Una colega de profesión (y amiga) nos contaba que un grupo de estudiantes se le acercó al final de una clase, con mucha preocupación. Con nerviosismo le pidieron si le podían hacer una pregunta un poco personal. Querían saber por qué tenían tantos profesores y profesoras profesionales del diseño en aquel máster. Creían que eso era una señal de que la profesión no iba bien y que, al no tener trabajo, no tenían otra opción que dedicarse la docencia, como solución de supervivencia.
El caso me sorprendió muchísimo, así que necesitaba averiguar qué motiva a un/a diseñador/a a dedicarse a la docencia. Se han hecho estudios sobre cómo los y las docentes, en general, actúan como diseñadores/as, proyectando el proceso de aprendizaje de sus estudiantes, adoptando el design thinking o proponiendo nuevas maneras de aproximarse a su actividad a través de la creatividad. Pero ¿y al revés? ¿Qué impulsa a diseñadores y diseñadoras a compatibilizar su actividad profesional con la docencia? Y, cuando lo hacen, ¿cómo es su experiencia?
Lancé una pequeña encuesta desde mis redes sociales, asumiendo que se trataría de una pequeña aproximación, a modo de sondeo, que me daría las primeras pistas para resolver mi pregunta inicial. Más adelante quizás tiraré del hilo para construir una investigación más robusta. En este caso obtuve 25 respuestas, de docentes o profesionales que imparten docencia en diseño, entre los 28 y 51 años, mayoritariamente del área metropolitana de Barcelona, pero también de otras partes de España como Las Palmas de Gran Canaria, A Coruña, Valencia, Madrid o Bilbao, entre otras.
¿Qué motivos les han llevado a ser docentes?
Un par de participantes explica que se encontró «dando clase» casi por casualidad, empezando con un workshop y terminando con una docencia más reglada, pero la mayoría habla de una decisión consciente y meditada. Hay una parte emocional en esta decisión de incorporarse al ámbito de la docencia, que les lleva a hablar de aspectos como la pasión o la curiosidad. Es cierto que en algunas ocasiones aparece la búsqueda de estabilidad económica que aportan unos ingresos extra, pero este motivo solo lo encontramos en ocho de los veinticinco casos.
Lo que más motiva a las personas encuestadas es compartir conocimientos con el estudiantado, acercar la disciplina a nuevas generaciones, ayudar a otras personas a crear una oportunidad, incluso se expresa como «devolver conocimientos a la comunidad». En relación con este aspecto, se habla también de la docencia como impulsora de cambios sociales.
«A compartir, a aprender, a mejorar, a formar parte de un cambio social y humano, a construir conjuntamente, a motivar reflexión y a estar al día y nutrirme de la riqueza de las personas.» (PD07)
Finalmente, encuentran unos beneficios directos que les enriquecen de manera personal y profesional. La docencia les hace estar en contacto con nuevas generaciones, seguir activos (en la búsqueda de referentes, procesos, tendencias) y, sobre todo, aprender de sus estudiantes. Al enseñar también se aprende.
«La participación de un proceso en que las dos partes se nutren. Mientras uno devuelve lo aprendido y la situación actual, el otro le indica las nuevas tendencias, cómo no estar obsoleto y adaptarse a las nuevas realidades.» (PD23)
¿Cuál es la mejor parte de ser docente según su opinión y experiencia?
Destacan aspectos relacionados con su motivación por ser docentes, como compartir sus conocimientos y experiencias con personas que quieren formarse en el oficio, seguir activo o activa y, otra vez, aprender del estudiantado.
«Me apasiona crear espacios seguros para compartir, colaborar, integrar diferentes perspectivas, investigar, crear, nutrirnos mutuamente…» (PD20)
Conectar con el estudiantado y verlo crecer son los dos aspectos más repetidos como parte más positiva de la docencia.
«Las miradas cómplices de las personas que participan en mis clases, sus momentos de sentirse perdidas y aquellos en los que se vuelven a encontrar.» (PD22)
También se valora el marco académico como un espacio propicio a la experimentación, que nutre tanto al estudiantado como al profesorado.
«La conexión con la parte más experimental. Explorar alternativas que solo desde un marco educativo es posible.» (PD23)
En este apartado no hay rastro de la parte económica, de la estabilidad que se buscaba al iniciar su actividad docente, así que no sabemos si es que no la han encontrado o si, una vez entrados en el mundo académico, los puntos que acabamos de destacar han superado las condiciones laborales que se buscaban al inicio.
¿Y lo peor de la docencia?
En esta parte nos damos cuenta de las sombras de, sobre todo, trabajar con personas. Hay diferentes comentarios sobre gestionar la desmotivación, la búsqueda de inmediatez o ciertos comportamientos inadecuados de algunos y algunas estudiantes. Ello comporta un desgaste emocional y de energía, así como frustración que deviene la peor parte de la actividad.
«Cuando no conectas con los alumnos, al grupo no le interesa lo que explicas. Cuando no consigues llegar a ellos.» (PD25)
También se menciona la inversión extra de tiempo que requiere, sobre todo, la preparación de clases y correcciones, que no se ve recompensada económicamente.
«Las horas que lleva preparar un curso, la repetición de materias constantemente, cosa que te hace ser un robot.» (PD14)
Pero las dos cosas que más se nombran como elementos menos agradables son, por un lado, la parte burocrática que acompaña a la docencia y todo lo que conlleva y, por otro, las correcciones y la evaluación, que se perciben como actividades más tediosas.
«Los procesos más académicos y más burocráticos como revisar las competencias, los planes de estudio, las evaluaciones... Tareas necesarias, pero a veces se hacen más pesadas.» (PD03)
Así pues, la hipótesis de aquel grupo de estudiantes que se dirigieron a mi colega pensando que su profesorado (profesional en activo) estaba allí porque no tenía trabajo, parece no cumplirse, o al menos no de forma general. Sí hay algunos comentarios relacionados con la búsqueda de remuneración económica o estabilidad, pero tienen mucho más peso aspectos como la realización personal de compartir su experiencia, acompañar el crecimiento del estudiantado o mantenerse activos y activas para enriquecer su bagaje profesional.
La docencia, cuando se combina con la práctica profesional, es un complemento que, como hemos podido comprobar en esta breve consulta, tiene más a aportar que a restar. Y es que –ahora hablo por mí– acompañar a personas a formarse, a aprender y a crecer académica y profesionalmente puede ser tan enriquecedor (por ambas partes), que puedo decir que, en mi caso, es una de las experiencias más bonitas que he vivido (y vivo).
Gracias a todas las personas que han compartido sus experiencias en esta mininvestigación y a todas aquellas que reman para que la combinación profesión-docencia sea tan enriquecedora.
Citación recomendada
MASSAGUER, Lluc. «¿Qué impulsa a profesionales del diseño a ser docentes?». COMeIN [en línea], noviembre 2024, no. 147. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n148.2473
Profesora de diseño en la UOC