Josep Artigas i Ojeda (Barcelona, 7 de marzo de 1911 - 15 de octubre de 1991) fue uno de los diseñadores gráficos, cartelistas y publicitarios más destacados de la España de la segunda mitad del siglo XX. Con su característica pipa, de pie en el estudio ante el cartel, colocado en un caballete como si fuera un cuadro, es un ejemplo de una época en la que el ordenador era inexistente en el diseño gráfico y los pinceles y técnicas como, por ejemplo, el collage eran básicos en todo el proceso creativo.
Esta segunda parte del artículo publicado unos meses atrás es un ejercicio enfocado a proyectar el futuro de la cultura digital y a plasmar ideas que circulan en los debates contemporáneos ligados a nuestra forma de vida en la era de los entornos digitales. Hemos formulado cien preguntas para reflexionar en comunidad. Estas preguntas no tienen respuestas claras y definitivas; también son disparadores de conversaciones más amplias, y esa es la intención final.
En plena era digital, la desinformación se ha convertido en uno de los grandes retos de nuestro tiempo. Las noticias falsas se propagan a una velocidad alarmante, afectan la percepción de la realidad y generan impactos sociales y políticos significativos. Este fenómeno erosiona la cohesión social y pone en peligro la integridad informativa, ambos elementos esenciales para el buen funcionamiento de la democracia. Según el Foro Económico Mundial, la desinformación es una de las principales amenazas globales a corto plazo.
La ciencia es, por su propia naturaleza, un vasto campo de indagación. Es libre y avanza a la velocidad del pensamiento humano. Sin embargo, como fenómeno sociocultural y universal, no puede existir sin el apoyo, ya sea directo o indirecto, del Estado. Se requieren fondos y recursos para los descubrimientos que nos ayudan a comprender mejor el mundo que nos rodea.
Como cada año, del 24 al 31 de octubre del 2024 se celebró la Semana Mundial de la Alfabetización Mediática e Informacional de la UNESCO. Este importante acontecimiento internacional se celebra con el propósito que instituciones y organizaciones de todo el mundo compartan ideas y exploren formas innovadoras de promover la alfabetización mediática e informacional de la ciudadanía. Este año, el tema que ha centrado las numerosas celebraciones relacionadas con esta semana ha sido el impacto transformador de las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación en la producción y difusión de información.
Hace apenas cinco años, escribí un artículo en esta misma revista en el que hablaba de desinformación y elecciones europeas. En aquel momento, parecía que las elecciones habían tenido unos resultados «aceptables» para el statu quo y se concluyó con que se había sabido actuar contra la desinformación de forma adecuada en relación con la activación del Código de Buenas Prácticas contra la Desinformación, al cual debían adherirse las grandes plataformas y redes sociales.
Se habla mucho de la decepción de los ciudadanos hacia la política y su desafección. El gobierno abierto y muy especialmente la participación activa –en la confección de presupuestos, o en consultas, o incluso en la toma de decisiones– es vista por los políticos como una vía para devolver a los ciudadanos a la esfera política, como mínimo, a la participación en las elecciones municipales, autonómicas, nacionales o europeas. Sin embargo, ¿cómo se está empleando esta vía?, ¿se está cuidando?, ¿se está potenciando eficientemente?, ¿es sincera?
El valor de la información de actualidad es algo innegable. Ello hace que despierte interés tanto su control como la gestión de la agenda temática. En los últimos años, los hábitos de consumo informativo han cambiado y, en muchos casos, la tecnología y empresas que no son periodísticas han incidido en qué hechos conocemos y de qué manera nos informamos. Ahora la inteligencia artificial (IA) también entra en esta ecuación.
Hace unos días, la compañera Silvia Martínez escribió un primer artículo sobre la desinformación alrededor de la nueva guerra entre Israel y Palestina, y cómo se ha hecho un llamamiento renovado a las plataformas y redes sociales para que hagan lo máximo (y más aún) para evitar que la desinformación incremente la dificultad de cualquier salida no violenta.
En nuestro reciente artículo «¿Ciudadanía vigilada o monitorización ciudadana?» (Suárez-Gonzalo y Feenstra, 2023), analizamos dos aproximaciones a la relación entre tecnología y democracia que beben de tradiciones democráticas distintas y persiguen objetivos diferentes: la vigilancia y la monitorización.