Número 31 (marzo de 2014)

El virus de Évole

Sílvia Sivera

El periodismo que inocula Jordi Évole pretende reventar las entrañas de la corrupción política, sangrar las conciencias de la economía más antisocial y contagiar el clamor contra las injusticias. Ni la cepa del periodismo de denuncia ni la del subgénero del mockumentary son nuevas, pero con el falso documental Operación Palace rebrotaron muchos debates latentes desde el 23-F de hace 33 años. Pasada la fiebre mediática, viene el  análisis de la pieza como virus de comunicación.

En su último libro, Contagious. Why things catch on, el profesor Jonah Berger trata de explicar las causas por las que determinados contenidos tienen más poder de contagio que otros entre la sociedad. Por contenidos entiende noticias, historias, información, productos, ideas, comportamientos. Por contagio entiende posibilidad de difusión.


Operación Palace es un mockumentary y, por lo tanto, es un contenido que pertenece a la familia de la comedia más que a la del periodismo. Recordemos que mock significa parodia, burla, simulación, y mentary se refiere al formato documental. Se trata propiamente de una pieza de comunicación de entretenimiento, pero con valores del más puro periodismo de denuncia.


A la hora de iniciar el análisis hay que tenerlo en cuenta. Hay que saber qué estamos poniendo sobre el portaobjetos y recordar su virulencia: 5.229.000 espectadores (23,9% de share), trending topic en Twitter, nacional y mundial, con puntas del 73,22% de share social; en definitiva, la emisión no deportiva de más éxito y repercusión en la historia de La Sexta.


Pongamos el ojo sobre el microscopio y fijémonos en las variables que, según Berger, son comunes en los contenidos más difundidos. Tras una década de estudios empíricos, ha detectado seis y las denomina STEPPS: Social currency, Triggers, Emotion, Public, Practical value y Stories. Procedemos, pues, a aislar cada elemento de este acrónimo para entender las claves de Operación Palace como virus comunicativo.


Social currency. El contenido tiene un valor social para el receptor. Se convierte en una moneda con la que hacer transacciones comunicativas porque es interesante para otras personas. El mockumentary sobre el 23-F llenaba los vacíos de la historia oficial con datos sorprendentes pero verosímiles, y por eso se convirtió en protagonista de tantas conversaciones, privadas y mediáticas, que se alargaron hasta días después. Berger afirma que es posible acuñar moneda social creando contenidos extraordinarios (como lo fue narrativamente Operación Palace), pero también utilizando mecanismos de juego y haciendo sentir a la gente como insiders. Por un lado, el programa de La Sexta está repleto de pistas con las que sus creadores retan el umbral de credibilidad de los espectadores (la misteriosa caja que siempre aparece con el Rey, por poner sólo un ejemplo) y, de hecho, el mismo Jordi Évole agradece a aquellos a quienes ha gustado el programa que se hayan prestado a jugar (sic). Por otro lado, la supuesta nueva versión del golpe de Estado representa una prueba definitiva para hacer sentir más legitimados a aquellos que dudan de las versiones oficiales, de la transparencia política, y critican la manipulación informativa.


Triggers
. Ciertos detonantes pueden ayudar al éxito de un contenido. Uno de ellos es el tiempo, el momento justo en que se difunde. Operación Palace se emitió el mismo día de la efeméride (23 de febrero), pero tiene un antes y un después muy bien orquestados. Además de las promociones habituales previas del programa, hechos en la misma cadena de televisión y en las del resto de Atresmedia Corporación, también corrió por la Red un rumor que afirmaba que los directivos de La Sexta habían recibido presiones del Partido Popular para retirar el programa de la parrilla.


 

 

 

 

 

 

 

 

 

Después del programa, tanto el debate moderado por Évole con Iñaki Gabilondo, Garbiñe Biurrun y Eduardo Serra, como las intervenciones múltiples de los protagonistas y cebos durante los días posteriores, siguieron alimentando al virus.

 

Emotion. El 23 de febrero de 1981 fue un día de carga emocional intensa para todas las familias del país. El 23 de febrero de 2014, muchas de estas familias revivieron aquella carga ante el televisor, pero con una sensación añadida. Los psicólogos Dacher Keltner y Jonathan Haidt lo denominan awe, que es una emoción compleja y frecuentemente asociada a la sorpresa, a lo inesperado, al misterio. Es la experiencia de estar ante algo más grande que uno mismo. A muchos Operación Palace les superó; por eso a continuación se enfadaron. Berger ha comprobado en sus investigaciones que los contenidos que generan una alta agitación fisiológica, ya sea positiva (sorpresa, entusiasmo, diversión) o negativa (ansiedad, enfado) son los que tienen más posibilidades de calar en la sociedad.

 

Public. Hacer público aquello que es privado estimula las conversaciones. Y cuantas más conversaciones compartidas, más posibilidades de influencia social. Durante el programa se compartió con los espectadores un secreto que habían guardado los artífices y participantes en la supuesta trama del 23-F. Al final, cuando se desvela el engaño, queda lo que Berger califica de residuo conductual: opiniones difundidas por los medios de comunicación, por los blogs, por las redes sociales, que siguen fortaleciendo al virus comunicativo.

 

Practical value. La utilidad de los contenidos es una garantía para su éxito. Porque los hace noticiables. En este sentido, el mockumentary era ya una gran noticia per se, pero por unos momentos sirvió, por ejemplo, para entender la postura del gobierno del presidente Felipe González respecto a la permanencia de España en la OTAN, a pesar de que su partido había hecho campaña en contra. La narración está llena de información de valor, útil... pero falsa. Sin embargo, no es falso que finalmente haya servido para tomar conciencia, una vez más, del poder de los medios y de las manipulaciones informativas, reabriendo el debate de la ética de la comunicación.

 

Stories. Berger nos recuerda que las historias son la forma original de entretenimiento y que las personas no pensamos en términos de información sino en términos de narrativas. El equipo de Jordi Évole preparó durante tres años una historia impecable desde el punto de vista creativo y de construcción narrativa. El producto final ha sido un contenido con valor de moneda social porque es mucho más de lo que aparenta. A pesar de ser una pieza de entretenimiento con apariencia informativa, ¿qué ha acabado siendo? Paradójicamente, la pregunta utilizada como claim promocional lo responde a la perfección: “¿Puede una mentira explicar una verdad?”.
 

Para saber más:


Berger, J. (2013). Contagious. Why things catch on. Nueva York: Simon & Schuster.


Keltner, D.; Haidt, J. (2003). “Approaching a awe, a moral, spiritual, and aesthetic emotion”. Cognition and Emotion, 17, pp. 297-314.

 

Cita recomendada

SIVERA, Sílvia. El virus de Évole. COMeIN [en línea], marzo 2014, núm. 31. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n31.1417

entretenimiento;  ética de la comunicación;  medios sociales;  periodismo;  televisión;  viralidad; 
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