Como comentaba en el
artículo anteriormente citado, comencé a seguir a
Tania Llasera en Instagram hace algo más de un año. Su perfil se centra tanto en su vida privada como profesional, alternando
selfies de ella y
fotografías de su hijo Pepe, de poco más de un año, en diferentes situaciones cotidianas. Recientemente la presentadora de
La Voz ha anunciado en su mismo perfil que está embarazada de su segundo hijo.
Mientras su hijo era un bebé —prácticamente hasta hace pocos meses—, las fotografías que compartía de él solían desatar un alud de comentarios por parte de sus seguidoras. Concretamente, algunas de dichas fotografías recibían mensajes que sancionaban, criticaban o aleccionaban el modo en que Llasera estaba criando a su hijo. En algunas ocasiones se generaban discusiones bastante agresivas entre aquellas que la criticaban y las que defendían la libertad de la presentadora para criar a su hijo según su propio criterio. Algunos de los temas eran tan banales como el tipo de mochila que usaba para portear al bebé, si lo cubría con una gasa en el cochecito, o si le ponía un collar de ámbar. Llasera lo gestionaba con bastante ironía, casi nunca respondía a los comentarios —solo responde a aquellos que le preguntan sobre productos o marcas que ella patrocina— e incluso más adelante, consciente de lo que iba a suceder, jugaba con el grupo de seguidoras incorporando fotografías con pies de foto que sabía que generarían un debate acalorado. Sin embargo, desde que el hijo de Llasera es un poco más mayor y las fotografías menos explícitas, los comentarios de este estilo han desaparecido.
En las últimas semanas he empezado a seguir a dos famosas más que también se han vuelto objetivo de críticas a raíz de alguna declaración o publicación en relación a su reciente maternidad: la periodista
Samanta Villar y la cantante
Soraya. Empecé a seguir sus perfiles en
Instagram y a constatar como algunas tónicas se repiten.
Soraya, que casualmente trabaja para el mismo grupo mediático que Llasera y Villar, ha sido madre muy recientemente. A los pocos días de dar a luz, poco más de una semana, la cantante publicó en su perfil que iba a salir a cenar con su pareja. Esta declaración desató un aluvión de críticas y reprimendas por supuestamente abandonar a su niña a los pocos días de nacer. La reacción de Soraya fue muy a la defensiva y, con ironía, respondió: "sí, soy una mala madre por querer tener tiempo para mi misma". Las críticas crecían en esta foto y en posteriores, cada vez que en sus comentarios mostraba disconformidad e incluso bloqueaba a usuarias. En este sentido, su gestión de la comunicación fue algo más traumática que en otros casos —al menos en este episodio inicial— aunque las dinámicas entre las seguidoras son muy similares, así como el tono en el que se expresan.
Existe una sensación de confianza extrema con la que las seguidoras en Instagram se dirigen a las famosas. Les hacen preguntas directas o comentarios, así como les proporcionan consejos, esperando una respuesta de igual a igual. Cuando las mismas celebrities rechazan consejos que no han pedido sobre cómo han de criar a sus hijos, algunas seguidoras se ofenden y se justifican diciendo que son famosas y que, por tanto, se exponen a las críticas. En cualquier caso, la cuestión principal aquí no son los comentarios negativos, o simplemente el hecho de criticar. En este caso la importancia radica en los discursos que se extienden en este tipo de conversaciones y en la dureza con la que las madres nos juzgamos las unas a las otras.
En el caso de Villar, su perfil en Instagram es poco activo, tanto en relación a su vida profesional como personal, a excepción de una foto publicada de uno de sus dos bebés —es madre de mellizos— a finales de junio del 2016. En su caso la "guerra" se libró en los medios tradicionales y se reflejó sobre todo a través de
Twitter a partir de las declaraciones de la periodista en relación a su libro
Madre hay más que una, en las que afirmaba que la
maternidad había empeorado su calidad de vida. Un matiz o crítica realista al día a día de la mayoría de las madres que también la convirtió en blanco de toda suerte de críticas. Villar ni siquiera se ha atrevido a hablar de arrepentimiento en la línea de otras mujeres que han roto el tabú, simplemente ha expuesto algunos puntos negativos sobre el hecho de ser madre, especialmente los primeros meses, punto en el que ella se encuentra.
Estos tres casos son distintos en cuanto a los tipos de discusiones desatadas. En el caso de Llasera, se trataba de cuestiones bastante superficiales, si tenemos en cuenta que se trata casi de elecciones basadas en el consumo de determinados productos. En el caso de Soraya ha supuesto un momento puntual de críticas pero que todavía arrastra algunos comentarios en sus publicaciones más recientes. Y en el caso de Villar la raíz es más profunda y pone de relieve el fondo de la cuestión, que es la poca tolerancia a los diferentes modos de entender la maternidad, propagándose discursos muy estructurados, incluso estereotipados, tanto desde un punto de vista más tradicional como a partir de otras tendencias alternativas sobre la crianza de los hijos. En todos los casos prima una actitud juzgadora y recriminatoria, a veces disfrazada de consejo, en el que las propias mujeres nos acabamos criticando por todo. No es un comportamiento generalizado, pero sí que hay una parte de público en las redes sociales que pone de manifiesto una realidad que si bien ya conocemos en el día a día, en internet se acaba sobredimensionando. Un poco más de tranquilidad y comprensión no nos iría mal.
Cita recomendada
SAN CORNELIO, Gemma. De malas madres, haters y followers. COMeIN [en línea], abril 2017, núm. 65. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n65.1727