La reciente irrupción de nuevas protestas estudiantiles en la Universidad de Columbia y, por extensión, en las universidades de todo el país, nos habla sobre todo de los cambios demográficos y sociales que la sociedad norteamericana ha vivido a lo largo de las últimas décadas: las mujeres, las múltiples nacionalidades y razas, y también los nuevos medios de transmisión toman la palabra para influir en una nueva época. Finalmente, nos recuerda la enorme incidencia que tiene la «cuestión judía» en la ciudad de Nueva York y en las instituciones académicas más elitistas de los Estados Unidos.
A finales de los años 90, cuando Europa se enfrentaba al reto de una globalización que pretendía acabar con la historia, el sociólogo Pierre Bourdieu (1999) nos recordaba que «la historia enseña que no hay política social sin un movimiento social capaz de imponerla (y que no es el mercado, como se intenta hacer creer hoy, sino el movimiento social el que «civilizó» la economía de mercado, contribuyendo así en gran medida a su eficacia)». Los movimientos vividos en España en las siguientes décadas así lo demostrarían.
Pero no todos los sociólogos lo han visto igual. En una entrevista a Manuel Castells (2015), alrededor de su libro Redes de indignación y esperanza (2012), apuntaba que los movimientos sociales «no buscan tomar el poder. Nunca. Cuando lo intentan se vuelven movimientos político revolucionarios, que es otra cosa. El movimiento social busca cambios en las mentes de las personas y en las categorías culturales con las que la sociedad, normalmente, se piensa a sí misma».
Vídeo ‘10 años del 15-M: Las voces de la Puerta del Sol’ (2021)
Fuente: ‘El País’
La fuerza del movimiento social radica en el hecho de que desplaza los marcos de pensamiento sobre la realidad y abre nuevos campos de expectativas para el futuro. A partir del caso de los indignados en la España de la década pasada, nos recordaba Castells que «ocurrió cuando nadie lo esperaba. En un mundo presa de la crisis económica, el cinismo político, la vaciedad cultural y la desesperanza, simplemente ocurrió». Tanto el movimiento del Mediterráneo en crisis de los años 2010 como los movimientos de protesta estudiantil actuales tienen elementos claramente identificables como comunes, según Castells (2012): 1) se ignoran los partidos políticos; 2) se desconfía de los medios de comunicación; 3) no se reconoce ningún liderazgo y; 4) se rechaza cualquier tipo de organización formal. A cambio, se debate colectivamente y se toman las decisiones tanto a escala local y material (la asamblea como forma) como a escala global y virtual (internet en todas sus formas de entonces y de hoy: redes de mensajería, Twitter/X, TikTok, YouTube).
A la hora de analizar tanto el 15-M como otros movimientos que han surgido siguiendo el modelo, agrupados bajo el nombre de movimiento red, sería más propio hablar de una «acción en red» que de una «acción colectiva» (Monge, 2018), porque la acción se lleva a cabo en común, pero de manera geográficamente diversificada, ideológicamente plural, culturalmente singular, no obstante, en cualquier caso, con unos objetivos compartidos: transformar culturalmente e influir políticamente. Como afirma Castells (2015), «son movimientos sociales, con el objetivo de cambiar los valores de la sociedad, y también pueden ser movimientos de opinión pública, con consecuencias electorales. Pretenden cambiar el Estado, pero no apoderarse de él. Expresan sentimientos y agitan el debate, pero no crean partidos ni apoyan gobiernos».
Nuevas demografías, nuevas gramáticas
En una entrevista reciente en El independiente (2024), el historiador de la Universidad de Michigan y experto en el Próximo Oriente, Juan Cole, apunta que «los cambios demográficos en los Estados Unidos desde el 1965, con un millón de inmigrantes que llegan legalmente cada año procedentes de todo el mundo, también han creado una masa crítica de estudiantes de origen palestino, árabe, musulmán, sudasiático, latín y asiático que son críticos con el colonialismo que practican colonos como los israelíes». El cambio demográfico acelera nuevos agentes de enunciación que cuestionan la doctrina tal como Foucault (1999) la teorizaría en El orden del discurso: «la doctrina efectúa una doble sumisión: la de los sujetos que hablan en los discursos, y la de los discursos al grupo de los individuos que hablan». Es decir, los lemas y las nuevas gramáticas de cada nueva insurrección estudiantil ponen en entredicho el derecho a enunciar la verdad tal y como ha sido verbalizada –por parte del sujeto emisor– y asumida –por parte de los grupos receptores–.
