Número 33 (mayo de 2014)

Una de las profesiones más antiguas del mundo que muta, incluso de nombre

Montserrat Garcia Alsina

Bibliotecarios, documentalistas, infonomistas, gestores de la información, content curators, community managers o... lo que vaya surgiendo, son términos para identificar las funciones y las competencias de los profesionales que gestionan información y conocimiento. Por qué la evolución de las funciones y competencias de estos profesionales trae asociada una serie de nuevas etiquetas y pseudo “nuevas” profesiones?
 

Internet ha impulsado nuevas formas de acceder y compartir información y conocimiento. En este medio, compartir es también sinónimo de comunicar en redes sociales en línea y en los mass media. A la vez, los contenidos y la información en estos medios se han multiplicado, hasta ser una fuente de información relevante para conocer nuestro entorno. Ahora bien, para extraer el verdadero valor de la información es imprescindible dinamizar estas fuentes para fomentar el volcado de información y, además, buscar y seleccionar los contenidos más adecuados a los intereses organizativos, analizarlos, interpretarlos y compartirlos para extraer conocimiento y aplicarlo a los procesos de toma de decisiones. Ahora quien trata la información y gestiona contenidos se llama content curator, y quien dinamiza una comunidad de usuarios se denomina community manager. Las funciones nos son familiares, los nombres nos han sorprendido.


Y es cierto, los bibliotecarios y documentalistas sabemos de qué estamos hablando. Ya hace años que hacemos estas tareas, dinamizando actividades, escuchando a los usuarios de nuestros centros, diseñando sistemas de difusión selectiva de información, liderando proyectos de gestión del conocimiento, creando comunidades de práctica, buscando fuentes de información relevantes o creando sistemas de inteligencia competitiva para recoger información de nuestro entorno. También dinamizamos las redes sociales en las bibliotecas para estar conectados con nuestros clientes, informarlos, conocer su opinión y saber qué necesitan.


Estas competencias y funciones son sólo algunas de las que años atrás hemos ido adquiriendo y desarrollando. En la década de los años ochenta, y con más intensidad a partir del 2000, empezamos a trabajar en la formación de usuarios, para que estos aprendieran a navegar en el mar de fuentes de información y supieran emplearlas de manera eficiente. Nos volcamos en el comportamiento de usuarios, y en general en la formación de la ciudadanía para impulsar la alfabetización informacional, la information literacy.


Los primeros años de este siglo las TIC también han influido en la administración pública y en el derecho de los ciudadanos a interactuar y llevar a cabo gestiones: la llamada ventanilla única. Esto, entre otros temas, ponía en evidencia la necesidad de formar en competencias TIC a la ciudadanía, y formar profesionales para gestionar de manera sistemática los expedientes electrónicos (guardar y recuperar información). Para hacer frente a este reto los profesionales de la información y la documentación hemos tenido que aprender nuevas normas para gestionar documentos: normas internacionales coordinadas por ICA o por ISO, entre otros organismos.


Internet también nos trajo tener que aprender como diseñar páginas web e intranets para compartir el conocimiento en el seno de las organizaciones. Y en esta nueva línea de trabajo pensamos como presentar la información de manera amigable y usable, y nos convertimos en arquitectos de información, profesión de moda a principios de los 2000 y en SEO si además promocionábamos las webs en los buscadores. Ahora arquitecto de la información ya es un término casi abandonado. ¿Volverá a emerger para diseñar los portales de la transparencia impulsados por las leyes de transparencia o los portales para la reutilización de los datos?


Ahora bien, si miramos el conjunto de competencias y habilidades que estamos acumulando desde hace muchos años, siglos, milenios, todo esto sólo es una punta del iceberg. En los años setenta para aprovechar las nuevas tecnologías tuvimos que aprender el lenguaje MARC como estándar digital internacional para describir información bibliográfica, y empezar a trabajar con ordenadores.


De hecho, ya en la década de los sesenta las llamadas nuevas tecnologías ya nos hicieron poner las pilas para ampliar nuestras competencias y funciones. Los profesionales hicimos frente a un incremento exponencial de información y de documentos en diferentes formatos que también debían ser gestionados para su posterior recuperación. Es el momento en que la recuperación de la información empezó su desarrollo, ante lo cual los profesionales de la información y el conocimiento afrontamos nuevos retos formativos para ampliar nuestras competencias y aprovechar las ventajas de las nuevas tecnologías para realizar nuestras tareas de manera más eficiente.


De hecho, siempre, incluso cuando todavía no existían las TIC., desde los escribas –milenios a. C. – hasta los actuales bibliotecarios y documentalistas del siglo XXI, hemos ido pensando en cómo organizar la información y la documentación para recuperarla cuando fuera necesario. Por ejemplo, ya en el 1.700 a. C. Iasim Sumus, el primer archivero conocido en Mesopotamia, o en el siglo IV a. C. Calímaco, el primer bibliotecario en Alejandría, se encargaban de ordenar y clasificar la documentación que pusieron bajo su custodia.


Está claro que el tratamiento de la información, las maneras de clasificar, custodiar y recuperarla han evolucionado y, en consecuencia, lo han hecho también las funciones y las competencias de los profesionales encargados de estas tareas. Ahora bien, debemos tener presente que desde hace milenios somos los profesionales de la información y el conocimiento, porque información, documentos – ya sea libros o documentos de archivo– existen como expresión del conocimiento humano desde hace milenios. Profesionales que los gestionen para recuperarlos y utilizarlos, también. Hemos evolucionado a lo largo de la historia de la humanidad, estamos formados en un amplio abanico de competencias y habilidades, y somos capaces de asumir un amplio catálogo de funciones –que la sociedad denomina nuevas profesiones. La sociedad conoce sólo una parte de lo que sabemos y podemos hacer. Lo que hemos ido aprendiendo desde hace medio siglo todavía lo debemos presentar con toda su amplitud a la sociedad. Desde hace milenios somos los profesionales de la información y el conocimiento; por lo tanto, ahora más que nunca, debemos presentar nuestras credenciales a la sociedad donde vivimos, nuestra sociedad de la información y el conocimiento.

 

Cita recomendada

GARCIA ALSINA, Montserrat. Una de las profesiones más antiguas del mundo que muta, incluso de nombre. COMeIN [en línea], mayo 2014, núm. 33. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n33.1434

biblioteconomía;  documentación;  gestión de la información;  gestión del conocimiento;  medios sociales; 
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