Número 148 (noviembre de 2024)

El peso de la paja

Elena Bartomeu Magaña

¿Qué pesa más, un kilo de paja o un kilo de plomo? Con esta pregunta solemos engatusar a los niños para darles una explicación sobre la diferencia entre peso y volumen. Cuando alguien responde que un kilo de paja pesa más que uno de plomo, supuestamente lo hace valorando su volumen, que, visualmente, es más elevado.

Si hacemos la pregunta a una persona experta en física nos dirá que en realidad el peso no es lo que estamos intentando averiguar, sino la masa. Y que las fuerzas que actúan sobre el plomo y la paja no son las mismas, por lo que la paja pesa algo menos porque desplaza más aire con su volumen. Pero si nos paramos a analizar todo lo que nos comunica la paja, y que condiciona nuestra respuesta, el resultado ya es harina de otro pajar.

 

En este texto se pone de manifiesto la oportunidad de trabajo comunicativo en el desarrollo de nuevos materiales, y se toma como ejemplo el micelio. Este biomaterial comunica de manera visual –y también táctil– un conjunto de connotaciones que no se alinean con los valores actuales de su potencial constructivo.

 

 img-dins_article-bartomeu148a

 

 

 

 

 

Texturas de paja y plomo

Fuente. Composición generada con Openart empleando el ‘prompt’ siguiente: «One big cube of straw with small bailes of metal, on a plate, white background.» [Fecha de consulta: noviembre 2024]

 

Separar el grano

 

Puedo definir la paja como el conjunto de tallos de cereales resultante de una cosecha, una vez separados del grano. Son flexibles y con una superficie lisa y brillante. Los he visto en diferentes tonos de amarillo y dorado. Los tallos son tubulares y ligeros, fugaces. Se suelen hacer paquetes con cordeles o plásticos, formando las «balas de paja» que pueblan los paisajes agrarios. Para mí la paja es naturaleza, y también es un material constructivo. Es más bien poco resistente, como se explica en el cuento de Los tres cerditos.

 

En función de nuestro contexto sociocultural, relacionaremos sus connotaciones de naturaleza, de alimentación o también interpretaremos sus cualidades constructivas. Pero si la contextualizamos como elemento estructural, el de los ladrillos de adobe, podemos valorar su utilidad, entendiendo que la función de la paja es evitar que los ladrillos se agrieten cuando se secan.

 

Podríamos ampliar la lectura de este material con la experiencia de cada una de las personas que entren en contacto con él. La lectura que se haga de la paja dependerá de los ojos de quien la mira, de las manos de quien la toca, y de las múltiples dimensiones sensoriales en las que podemos interpretar los materiales, más allá del peso y del volumen. Dependerá también de la relación que cada cual establece con el objeto, atendiendo la materialidad, los usos y el capital simbólico y cultural (Bartomeu y Massaguer, 2024).

 

El punto de vista es todavía más importante cuando hablamos de nuevos materiales, como los que se presentan en el MATERFAD bajo la etiqueta de #Neomateria. Los nuevos materiales se diseñan y se fabrican, y sus características connotadas se vuelven clave en este proceso. Este es el caso del micelio: un hongo que se puede cultivar en forma de ladrillo, y que forma parte de una generación de materiales sostenibles de origen biológico, con gran capacidad para reproducirse y sobrevivir en ambientes extremos.

 

Construir con hongos

 

Cuando toco una pared de micelio tengo la sensación de que toco un cuerpo sin vida. Es suave, un poco blando en la superficie, como si mimara un queso brie. Pero si intento hundir los dedos no puedo: es muy duro. Su temperatura es alta, quizás todavía está vivo. Siento que me engaña, pero no sé cómo. Pienso en los edredones esponjosos y suaves, que también engañan. Abrigan tanto o más que las mantas pesadas.

