¿Recuerdas la última vez que has estado realmente aburrido? Un largo trayecto en el metro, una cola, una sala de espera… Por lo general, nos gusta la acción: agenda llena, últimas tendencias, movimiento, diversión, pisar a fondo el acelerador. El aburrimiento, por el contrario, tiene mala reputación; es primo de la vagancia, vecino de los malos vicios y enemigo de la buena disposición pero ¿realmente es así? Artistas, intelectuales y otros aburridos defienden que no…
En nuestra cultura contemporánea, en la que la productividad, la diversión permanente y la sobreinformación se han convertido en norma, ya no podemos aburrirnos. Cuando las pantallas son ubicuas y desaparecen los tiempos muertos y los espacios de silencio, la pereza y el vagabundeo se resienten. Sin embargo, muchos son los pensadores, artistas e intelectuales que a lo largo de la historia han defendido las bondades de la inactividad.
Hace ciento cincuenta años,
Kierkegaard, filósofo, poeta y teólogo danés, señaló el potencial creativo del aburrimiento argumentando que el impulso por escapar del presente a través de mantener nuestro cuerpo y nuestra mente permanentemente ocupados constituye una prolífera fuente de infelicidad. Un siglo más tarde,
Susan Sontag también escribiría sobre la relación entre la creatividad y el aburrimiento, invitándonos a entender este último como una forma de atención que antepone la escucha a la mirada, la superficie a la profundidad. “Gran parte del arte más interesante de nuestro tiempo es aburrido” –provoca Sontag– “Jasper Johns es aburrido, Backett es aburrido, Robbe-Grillet es aburrido”.
En
Boredom: a Lively Story (El aburrimiento: una historia entretenida), Peter Toohey discurre sobre los beneficios del aburrimiento explorando la historia social e intelectual de este concepto. Recogiendo maneras de comprenderlo desde la antigüedad, Toohey disipa el mito de que se trata simplemente de una emoción infantil o un malestar existencial y defiende que el aburrimiento constituye una de nuestras emociones más comunes y constructivas.
En efecto, aunque aburrimiento y creatividad suelen verse como términos antagónicos, muchas ideas verdaderamente sorprendentes y soluciones poco convencionales fueron el resultado de largas horas dedicadas a no hacer nada. Por eso no es extraño que también los creativos defiendan el derecho a aburrirse.
Austin Kloen, escritor-ilustrador y autor del libro
Steal like an artist: 10 thinks nobody told you about being creative” (Robar como un artista: 10 cosas que nadie te dijo sobre ser creativo) alerta: "El gran problema del mundo en que vivimos es que no hay excusa para aburrirse. Estamos inmersos en un contexto donde el entretenimiento está a nuestro alcance 24 horas al día, siete días a la semana”.
Quizás lo que nos proporcionan los momentos de aburrimiento es la posibilidad de hacer volar nuestro pensamiento, dejándonos llevar por los sentidos y sensaciones que nos rodean. Es lo que
Annie Dillard llama presencia: “En esta era de la productividad, pasamos nuestros días huyendo del aburrimiento sin importarnos sus ventajas creativas y espirituales. Bajo la tiranía de la multitarea, el arte de la percepción desaparecerá de nuestra vida cotidiana”.
En esta misma línea,
The Boring Conference abre un espacio para el aburrimiento en el interesante mundo de los eventos académicos. Según su fundador, James Ward, se trata de un congreso en el que “nunca se discute nada interesante” y donde encontramos audiencias absortas en charlas soporíferas sobre el perfeccionamiento de técnicas para doblar toallas. “Se trata de un día dedicado a lo mundano, a lo común, a lo que se pasa por alto” explica Ward. “Hablamos de temas que a menudo se consideran triviales o sin sentido, pero que cuando se examinan con más detenimiento se revelan fascinantes”.
La sexta edición de este peculiar congreso tuvo lugar hace un par de semanas en Londres. Entre otros temas, se debatió sobre los estornudos, las tostadas, los sonidos emitidos por las máquinas expendedoras, las líneas amarillas y las características del teclado Yamaha PSR-175 Portatune. Como cada año las entradas se agotaron. Algo debe tener de divertido eso de aburrirse…
Cita recomendada
CREUS, Amalia. Artistas, intelectuales y otros aburridos. COMeIN [en línea], julio 2016, núm. 57. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n57.1648