Número 60 (noviembre de 2016)

Rumores que no acalla ni Dios

Sílvia Sivera

16 de noviembre de 2016, estadio Bicentenario de la ciudad de San Juan, a más de mil kilómetros al oeste de Buenos Aires. La selección argentina de fútbol gana a la colombiana por tres goles en partido decisivo de la fase eliminatoria para el Mundial de Rusia 2018. Después de una racha largamente nefasta para el combinado que lidera Leo Messi, se esperaba que la comparecencia de los jugadores ante los medios fuera una fiesta. Pero no, no fue así. 

Caras serias, brazos cruzados, y el capitán, mesiánico por devoción y raíz onomástica, toma la palabra: “Preferimos estar todos así y dar la cara antes de mandar un comunicado porque es más frío y no nos tenemos que esconder de nada. Como ya saben, porque acá se sabe todo, estamos acá para comunicarles que hemos tomado la decisión de no hablar más con la prensa. Obviamente ustedes saben por qué, ¿no? Recibimos muchas acusaciones, muchas faltas de respeto y nunca dijimos nada”. 
 
Tras un breve silencio, Leo prosigue: “Pero creo que esto sobrepasa todo. La acusación que le hicieron al Pocho es muy grave porque lo dicen, queda, y la gente, si no salimos a decir nada, se cree que es así. La gente, un huevo, mucha de la gente compra todo lo que se dice y preferimos cortar esto de una vez. Lamentamos mucho que tenga que ser así, pero no nos queda otra. Sabemos que hay muchos de ustedes que no están en ese juego, en ese juego de faltarnos al respeto. Porque vos podés perder, podés ganar, podés opinar de si jugamos bien, de si jugamos mal, de lo que hacemos dentro de la cancha, pero ya meterse en la vida personal de uno y hacerle acusaciones de este tipo, que no es la primera... Pero si no lo cortábamos hoy, no lo cortábamos más”. 
 
Termina el diez insistiendo: “Es muy grave. Es muy grave y por eso estamos acá y volvemos a repetir: no vamos a entrar en el juego ese. Nos van a seguir matando, nos van a seguir diciendo un millón de cosas como vienen diciendo, pero nosotros no vamos a ser partícipes de eso. Así que, queda dicho. Muchísimas gracias y buenas noches”.
 

 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

Vídeo comparecencia (fuente: TyC Sports).

 
Y amén, así fue y será hasta nueva orden: los jugadores de la selección argentina hacen un Fuenteovejuna para proteger a un compañero de equipo (Ezequiel Lavezzi, el Pocho), acusado de haber fumado marihuana durante la concentración previa al partido, y acuerdan no hacer más declaraciones a los medios de comunicación.
 
No se trata de un episodio inédito para los seguidores argentinos. Durante el Mundial de Francia de 1998, los jugadores tomaron una decisión similar a raíz de que un periodista afirmara que el centrocampista Juan Sebastián Verón había dado positivo en un control antidopaje. 
 
La historia se repite y una vez más parece que no aprendemos de la historia. Lo único que se puede conseguir con una estrategia chantajista contra los medios es que el rumor mediatizado pierda fuerza. El rumor puro, aquel que corre por las redes sociales -y también de boca en boca- no tiene freno hasta que los ingredientes de la fórmula de difusión se mantengan inalterables. 
 
Según Allport y Postman, que inspiraron una parte fundamental de mi tesis doctoral sobre viralidad publicitaria, un rumor circula si se dan dos factores imprescindibles: que el tema sea importante y que en el relato haya una cierta ambigüedad.
 
Los grandes medios de comunicación seguramente dejarán pronto de hacerse eco del tema, por una sencilla cuestión de intereses; pero los nanomedios (que somos todos nosotros con un dispositivo entre manos conectado a la red) no pararemos hasta que nos deje de interesar la selección argentina -cosa muy difícil si somos argentinos- o hasta que el protagonista de este rumor, el Pocho, acredite de manera inequívoca que él no fumó nada de lo que le atribuyen.
 
Si así fuera, se trataría de una prueba difícil, que podría colisionar con el derecho a la intimidad, no obstante, hay quien se las apaña bien a la hora de encontrar argumentos neutralizadores de rumores. La cadena de restauración rápida McDonald’s, por ejemplo, paró el rumor de que elaboraba las hamburguesas con carne de gusanos con facturas que demostraban que un kilogramo de invertebrados era mucho más caro que un kilo de carne de ternera. 
 
Dicen que los grandes rumores, como los grandes roqueros, nunca mueren. Se desvanecen como el humo, entre caladas de tiempo, pero vuelven a activarse cuando el entorno los reclama. Mejor dicho, cuando hay alguien que los vuelve a activar. En este caso, la persona que detonó el rumor sobre Lavezzi fue el comunicador Gabriel Anello con este tweet:
 
 
 
 
 
 
 
 Y a continuación aportaba esta prueba de un informador anónimo (vía WhatsApp) para dar verosimilitud a un rumor redactado en forma de pregunta desculpabilizadora: 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Fuente: Tn.com.ar.

 

La prensa tradicional argentina se afanó a desacreditar a Anello, entre otros motivos, por falta de ética profesional. De difusor de rumores pasó a convertirse en protagonista de otros muchos. Hay que tener cuidado: a menudo los rumores los carga el diablo, pero no los para ni Dios.


Nota para los amantes de los análisis del discurso: las negritas en la transcripción de la declaración de Leo Messi pretenden ser una ayuda para la lectura rápida, pero también una invitación para sumergirnos en la carga semántica y hacernos algunas preguntas. ¿Resulta ingenuo pensar que la aparición del equipo en bloque evitará que la gente deje de creer en el rumor? ¿Dónde están los límites entre la esfera personal y profesional (teniendo en cuenta que el futbolista acusado se encontraba en una concentración)? ¿Qué solvencia puede aportar el diez argentino que se ha desdicho incluso de decisiones personales hechas públicas por él mismo?...

 

Para saber más:


Allport, G.W.; Postman, L. (1973). Psicología del rumor. Buenos Aires: Psique. 

 

Cita recomendada

SIVERA, Sílvia. Rumores que no acalla ni Dios. COMeIN [en línea], noviembre 2016, núm. 60. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n60.1675

periodismo;  viralidad;  medios sociales;  ética de la comunicación; 
Números anteriores
Comparte