«Es una persona con más experiencia, es predecible, es un político de la vieja escuela». Estos son los piropos que el presidente ruso, Vladímir Putin, lanzó recientemente a su homólogo estadounidense, Joe Biden, cuando un periodista le preguntó si en las presidenciales que se celebrarán este año en el país norteamericano prefería una victoria de Biden o de Donald Trump (probable candidato republicano si nada ni nadie lo remedia). ¿Putin elogiando a Biden y ninguneando a su estimado colega Trump? Pues sí, un abrazo del oso en toda regla.
La expresión abrazo del oso sirve para describir aquellas muestras de afecto y simpatía que, en realidad, pretenden dañar a quienes las reciben. Para ser presidente de los Estados Unidos, ser amigo de Putin constituye un grave demérito más que una medalla que uno pueda lucir con orgullo. De hecho, para la carrera electoral del expresidente Trump, el sambenito de la injerencia rusa constituye un notable lastre. En consecuencia, la proclama del presidente ruso alabando a Biden y menospreciando a Trump no pretende otra cosa que escenificar un distanciamiento con el (pre)candidato republicano para así dar alas a sus aspiraciones.
En contraste con la dilatada experiencia de Putin en los servicios secretos y en las llamadas cloacas del Estado, esta estrategia puede parecer poco sutil; una maniobra burda y demasiado evidente. Sin embargo, su efectividad potencial es elevada si tenemos en cuenta que buena parte del electorado de Trump no destaca precisamente por su sofisticación intelectual.
Aunque oficialmente el animal que simboliza a Rusia es el águila bicéfala, en el imaginario popular es un oso
Fuente: imagen creada por Ferran Lalueza con la herramienta SeaArt AI
Siempre al quite, Volodímir Zelenski –presidente ucraniano– apenas tardó un par de días en contraprogramar las declaraciones de Putin reiterando su invitación dirigida a Trump para que visite Ucrania y vea con sus propios ojos los desastres de la guerra desencadenada por Rusia. En esto de escenificar encuentros (y desencuentros) sin escatimar golpes de efecto, Zelenski muestra ciertamente una maestría difícil de igualar.
Por más que Winston Churchill –primer ministro británico en los períodos 1940-1945 y 1951-1955– ya nos advirtiera hace tiempo de que la política hace extraños compañeros de cama, parece que la geopolítica actual está rizando el rizo en este aspecto. Ver a Putin alineado con Biden y a Zelenski cortejando a Trump (gran artífice del bloqueo de la ayuda financiera-militar que Ucrania lleva tiempo esperando de Estados Unidos) provoca sorpresa y desconcierto. La estrategia del abrazo del oso, no obstante, nos permite interpretar y dotar de sentido este insólito intercambio de parejas.
Regalo envenenado
De hecho, es muy similar a lo que hemos visto infinidad de veces en filmes policíacos: una organización mafiosa abre una cuenta millonaria a nombre de un policía honesto para que parezca un poli corrupto o un cuerpo policial otorga un trato de favor a un conspicuo delincuente para que sus compinches lo tomen por un delator. Siempre un regalo envenenado.
Si consideramos que últimamente el marketing electoral a menudo parece focalizarse más en desalentar a los partidarios del adversario que en convencer a los propios seguidores, la estrategia de agasajar a quien deseamos hundir resulta bastante pertinente. En las relaciones públicas convencionales, se buscan aliados que puedan avalarnos: prescriptores que hablen bien de nosotros con mayor credibilidad que nuestro mero autobombo. En este nuevo escenario, en cambio, son los enemigos quienes nos elogian para procurarnos así el máximo descrédito. Y es que la creciente polarización sociopolítica sin duda tiene mucho que ver con la actual profusión de abrazos del oso.
Efectivamente, el ecosistema más proclive a los abrazos del oso es el de la polarización extrema, la que promulga el «conmigo o contra mí». ¿Por qué? Porque un escenario de este tipo permite convertir en estigma el mero acercamiento al otro bando.
Desmarcarse de los afines
Desde luego, antes de una contienda electoral, las fuerzas políticas condenadas a entenderse siempre han jugado a escenificar desavenencias que les permitan marcar territorio y diferenciar su propuesta. En España, lo hemos visto con el PP respecto a Vox o con el PSOE respecto a Podemos primero y últimamente respecto a Sumar. En Cataluña, las distintas formaciones del bloque independentista también han escenificado a menudo enfrentamientos, aunque en este caso mucho me temo que se les ha ido la mano y que dichos enfrentamientos ya tienen más de realidad que de escenificación. Con todo, una cosa es distanciarse de los afines y otra muy distinta es aproximarse a los contrarios sabiendo que esa interacción les penalizará.
En esta línea, en nuestro país, recientemente, hemos constatado la facilidad con la que los contactos y eventuales acuerdos entre partidos llamados constitucionalistas y partidos independentistas se convertían en un arma arrojadiza usada para atacar a los integrantes del mismo bloque que pactaban con el enemigo, es decir, con el diablo. Un arma, por cierto, que fácilmente puede devenir en bumerán al irse desvelando que quienes más demonizaron tales contactos también los mantuvieron y que quienes más repudiaron tales acuerdos también los sopesaron.
Nos guste o no, lo cierto es que en la política actual nuestros oponentes ya nos definen más que nuestros aliados. Sabiendo que no podemos gustar a todo el mundo, nos esforzamos en gustar a quienes odian al rival. Y en este contexto, que el rival sea percibido como alguien próximo a nosotros tiene un efecto devastador para nuestra imagen. De ahí la peligrosidad de los abrazos del oso. Y de ahí que algunos ya no se vanaglorien enumerando las entidades y personalidades que les siguen en las redes sociales, sino enumerando las entidades y personalidades por las que han sido bloqueados en estas plataformas digitales que tanto han contribuido –precisamente– a polinizar la polarización.
Citación recomendada
LALUEZA, Ferran. «El abrazo del oso». COMeIN [en línea], febrero 2024, no. 140. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n140.2413