Cole nos habla de otro elemento que cabe considerar. Advierte que asistimos a un mundo a dos ritmos narrativos: «estos jóvenes han visto cómo se desarrollaba el genocidio en Gaza en tiempo real en sus teléfonos a través de plataformas sin censura como TikTok», mientras sus padres y abuelos continúan percibiendo el mundo tal y como los grandes canales de noticias televisivas norteamericanos deciden cómo filtran estas imágenes de crueldad extrema. No duda en señalar, una vez más, intereses comerciales detrás de esta omisión consciente de la realidad —es decir, muchos dólares de publicidad en juego—.
Jóvenes captando el conflicto israelí-palestino a través de sus móviles
Fuente: BBC / Getty Images (2021)
Si aquella década de los 60 fue de la llegada de los derechos civiles, del movimiento feminista y del antibelicismo norteamericano –«1968, the year that changed America», diría un medio rememorando los 50 años de la efeméride en 2018–, esta nueva oleada nos presenta un anticolonialismo global, y también la oposición ética entre las renovadas generaciones occidentales al capitalismo de guerra. El denominador común: el activismo estudiantil actuando como núcleo irradiador de un sentimiento de solidaridad global, pero también de acondicionador de las fuerzas de choque políticas. Si aceptamos que Columbia 68 fue la tumba de los demócratas ante el desastre de Vietnam, nada hace pensar que Columbia 24 no pueda ser el Vietnam de Joe Biden.
Una vez más, las puestas en escena de las convenciones de los dos grandes partidos yanquis este verano serán claves para determinar un mensaje en el mundo y, muy probablemente, como el verano del 68 en la convención demócrata en Chicago, los estudiantes norteamericanos irrumpirán en el cónclave para elegir a Biden como muro de contención contra Trump, pero también para condicionar su apoyo a cambio de líneas rojas en política internacional y, de fondo, en políticas sociales, raciales y educativas.
No hay que leer las acampadas, las asambleas y los renovados claims políticos en los campus universitarios americanos como «estetizaciones de la política», sino, como lo fueron en el 68, un aviso para navegantes de los imperativos éticos de una nueva generación occidental que no está de acuerdo con los supuestos innegociables del pasado de nuestra tradición. Y en este momento tan trágico de violencia en Palestina, parece evidente que, una vez más, como a lo largo del último siglo y medio, la denominada «cuestión judía» (Marx, 1970; Traverso, 2023) ejercerá un enorme poder de convulsión occidental. Para Biden, y para Europa, separar la cuestión judía de la inmoral práctica de violencia en nombre de la nación que hace Israel puede ser un acto de defunción enunciado.
Para saber más:
BOURDIEU, Pierre (1999). «Sin movimiento social, no hay política social». Revista de Sociología, vol. 11, no. 12 [en línea]. Disponible en: https://sisbib.unmsm.edu.pe/bibvirtual/publicaciones/sociologia/1999_n12/art021.htm
CARRIÓN, Francisco (2024). «El ‘15-M’ propalestino que se extiende por las universidades de EEUU y puede costarle la presidencia a Biden». El independiente [en línea]. Disponible en: https://www.elindependiente.com/internacional/2024/04/25/el-15-m-propalestino-que-se-extiende-por-las-universidades-de-eeuu-y-puede-costarle-la-presidencia-a-biden/
CASTELLS, Manuel (2012). Redes de indignación y esperanza: los movimientos sociales en la era de Internet. Alianza editorial.
CASTELLS, Manuel (2015). «Manuel Castells: “La sociabilidad real se da hoy en Internet». Clarín [en línea]. Disponible en: https://www.clarin.com/ideas/manuel-castells-sociabilidad-real-hoy-internet_0_SJ0QH5rswme.html
FOUCAULT, Michel (1999). El orden del discurso. Tusquets editores.
HAJELA, Deepti (2024). «How Columbia University’s complex history with the student protest movement echoes into today». Associated Press [en línea]. Disponible en: https://apnews.com/article/columbia-gaza-campus-protests-1968-505f9da3aef5ce7a9f7d6eb962dacb5d
MARX, Karl (1970). «La cuestión judía». Los anales franco-alemanes. Ediciones Martínez Roca.
MONGE, Cristina (2018). «Creatividad e Innovación política. Movimientos “modelo 15M”». Laaab [en línea]. Disponible en: https://www.laaab.es/2018/09/creatividad-e-innovacion-politica-movimientos-modelo-15m/
TRAVERSO, Enzo (2023). La cuestión judía: Historia de un debate marxista. Verso Books.
Citación recomendada
GOZALO SALELLAS, Ignasi. «La eclosión del movimiento estudiantil (2): nuevas gramáticas, nuevos medios». COMeIN [en línea], junio 2024, no. 144. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n144.2439
Profesor de Comunicación en la UOC