La inteligencia artificial ha dejado de ser una tecnología o una problemática de nuestros tiempos, es ya una tautología que anula cualquier forma de reflexión crítica sobre la condición cíborg del humano actual. Es un ejemplo el protagonismo absoluto que ha tenido en la decimoctava edición del Mobile World Congress (MWC, 2024), celebrado en Barcelona este pasado febrero. El comportamiento del hombre tecnológico es un síntoma de que quien determina hoy nuestra identidad son las empresas tecnológicas y su extractivismo computacional (Gozalo Salellas, 2023; Sadin, 2020).
Con el cierre del MWC 2024 finalizó una semana llena de invasiones de la inteligencia artificial (IA, a partir de ahora) en la ciudad de Barcelona. Combinar la mirada crítica ofrecida por los seminarios del CCCB –que alimentan de debates en la exposición IA: Inteligencia artificial (18 de octubre de 2023-17 de marzo de 2024) y que el miércoles 28 de febrero culminaron en la sabia mirada de Herta Nowotny (autora de La fe en la inteligencia artificial. Los algoritmos predictivos y la fe en el futuro)– con la euforia tecnófila de miles y miles de hombres en el Mobile World Congress representa un plato de difícil digestión, pero necesario para no morir ni de angustia digital ni de un ataque al corazón de tantas «wonderful news!» que se anuncian entre los muros de grandes acontecimientos mundiales.
Lo cierto es que, en no mucho más de un año, la IA ha ocupado la narrativa casi absoluta de nuestros tiempos –como si no hubiera crisis humanas más clásicas, como las guerras, más cerca que nunca, los desplazados o el agotamiento de los recursos materiales que alimentan toda tecnología. Pero, consciente o inconscientemente, los más de 100.000 asistentes del Mobile constataban que la prótesis ha abandonado a la neurona. Dicho de otro modo, el dispositivo (el móvil) asume un rol subsidiario al lenguaje: la IA. Un lenguaje que lo cambia casi todo, porque no solo muta nuestros cuerpos (la condición protésica), sino que condiciona nuestro cerebro mediante los algoritmos (Rouvroy y Berns, 2016) y nos conduce hacia la condición posneuronal.
No casualmente, justo los mismos días, la empresa tecnológica ubicada en California NVidia presentaba sus resultados del 2023 y la previsión para el 2024. Reventaría todos los pronósticos y se situaría tercera en la carrera sin freno entre las grandes tecnológicas yankees. Solo por detrás de Microsoft y Apple, las dos empresas reinas, NVidia supera en capitalización a compañías como Amazon o Alphabet (Google) y duplica o triplica el valor de Meta (Facebook), Tesla o Walmart, poner solo algunos nombres conocidos.
La aparición repentina de NVidia
¿Pero quién es este nuevo gigante y gran desconocido para las masas? ¿Por qué hace esta aparición repentina? ¿Es una burbuja más dentro de la burbuja tecnológica? No. A NVidia quizás no la conozcamos, pero la llevamos casi todos con nosotros. NVidia es el gran productor de tarjetas computacionales gráficas del planeta, y alimenta las máquinas, y por tanto las pantallas, de millones de jóvenes gamers, de tecnófilos entusiasmados con las nuevas capacidades generativas de herramientas como ChatGPT 4 y de cualquier profesional para quien la imagen computacional sea un elemento de trabajo.
El auge de NVidia, que le debe el nombre a una primera demo de la empresa montada por tres amigos con el nombre de NV (de next version; ‘nueva versión’), es la confirmación de que la IA no es un fenómeno espurio, ni virtual, ni mucho menos inmaterial, sino justo lo contrario: depende profundamente del hardware, y la investigación de la potencia infinita produce indudables daños materiales. Mientras las acciones de la compañía crecen, también lo hace el expolio a la tierra en la obtención de los materiales para producir las tarjetas. Esperamos que para la futura vigésima edición del Mobile, la del año 2026, las grandes empresas del cloud software como Google, Amazon o Microsoft nos presenten una imagen real de sus grandes sistemas de servidores distribuidos alrededor del mundo. Y no solo vendan promesas y conceptos.
