual forma, también muestra las fricciones constantes con los redactores de texto: «Normalmente los diseñadores no son buenos redactores. Y los redactores tampoco lo hacen muy bien. De modo que lo más probable es que el texto con que ha de trabajar el diseñador no sea gran cosa» (Gill, 1981, pág. 57). Con estas declaraciones el autor nos acerca más a la verdadera profesión del día a día del diseño y no a las promesas de un sector en problemas de subsistencia.
El libro nos muestra problemáticas concretas por resolver, y el autor nos cuenta la historia del proceso que llevó a cabo. En la imagen siguiente, Gill nos habla del problema cotidiano de la indecisión del diseñador a la hora de poner un título sobre un formato concreto. El diseñador resuelve de forma magistral la pieza y usa esa indecisión para ofrecer una solución peculiar dejando en el diseño final todas las decisiones borradas por el camino, reflejando así el trabajo cotidiano del diseño.
Diseño de Bob Gill que refleja la indecisión del diseñador
Fuente: Editorial GG
Es muy interesante cómo Gill, a lo largo del libro, hace una autocrítica feroz a la figura del diseñador: «Los diseñadores, cuando se quejan de la estupidez de sus clientes, se quejan en realidad de que no compartan sus aristocráticos gustos de alumnos de una Escuela de Bellas Artes» (Gill, 1981, pág. 115). Con este tipo de análisis el autor ha creado un libro que sirve no solo a los diseñadores, sino también a las personas que lidian con ellos cotidianamente. Es un texto amoral y nada paternalista de nuestra querida profesión del diseño.
El humor, la ironía y la felicidad de ser diseñador
El libro respira humor por todos lados y podemos entender que Gill fue feliz haciendo lo que quería, sin romantizar la profesión. Gran parte de sus diseños usan la ironía inteligente como recurso comunicativo. Esta forma de trabajar, sumada al uso de los mínimos elementos gráficos posibles, hace que sus diseños sean atemporales, pues están enfocados más al fondo que a la forma.
En la última imagen que mostraremos, Gill nos ofrece una solución muy divertida de una ilustración para una revista del retrato de un psiquiatra.
La psiquiatría según Bob Gill
Fuente: Editorial GG
En la cronología de su trayectoria, que se muestra al final de la publicación, la última frase refleja lo dicho anteriormente: «Actualmente continúa haciendo diseño y tratando de escribir un largometraje, sintiéndose como un muchacho de veinticuatro años que aspira a ser cineasta. Sólo que ahora tiene cincuenta» (Gill, 1981, pág. 165).
No sabemos muy bien cuáles son los efectos causados por los libros de diseño que muestran solo el éxito de sus creadores sin entender los matices de dicho éxito. Posiblemente inspiren a su lector. No lo sabemos. No obstante, tenemos la impresión de que, al leerlos, esos libros nos dicen muy poco de la vida cotidiana de los creadores y se alejan mucho de nuestras vidas más normales, sin tantos éxitos. El libro de Gill tiene el efecto contrario, nos acerca a su trabajo, a su persona, y es como si tuviéramos una conversación con él mientras tomamos un café. Bob Gill es un amigo integrado en el interior de un libro que nos habla de la vida del diseño. Es un regalo que no suele ser frecuente en una profesión que se caracteriza por competir, mostrando el número de galardones obtenidos por el profesional de turno, sin explicarnos las condiciones materiales de dicho éxito.
Para saber más:
GILL, Bob (1981). Olvide todas las reglas que le hayan enseñado sobre diseño gráfico. Incluso las de este libro. Barcelona: Gustavo Gili.
Citación recomendada
FOGLIA, Efraín. «‘Olvide todas las reglas que le hayan enseñado sobre diseño gráfico. Incluso las de este libro’». COMeIN [en línea], mayo 2023, no. 132. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n132.2333
Profesor de Diseño en la UOC
@EfrainFoglia