El pasado mes de diciembre se celebró Expanding the margins, un congreso internacional de investigación en diseño, organizado desde el Grupo de Investigación Mediaccions y los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la UOC. En este artículo hablaremos de una de las temáticas que se abordaron, la relación del diseño con la salud y el bienestar, y lo haremos surfeando aspectos como el codiseño, el diseño colaborativo, la escucha activa, los estigmas y la sensibilización.
Una colega de profesión (y amiga) nos contaba que un grupo de estudiantes se le acercó al final de una clase, con mucha preocupación. Con nerviosismo le pidieron si le podían hacer una pregunta un poco personal. Querían saber por qué tenían tantos profesores y profesoras profesionales del diseño en aquel máster. Creían que eso era una señal de que la profesión no iba bien y que, al no tener trabajo, no tenían otra opción que dedicarse la docencia, como solución de supervivencia.
Hace veinte años, estudiar diseño implicaba un periplo que conllevaba trasladarse a Barcelona o a Madrid, centros neurálgicos de la profesión. Aparte de las escuelas de diseño, allí encontrabas las bibliotecas especializadas, los quioscos donde podías comprar revistas que venían directas de Londres y los EE. UU., las exposiciones y acontecimientos donde se encontraba el bullicio del sector creativo. «Todo esto eran campos» y las cosas han cambiado. ¿Se puede diseñar lejos de la capital?
A menudo se habla de la motivación del estudiantado, de lo importante que es que haya un interés intrínseco en lo que se estudia y que, si no lo hay, desde la docencia intentemos activarlo y cultivarlo. Pero ¿y el profesorado? ¿Qué papel ejerce la pasión, la motivación y el amor por todo aquello que se explica? El título de este artículo parece bastante un clickbait, pero no lo es. ¡Vamos allá!
Los últimos meses prácticamente solo hablamos de inteligencia artificial (IA), que si «la IA ha venido para quedarse», que si «la IA ya no es el futuro, sino que es el presente», etc. Entre que escribo este texto y se publica, ya habrán cambiado muchas cosas y todo ello habrá evolucionado hacia caminos todavía desconocidos. Aun así, me aventuro a escribir y que pase lo que tenga que pasar. ¡Manos a la obra! ¿Qué uso estamos haciendo de la IA en profesiones como el diseño, el mundo audiovisual, el periodismo o la comunicación?
«Barcelona acoge el ecosistema más importante de formación en diseño de Europa», según Jose Luis de Vicente, nuevo director del Museo del Diseño de Barcelona. Una afirmación contundente que nos lleva a un paralelismo con el mundo natural. Al igual que un ecosistema natural, el del diseño está formado por organismos vivos que se relacionan entre sí y con su medio. En este sistema los organismos, que no son totalmente homogéneos, forman una comunidad y comparten flujos de energía.
Podemos crear con objetivos muy diversos. Podemos hacerlo para expresarnos, nos podemos quedar en la superficie, resolver una problemática sencilla, incluso frívola, podemos solucionar problemas más complejos, que afecten además personas, o a aquellas que están en riesgo de exclusión, por ejemplo. Podemos crear con la intención de salvar vidas o incluso de salvar el planeta. Incluso podemos crear (para el) más allá.
Conectar conceptos, profesionales y disciplinas es, a menudo, una habilidad sutil o que pasa desapercibida ya que, a pesar de ser imprescindible en el ámbito creativo, es poco tangible o cuantificable. Aun así, hay personas que, de manera natural o porque lo han trabajado, ven enlaces que son clave en el proceso creativo. Este artículo es un homenaje a los hilos invisibles, a las conexiones y a los caminos que trazamos entre vectores, tengan la forma que tengan.
La palabra expectativa proviene etimológicamente de spectare (contemplar o ver en detalle) y el prefijo ex (hacia afuera). Se refiere a la esperanza o posibilidad de conseguir algo, y está tan integrada en nuestra mirada que, a veces, se convierte en un prejuicio, o como mínimo suele desviar nuestro foco de atención. Las expectativas se nos colocan como un filtro en la relación con las otras personas, y por supuesto también en el ámbito académico y en el profesional.
Septiembre y enero son aquellos meses en los que todo empieza de nuevo, cuando todo el mundo se propone (¡este año sí!) crear nuevos hábitos y lograr aquellos objetivos que cuando pasan quince días ya nadie recuerda. Hay un mercado que conoce bien este fenómeno, y este es el del coleccionismo. Álbumes de cromos, muñecas de porcelana, cohetes que se montan por piezas... ¿Por qué y qué coleccionamos? ¿Creatividad y coleccionismo pueden ir de la mano?