Número 129 (febrero 2023)

No queremos comer insectos (pero nos lo tragamos todo)

Ferran Lalueza

Una nueva ley de la Unión Europea (UE) obligará a la ciudadanía a comer insectos. Es un bulo, obviamente. O tal vez no tan obviamente, dado que son muchos los que le han dado crédito. Se ha difundido tan amplia y velozmente que diversas entidades de fact-checking (verificación de hechos) se han visto obligadas a desmentirlo explícitamente. La idea de degustar las larvas del escarabajo del estiércol puede asquearnos, pero –en nuestra dieta informativa– nos tragamos cosas mucho más repugnantes y en verdad dañinas.

El problema de los bulos es que contribuyen a configurar nuestra concepción del mundo. Así, pensar que la UE va a imponer un determinado alimento a la población no es únicamente una información errónea. Es, sobre todo, un mensaje malévolo y manipulador que busca alimentar –nunca mejor dicho– el prejuicio de que este organismo supranacional nos impone normas absurdas, opuestas a nuestros intereses y alejadas de nuestras tradiciones culturales.

 

Sometidos a una persistente lluvia desinformativa de esta catadura, podemos acabar comulgando con posturas antieuropeístas que arrojen piedras contra nuestro propio tejado. Y, si no, que se lo pregunten a los damnificados por el Brexit.

 

Actualmente, el fenómeno que supone una mayor amenaza para la salud democrática de las sociedades occidentales es el de la desinformación (disinformation). Es peor que la información errónea (misinformation) y que la información malintencionada (malinformation), puesto que aúna las taras de ambas. Estamos hablando de información falsa propagada con voluntad manipuladora. Una especie de dos por uno, pues, en el tenebroso mercado del desorden informativo.

 

Periodismo y educación mediática

 

La buena praxis deontológica del periodismo de calidad (el buen periodismo es siempre un periodismo ético) constituye una de las últimas líneas de defensa ante la temible amenaza de la desinformación. Las plataformas de verificación de hechos como Newtral, Verificat, Maldita o PolitiFact refuerzan este flanco asumiendo la misión específica de desmentir falsedades y validar informaciones rigurosas.

 

Con todo, muchas veces quienes consumen los contenidos generados por medios de comunicación de referencia y entidades verificadoras son personas que ya han incorporado una saludable mirada crítica como ingrediente imprescindible de su nutrición informativa. La mala noticia es que los más vulnerables ante las estrategias de desinformación son precisamente aquellos que son menos conscientes de su vulnerabilidad. Para romper este círculo vicioso, el único recurso realmente efectivo es la educación mediática.

 

En Cataluña, la Plataforma per a l’Educació Mediàtica trabaja para impulsar esta formación desde 2019. Uno de sus miembros más destacados, el Col·legi de Periodistes de Catalunya, desarrolla proyectos en el ámbito desde hace casi tres lustros y acaba de lanzar una nueva web dedicada específicamente a esta cuestión.

 

En el Estado español, la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE) lleva también mucho tiempo promoviendo la educación mediática. Aunque ha obtenido resultados francamente desiguales en las distintas comunidades autónomas donde está presente, ha consolidado algunos avances meritorios.

 

Pese a ello, existen pocos ámbitos en los que nos juguemos tanto como sociedad y en los que aún quede tanto por hacer. Habrá, pues, que arremangarse. Humildemente, yo ya lo he hecho.

 

Citación recomendada

LALUEZA, Ferran. «No queremos comer insectos (pero nos lo tragamos todo)». COMeIN [en línia], febrero 2023, no. 129. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n129.2313

periodismo;  comunicación y educación;  gestión de la información;  ética de la comunicación;  comunicación política;