 

El ladrillo de micelio tiene un peso extraordinariamente bajo y con alta resistencia mecánica. La pared celular de este hongo forma una red microscópica de filamentos que funciona a modo de armadura, y de aquí nace su resistencia. Myceen, la empresa que desarrolla este biomaterial, valora su capacidad de aislamiento, por lo tanto, puede tener un futuro en el ámbito de la insonorización acústica y térmica. Por otro lado, también destaca su capacidad de unión cohesiva natural. Al tratarse de una materia gomosa y cultivable, los módulos se pueden unir y solidificar en una sola pieza.

 

 img-dins_article-bartomeu148b

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

‘Interface Organism’

Fuente. Myceen / Tallin Architecture Bienale (2022)

 

Durante el Festival Blend 2024 se expusieron las muestras de diferentes nuevos materiales que forman parte de la biblioteca del FAD, en el Barcelona Design HUB. La selección incluía compuestos de marrón de café compactado con resina, fibras elaboradas con caparazones de huevo y cultivo de módulos constructivos elaborados con micelio, entre otros. Todas estas neomaterias constituyen un campo de investigación interesante en términos de diseño y comunicación visual: desde su agencia, pendiente de configurar por el uso que se le dará, hasta sus connotaciones, a menudo arraigadas a los usos que se le daban anteriormente.

 

De materia viva a material

 

Tal y como explican Maturana y Varela (2003), la lectura de los elementos del entorno contiene una función de conocimiento que determina nuestra ontogenia. Esta se entiende como la historia del cambio estructural de un ser vivo en particular. Hay un conocimiento adquirido evolutivamente, con base biológica, que nos permite diferenciar que una manzana arrugada y marrón no es apta para ser consumida, y que evita que nos alimentemos con productos deficientes, que nos podrían causar un agravio en la salud. Comiendo alimentos en buen estado sobrevivimos, y transmitimos el conocimiento del medio a nuestra descendencia.

 

De pequeños aprendemos que la piel de la manzana nos da información sobre el grado de maduración de la fruta, y, junto con la textura y la dureza, nos comunica su estado. Así, la piel de la manzana actuaría como una interfaz que nos transmite la disponibilidad de uso del alimento. Si hablamos de la manzana como un objeto, podemos decir que contiene una disponibilidad latente, como dice Gui Bonsiepe (1993), y esta información es configuradora de nuestra experiencia sensible.

 

¿Cuáles son las creencias que proyectamos sobre los nuevos materiales? ¿Están vinculadas con los anteriores usos? ¿Cómo tiene lugar la resignificación de una materia viva en material? ¿Si llamamos a la roca cortada piedra, y al árbol talado, madera, hay que buscar una nueva palabra para el hongo construido?

 

 img-dins_article-bartomeu148c

 

 

 

 

 

 

 

 

Intervención sobre imagen de stock Vecteezy ‘Raised by a tree’ (izquierda) e intervención sobre imagen Myceen de Lámpara ‘Grown to shed light’ (derecha), las dos de Elena Bartomeu (2024)

Fuente. Elena Bartomeu / Vecteezy / Myceen

 

Para saber más:

ARQUITECTURA SOSTENIBLE (2021). «Materiales innovadores para una construcción sostenible». Arquitectura sostenible [en línea]. Disponible en: https://arquitectura-sostenible.es/materiales-innovadores-construccion-sostenible/

BARTOMEU, Elena; MASSAGUER. Lluc (2024). «Material Agency in Book Design». En: Aron D. (ed.). P(R)eferences of Design. En prensa. Budapest: Cumulus.

BONSIEPE, Gui (1993). Del objeto a la interfase. Buenos Aires: Infinito.

FAD (s.d.). «Neomateria». MATERFAD [en línea]. Disponible en: https://www.fad.cat/materfad/es/services/10230/neomateria

MATURANA, Humberto; VARELA, Francisco (2003). El árbol del conocimiento. Buenos Aires: Lumen.

 

Citación recomendada

BARTOMEU MAGAÑA, Elena. «El peso de la paja». COMeIN [en línea], noviembre 2024, no. 148. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n148.2478

diseño;  eventos;  creatividad;  lifestyle