‘Era cíborg’ o transhumanismo
Esta dependencia de la maquinaria con esqueleto reabre un debate que no es tan nuevo, por otro lado: ¿estamos en la era cíborg, donde la máquina nos acompaña para mejorarnos; o bien en la era del transhumanismo, donde subrogamos en la tecnología la promesa de superar la falibilidad del hombre? Parece adecuado actualizar la construcción provocadora e irónica de la subjetividad cíborg que hizo Donna Haraway en los años ochenta (de cyber + organism: «organismo cibernético»): ¿somos todos nosotros un constructo criaturesco o monstruoso compuesto tanto de elementos orgánicos como de dispositivos cibernéticos con la intención de mejorar las capacidades orgánicas mediante la tecnología?
¿O más bien nos acercamos a la ideología transhumanista, que, desde sus inicios (de Julian Huxley a Max More o Nick Bostrom), ha tenido como objetivo transformar la condición humana hacia una tecnologización de la vida humana, tanto física como psicológica o intelectualmente? En todo caso, es innegable que transitamos por los oscuros caminos del poshumanismo. Nos afecta en todos los tramos y ámbitos de nuestra vida, como nos recuerda Rosa Braidotti en Lo posthumano (2015):
«[N]uestra segunda vida en un mundo digital, la comida genéticamente modificada, las prótesis de nueva generación y las tecnologías reproductivas son algunos aspectos ya familiares de la condición poshumana».
No debemos caer en alarmismos fatalistas al culpar a las máquinas, sino asumir la condición actual no natural del ser humano y replantearnos qué significa hoy tener una identidad. Bastaba con pasear por los inacabables pasillos de la Fira de Barcelona, inundados de miles de hombres-prótesis atrapados por pantallas, cámaras y gafas inmersivas o funcionalidades transferidas a herramientas digitales que no nos replican, sino que dictan nuestra obsolescencia. Cuando se echa de menos a los robots en una feria de tecnología es que algo serio está pasando.
Pero, como la propia Braidotti remarca, hay que prestar atención a la mercantilización de nuestras vidas, tanto de nuestros órganos como de lo que pasa adentro, como por ejemplo el funcionamiento neuronal:
«Después de haber constatado el fin del humanismo, hay que ver en esta transformación las malas intenciones de una colonización de la vida por parte de los mercados y la lógica del beneficio».
No eran tan críticas las miradas irreverentes y transgresoras de la oleada de teorización de los medios que –en los setenta y ochenta del siglo pasado y de la mano de la teoría francesa aportada por autores como Michel Foucault, Gilles Deleuze o Felix Guattari– puso nuevamente el foco en la noción de dispositif, de forma que evidenció una nueva dominación de la técnica en nuestros cuerpos. Autoras como Donna Haraway (1985) redefinirían la biopolítica foucaultiana hacia una biotecnopolítica con la microelectrónica en el centro:
«No solo “dios” ha muerto, sino también la “diosa”, o los dos han sido revivificados en los mundos cargados de microelectrónica y de políticas biotecnológicas […]. Una ya no tendrá que pensar en términos de propiedades esenciales, sino de diseño, de dificultades limítrofes, de tasas de movimiento, de lógicas de sistema, de coste de disminución de las dificultades.»
El valor predictivo de las provocadoras palabras de Haraway, donde incluso anuncia la difuminación de las tan contemporáneas políticas de identidad, nos asusta 40 años después. La triple ruptura que la condición cíborg ponía encima la mesa –la división entre lo humano y lo animal, la división entre el animal-humano y la máquina, y finalmente la división entre lo físico y no físico– hoy me produce un eco gigante paseando por los halls infinitos del Mobile World Congress.
Para saber más:
BRAIDOTTI, Rosa (2015). Lo posthumano. Gedisa.
FOUCAULT, Michel (2006). Seguridad, territorio, población. Curso en el Collège de France (1977-1978). Fondo de Cultura Económica.
GOZALO SALELLAS, Ignasi (2023). ). La excepcionalidad permanente. Anagrama.
HARAWAY, Donna (1985). A Cyborg Manifesto. Socialist Review.
NOWOTNY, Herta (2021). La fe en la inteligencia artificial. Los algoritmos predictivos y la fe en el futuro. Galaxia Gutenberg.
ROUVROY, Antoinette; BERNS, Thomas (2016, desembre). «Gubernamentalidad algorítmica y perspectivas de emancipación». Adenda Filosófica, no. 1.
SADIN, Eric (2020). La Inteligencia Artificial o el desafío del siglo. Caja Negra.
Citació recomanada
GOZALO SALELLAS, Ignasi. «El régimen digital (y 3): de la condición protésica a la promesa de la computación neuronal». COMeIN [en línea], marzo 2024, no. 141. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n141.2419
Profesor de Comunicación en la UOC