La inteligencia artificial ha dejado de ser una tecnología o una problemática de nuestros tiempos, es ya una tautología que anula cualquier forma de reflexión crítica sobre la condición cíborg del humano actual. Es un ejemplo el protagonismo absoluto que ha tenido en la decimoctava edición del Mobile World Congress (MWC, 2024), celebrado en Barcelona este pasado febrero. El comportamiento del hombre tecnológico es un síntoma de que quien determina hoy nuestra identidad son las empresas tecnológicas y su extractivismo computacional (Gozalo Salellas, 2023; Sadin, 2020).
Este texto se propone reivindicar los Estudios Culturales como un campo de investigación interdisciplinario operativo para analizar y transformar las sociedades actuales. Para ello, proponemos hacer un repaso de la obra Doing Cultural Studies: The story of the Sony Walkman (du Gay et al., 1997). Este libro se sitúa en la intersección histórica que marcan los últimos años del siglo XX, absolutamente fundamentales para entender la expansión tecnológica y mediática en la actualidad. Para el caso que nos ocupa, el momento de su publicación también lo sitúa a medio camino entre la fundación oficial de los Estudios Culturales en 1964, con la creación del Centro de Estudios Culturales Contemporáneos (CCCS por sus siglas en inglés) en la Universidad de Birmingham por Richard Hoggart y Stuart Hall (coautor del libro que presentamos aquí), y la actualidad, a un cuarto de siglo de su publicación y en el 60.º aniversario de los Estudios Culturales.
Hace apenas cinco años, escribí un artículo en esta misma revista en el que hablaba de desinformación y elecciones europeas. En aquel momento, parecía que las elecciones habían tenido unos resultados «aceptables» para el statu quo y se concluyó con que se había sabido actuar contra la desinformación de forma adecuada en relación con la activación del Código de Buenas Prácticas contra la Desinformación, al cual debían adherirse las grandes plataformas y redes sociales.
El humor hecho por mujeres que se gesta en el ecosistema mediático de internet tiene un encaje difícil cuando se desplaza a canales y formatos generalistas. Después de Elvis (Baz Luhrmann, 2022), donde se nos contó con una narrativa y una estética apabullantes el ascenso y caída del mito popular de Elvis consumido en las fauces del showbusiness, Sofia Coppola nos cuenta en Priscilla (2023) el reverso íntimo y doméstico de la vida de su mujer durante sus años de relación (1959-1973): su primer encuentro en la base militar norteamericana de Alemania –ella con 14 años y él con 24–, su marcha a EE. UU., su vida en Graceland, la boda, la maternidad y la separación.
Se habla mucho de la decepción de los ciudadanos hacia la política y su desafección. El gobierno abierto y muy especialmente la participación activa –en la confección de presupuestos, o en consultas, o incluso en la toma de decisiones– es vista por los políticos como una vía para devolver a los ciudadanos a la esfera política, como mínimo, a la participación en las elecciones municipales, autonómicas, nacionales o europeas. Sin embargo, ¿cómo se está empleando esta vía?, ¿se está cuidando?, ¿se está potenciando eficientemente?, ¿es sincera?
Se acerca el 8M (Día Internacional de la Mujer) y parece que es inevitable cuestionar o cuanto menos revisar la necesidad de volver a celebrar este día tan reivindicativo. Para algunos y algunas, pero sobre todo para aquellos varones que se ven amenazados por el feminismo, carece de sentido, puesto que –según ellos– tenemos ya todos los derechos adquiridos e incluso en detrimento de los suyos propios.